Este escrito no es la presentación de un caso clínico, ni tampoco un trabajo teórico, sino más bien, la muestra y posterior reflexión de lo que implicó concluir varios tratamientos con niñas y niños en un tiempo relativamente corto; un concluir que partió desde el interés propio del analista y que tuvo algunas idas y vueltas en los meses previos al último encuentro con cada niño.
La idea es trasmitir parte del recorrido que transité como consecuencia de tener que interrumpir mi práctica como analista tanto en el Hospital Álvarez como en mi consultorio en la Ciudad de Buenos Aires. El motivo era que me radicaría en la ciudad de San Carlos de Bariloche y por su lejanía, me era imposible sostener los tratamientos de mis pacientes.
Frente al hecho de tener un límite concreto de tiempo para la conclusión de los tratamientos de mis pacientes (faltaban solo 4 meses para el traslado) me encontré rápidamente con unas serie de interrogantes, que algunos han sido respondidos pero que otros los dejo plasmados para quizás en otro momento retomarlos.
¿Se pueden pensar criterios de conclusión ligados a la ida del analista? ¿Habría que considerar la conclusión pautada de cada tratamiento? ¿Cómo y cuándo compartir la noticia con cada paciente? ¿Debía compartir con cada niño/a mi decisión personal de elegir vivir en otra ciudad? ¿Qué pasa cuando algo del deseo de la propia persona del analista entra en juego en la transferencia e interrumpe la continuidad del análisis?
A continuación voy a tomar solo dos significaciones posibles de la frase “deseo del analista”:
1) Para Lacan el deseo del analista es el que especifica la transferencia, es un deseo de nada porque no le demanda al sujeto. El analista no desea nada en particular porque esta puesto en el lugar de objeto. Por eso se dice que el analista tiene un deseo pero no es un sujeto deseante. El deseo del analista es el deseo que todo el tiempo relanza el discurso-juego del sujeto, al que le plantea como incógnita esa falta de demanda. Al paciente se le arma una incógnita por que tiene un Otro barrado ahí en posición de analista, como semblante de objeto que no le demanda nada.
2) La segunda significación es la más coloquial y es la del deseo del analista como deseo de la persona que encarna a ese analista, ya no como sujeto supuesto al saber, sino donde la vida propia del analista entra en juego. Es el analista como persona el que elije empezar un nuevo camino y radicarse en otra ciudad. Algo que afectará el devenir de los análisis.
Lo primero que surgió fue la necesidad de fijar un límite de tiempo al análisis de cada niño/a. Fijar un límite temporal para que algo pueda empezar a manifestarse y en el mejor de los casos a elaborarse. En los primeros comentarios a las niñas y niños, sostuve el hecho que en un tiempo próximo de 4 meses íbamos a dejar de vernos porque no iba a vivir más en Buenos Aires. Algunos niños no lo registraron en ese momento, por lo que hube de introducirlo luego en relación al juego, otras niñas y niños querían saber el porqué a toda costa, y otros se angustiaban, se enojaban o se ponían tristes. La idea era ir hablando de ello a medida que fueran preguntando y queriendo saber.
Ahora bien, ¿Qué decirles frente a las preguntas porque, a donde, con quien? Suponía que cuando empezará a responderles, la posición de analista como objeto de la transferencia iba a virar hacia el lugar de sujeto deseante, algo de lo que siempre fuimos advertidos de no hacer. ¿Pero debía evitar (en esta situación tan particular) dar razones que tengan que ver con el deseo propio del analista?
Pensando en situaciones más o menos similares donde algo del deseo de la persona del analista se pone en juego en la transferencia, encontramos las licencias que se toma el analista por vacaciones, las interrupciones por embarazo, las cancelaciones por enfermedad o cuestiones personales, por viajes o congresos. Todas son situaciones breves que pueden o no, afectar la transferencia. Incluso el hecho que el analista deje de trabajar en un hospital, institución u obra social, deja abierta la posibilidad de la continuidad en otro ámbito. A su vez, tampoco es necesario dar muchas explicaciones al respecto ya que son eventos esperables, de corta duración y que, dependiendo de la transferencia que haya en juego, dejan la posibilidad de la continuación tras el evento acontecido.
Sin embargo, a diferencia de todas ellas, el hecho del traslado a otra provincia deja en claro que lo que se venía dando en el análisis no podrá continuar, no hay posibilidad de esperar un tiempo hasta que vuelva el analista de vacaciones, ni viajar un poco más lejos a su consultorio, etc. Solo es el final del análisis para cada uno de los niños en tratamiento.
Los últimos meses de mi práctica en Buenos Aires fueron de una altísima experiencia personal y profesional a través de la cual aprendí y viví de una manera mucho más intensa, cercana y frecuente la transferencia con los pacientes. Lo especial de esta situación es que debía concluir de la mejor manera posible el análisis de cada uno de los niños y niñas que estaban en tratamiento, cada uno con su recorrido y singularidad. Fue un concluir muy artesanal, y me dispuse a trabajar con lo que se iba desplegando sesión a sesión.
El final anunciado venia a agitar la transferencia, momento sensible tanto para los niños como para el analista. ¿Pero qué responder a las preguntas de las niñas y niños que llevaban a dar explicaciones más personales?
Todas las respuestas fueron contadas a modo de cuento infantil, con la mayor verosimilitud posible e intentando hacer trama y poner palabras y sentido a la ida del analista. Dar sentido apoyándome en la palabra, el juego, los dibujos, la escritura, las imágenes, o cualquier otro recurso que permitiera contrarrestar la posible sensación de abandono.
Al reflexionar respecto a un posible “concluir de un tratamiento” en este contexto, mis intervenciones apuntaron a lograr un relato envolvente y afectivo sin ser demasiado directo, con la idea de ayudarlos a elaborar esta situación de la manera más ficcional posible. Historizando en muchos casos todo lo que habíamos hecho y a cuantas cosas habíamos jugado.
Cuando el enojo era muy intenso en alguno de los niños, el cuento/relato se apoyaba más en que era una elección más forzada que deseante por parte del analista. En todo este tiempo de entrevistas, armamos calendarios con fotos, escribíamos en el diario íntimo, dibujábamos y nos regalábamos los dibujos, nos escribimos cartas, o armamos un librito donde describíamos todo lo que habíamos hecho juntos, hasta nos pasábamos nuestros datos por si alguna vez queríamos ponernos en contacto. Con la mayoría de ellos hicimos una pequeña despedida donde cada niño podía traer lo que quisiera; algunos trajeron para hacer picnic, otros trajeron dibujos hechos en su casa como regalo, otro quiso despedirse jugando la final del campeonato mundial de ping-pong, otro quiso leer juntos el final del tercer libro de Harry Potter, otro me llamo un sábado y quiso pasar a darme un regalo, y con otros niños nos escribimos cartas manuscritas o emails.
Se necesita un tiempo de despliegue, no hay posibilidad de que esto sea inmediatamente realizado, pero no solo necesita tiempo sino que haya alguien que quiera acompañarlo en la dimensión de lo amigable, alguien que se juegue escuchando su tristeza y recibiendo ese enojo las veces que sea necesario.
Trabajo presentado en la 2º Jornada Anual: “La clínica con niños en el Hospital. La infancia en los márgenes”. Equipo de Niños - Servicio de Salud Mental - Hospital Álvarez. 26 de Octubre de 2013.