“Y porque se ha salido de la infancia [..] se olvida que para llegar al Cielo se necesitan, como ingredientes, una piedrecita y la punta de un zapato”
Julio Cortazar. RAYUELA
“Quiero tiempo pero tiempo no enjaulado, tiempo de jugar que es el mejor...por favor me lo da envuelto y no enjaulado adentro de un despertador...”
María Elena Walsh
“Al niño nada lo hace más feliz que el otra vez”
Walter Benjamín
"Es verdad que si a los niños los dejasen solos consus juegos, sin forzarlos, harían maravillas. Usted vio como empiezan a dibujar y a pintar, después los obligan a dibujar la manzana y el ranchito con el árbol y se acabó el pibe. Con la escritura es exactamente igual."
Julio Cortazar
"Es por medio del juego, en la infancia y del trabajo, en la edad adulta; que el hombre ejerce el poder sobre la naturaleza y produce la cultura, hace historia.
Walter Benjamin
Si bien en nuestra sociedad se trata de una práctica habitual durante la infancia, el juego aparece a lo largo de toda la vida de las personas con ciertos rasgos comunes y también diferencias según las épocas. El juego —plantea Ricardo Jambrina Hernández— es una actividad natural que practican todos los animales superiores. A través de él, las crías aprenden y practican supervivencia y adaptación al medio. Entre los seres humanos, el juego adquiere una dimensión especial: contribuye al desarrollo físico e intelectual, a la creatividad, al equilibrio emocional, al aprendizaje y a la socialización (Jambrina Hernández, Ricardo. “El juego en la infancia”).
¿Por qué es importante el juego en la infancia?
El niño se constituye a través del juego. Transita a lo largo de su vida por diferentes experiencias lúdicas en los ámbitos familiares, educativos y recreativos. Todas ellas aportan a su crecimiento, al desarrollo de habilidades o destrezas, al estímulo de su imaginación, al conocimiento sobre sí mismo y al vínculo con los demás. Por eso resulta una actividad primordial en la infancia.
En primer lugar, los juegos promueven la socialización. A través de su práctica, los niños incorporan normas, valores y costumbres propios del contexto en el que se desarrollan. Jugar genera sentido, promueve la pertenencia y el desarrollo de la identidad, tanto individual como colectiva. Al jugar, los niños se comprometen, toman una posición activa, imaginan, inventan, crean, conocen y actúan explorando con todos sus sentidos.
En segundo término, se trata de una forma de expresión, autoafirmación y autonomía progresiva para chicos y chicas. Se trata de una actividad libre en la cual los mundos de ficción que se conforman, en muchos casos, los convierte en protagonistas y en organizadores de reglas propias. Eso permite distanciarse por momentos de la vida real y de la mirada adulta y hacer sus propios ensayos. Imaginar contextos, anticipar situaciones y pensar acciones acordes a su realidad. Jugando, los niños se pueden acercar a lo desconocido sin temor, transitar situaciones conflictivas y dolorosas, poniendo en acción todas sus capacidades, desplegando habilidades que les permiten pasar del padecimiento a la experimentación de alternativas para el dominio de la situación.
A través de la lúdica se aprende a compartir el espacio —plantea Raimundo A. Dinello—, se aprende el lenguaje comunicativo, se relaciona lo real concreto con lo simbólico; el sujeto aprende a conjugar su presente con su imaginario, que lo proyecta al futuro; aprende a compartir sentimientos y a convivir. Así:
a) con los juegos en ronda, estamos intuyendo la unidad de todos los componentes;
b) con el ensayo de la expresión corporal, estamos situándonos en la relación espacial y social;
c) con los juegos de equipo, estamos descubriendo la solidaridad grupal;
d) con los juegos cantados, estamos experimentando la alegría del lenguaje comunicativo;
e) con los juegos teatrales, estamos comprendiendo las facetas de innumerables personajes que pueblan nuestra afectividad;
f) con los juegos de formas y colores, estamos transmitiendo nuestra visión del mundo o nuestra sensibilidad pictórica;
g) con los juegos autóctonos, estamos compartiendo la historia de todo un pueblo. (Dinello, Raimundo A., “Dimensiones culturales del juego”)
¿Cómo pensar el juego en la actualidad?
Las modalidades y formatos de los juegos van cambiando a lo largo de la historia. Sin embargo, ciertas características se mantienen inmutables. Hoy como ayer, el juego en la infancia se encuentra asociado al tiempo libre y a la fruición. Es un acontecimiento voluntario, se presenta desligado de toda obligación, desvinculado de cualquier utilidad o rentabilidad posterior. Jugar produce placer y disfrute, transporta a un tiempo y espacio único que el sujeto puede dominar por ser su creador. El juego construye el reino de lo posible, de lo aceptable y de lo modificable. De allí que tenga entidad propia y una finalidad per se que se mantiene a lo largo del tiempo.
En la actualidad, los juegos en la infancia tienen múltiples manifestaciones: hay juegos heredados, juegos que se transmiten de generación en generación, juegos populares que se han esparcido por el mundo entero y nuevas formas de jugar que a veces tallan las diferencias entre niños, niñas y adultos. Es vital reconocer que también las actividades lúdicas y los juguetes motorizan la propia transformación de la cultura, al tiempo que median en los nuevos procesos de socialización y de acceso al conocimiento. Por estos días, nanas, rimas, canciones, balanceos, rondas, juegos corporales, adivinanzas, trabalenguas, enigmas, competencias, cuentos o rayuelas dan cuenta del valor cultural conservado por nuestros pueblos, del espacio simbólico común, de un patrimonio espiritual e identitario. Pero tales juegos conviven —aunque de modo dispar— con juguetes electrónicos, consolas virtuales y juegos de red con los que chicos y chicas tienen oportunidad de interactuar de manera más o menos independiente.
Así, a través de los nuevos objetos y oportunidades lúdicas se introducen nuevos lenguajes, modos de percibir y de responder al mundo. Las recientes transformaciones tecnológicas, entre ellas la interactividad, son sin duda claves para comprender el mundo del juego en nuestros días. La lectura no lineal, no secuencial, hipertextual, simultánea; el tiempo atemporal y el espacio virtual son algunas de las transformaciones más importantes que han generado en este campo los medios de comunicación y las nuevas tecnologías. Pero, más allá de los soportes, los niños y las niñas siguen involucrando todo de sí en el momento del juego. Su cuerpo, inteligencia y afecto se ponen en acción. Los chicos y las chicas juegan con todo lo suyo: con la mano, con el cuerpo, con el llanto y la risa, con la narración y la fantasía. Eso los hace vitales, los hace imprescindibles para la infancia.
¿Peligra el juego en la niñez?
Hoy vivimos una época caracterizada por la globalización y el consumo. En muchos casos, la competitividad tracciona hacia el imperativo de “triunfarás si eres fuerte y te capacitas”. Tras ello, el derecho al juego entra en peligro porque son los espacios y tiempos destinados a la actividad lúdica los que se sacrifican. El tiempo libre se desvanece en tiempos de actividades extraescolares o de formación. Y así, el período de la niñez se transforma en un momento de preparación para enfrentar las exigencias sociales futuras. El niño tiene que sentarse, caminar, hablar, escribir, leer, conocer y saber lo antes posible, y para ello instrumentan todas las técnicas, objetos, objetivos, contenidos y elementos (didácticos-pedagógicos) para que puedan desenvolverse satisfactoriamente en el mercado global.
Pero tal preocupación desvirtúa el sentido del juego como derecho, garantizado por la Convención sobre los Derechos del Niño en el artículo 31, adoptada por la Asamblea General de la ONU. Resulta necesario reposicionar el juego, devolverle un lugar privilegiado en la infancia como valor inapreciable en el desarrollo infantil. Si jugar es propio del niño, si la infancia es una edad de juego, si la actividad más extensa, más intensa, más característica de la infancia es jugar, no se puede concebir la infancia sin juego.