Entrevistas

20 DE FEBRERO DE 2013 | ESTRAGOS ACTUALES

Madres, anorexia, feminidad

Tres términos entrelazados, que entran en juego a través de nuevos síntomas como el desorden alimentario. El declive de lo simbólico, de los relatos, de las palabras predominando cada vez más la dimensión imaginaria. Entrevista a Graciela Sobral

-¿Qué puntos en común podría encontrar en madres, anorexia y feminidad, como titula su libro?

-Madres, anorexia y feminidad son tres términos estrechamente enlazados.
La anorexia, tal cual se presenta actualmente en las jóvenes, constituye un rodeo para abordar la cuestión de lo femenino.
Paradójicamente, es también una manera de evitarla porque el síntoma surge normalmente en la adolescencia, en muchos casos alrededor de la menarquía, y se organiza en torno a la dificultad para aceptar tanto los cambios que se producen en el cuerpo como las nuevas manifestaciones de lo sexual en la vida de las jóvenes.
La anorexia, en tanto respuesta sintomática a la pregunta por lo femenino, pone la relación con la madre en primer lugar.
La madre, que es a la vez una mujer, tiene a su cargo la difícil tarea de la transmisión de lo femenino. ¿Qué es ser una mujer? Esta es una pregunta que no encuentra fácilmente su respuesta.
Para la madre, la relación con el hijo puede ser una coartada para dejar de lado su ser mujer, es decir, su propia relación con la sexualidad y el partenaire sexual. Esto se pone en juego de una manera particular con la hija porque la niña reaviva en la madre tanto la relación con su propia madre como sus expectativas y temores en relación a su ser mujer. Estas son las formas “normales” de transmisión de lo femenino, llenas de ambigüedades y contradicciones.
La anorexia, que surge cuando la joven debe encontrar “su” manera de situarse frente a la sexualidad, es un campo que muestra, particularmente, los conflictos habidos en este punto.
Sobre este suelo se edifican las vicisitudes del drama anoréxico en la neurosis, con la cuestión de lo femenino, el cuerpo y la madre en un primer lugar.

-¿Cómo conceptualiza el estrago materno?
-La palabra estrago es sinónimo de devastación, de destrucción. Podemos definir el estrago como aquella relación donde no se transmite el deseo y se coloca al hijo en una posición de objeto (de goce) o, dicho en otros términos, donde no se facilita que el hijo pueda tomar un lugar de sujeto, separado del otro.
Encontramos el estrago con más frecuencia en las mujeres. Jaques Lacan plantea que, en última instancia, la relación con la madre resulta siempre estragante porque hay algo de lo femenino que no se puede transmitir y, por lo tanto, permanece como un enigma, un “sin respuesta” que constituye un obstáculo.
En la relación estragante prevalece una demanda de amor absoluto, sin límites, que resulta, en última instancia, mortífera. Esta demanda, por sus características, toma a menudo la forma de una exigencia que nos reenvía al concepto de superyó.
El estrago puede manifestarse en términos de rivalidad y competencia o, como decía antes, en términos de una demanda exigente que no encuentra satisfacción y que, en ocasiones, puede llegar a cualquier extremo. En la clínica de la anorexia encontramos con frecuencia los efectos del estrago materno, tanto en los casos muy graves que nos hacen dudar en relación al diagnóstico estructural como en aquellos donde se manifiesta en la gran dificultad que tienen las jóvenes para salir de la posición de ser objeto de la demanda del otro y donde no se atisba nada de su deseo. Son casos difíciles en los que hay que tomarse todo el tiempo necesario hasta que el sujeto pueda cuestionar algo de su posición de consentimiento al estrago, de lo que lo retiene en ese lugar.

-¿Cómo entra en juego el duelo en los llamados trastornos de la alimentación?
-La relación entre el duelo y los desórdenes alimentarios surge, para mí, de la clínica, es algo que me hicieron ver las pacientes. Frente a la falta del ser querido vemos, en ocasiones, que en lugar de un duelo se produce un síntoma anoréxico o bulímico. En el seminario La angustia, Lacan plantea que sólo hay duelo por la pérdida de un objeto que nos concierne en cuanto a nuestra propia falta. El que se va se lleva algo nuestro y se lleva, también, el lugar que nos daba. El trabajo del duelo consiste en elaborar esa pérdida tan íntima.
He observado en algunos casos que la relación con la comida, tanto bajo la modalidad anoréxica como la bulímica, puede ser usada para tapar la falta que produce esa pérdida, evitando o posponiendo el trabajo del duelo. Este trabajo consiste en intentar responder a la pregunta ¿qué seremos ahora sin el otro?
Frente al fantasma que tambalea con la pérdida, el sujeto coloca otro objeto con el que elude la confrontación con la falta y se dedica a la manipulación del nuevo objeto: comer, no comer, atiborrarse, vaciarse.

-¿Cómo es el modo de presentación de estas manifestaciones en la clínica?
-El gran desarrollo científico y tecnológico producido desde la segunda mitad del último siglo ha cambiado el mundo, dando lugar a las nuevas sociedades del consumo y la abundancia. Estos cambios afectan también a la subjetividad: la dimensión del deseo aparece cada vez más abolida mientras se promueve el goce del objeto. Las personas se transforman en consumidores pero en el vértigo imparable de este proceso, el consumidor finalmente resulta consumido por el objeto, esclavo de él.
Otra característica de esta época es el declive de lo simbólico, de los relatos, de las palabras mientras prevalece, cada vez más, la dimensión imaginaria.
Así, las dificultades propias de los seres humanos para darse un lugar en el mundo y tomar una posición sexuada se manifiestan hoy en día según las coordenadas señaladas.
De ahí surgen los llamados nuevos síntomas, que ponen esta cuestión en primer lugar. Entre ellos, los desórdenes alimentarios ocupan un lugar destacado porque el alimento es un objeto que se desliza fácilmente al lugar de objeto de goce manipulable y conecta inmediatamente con la cuestión del cuerpo.
Como hemos comentado más arriba, tomar una posición de sujeto del deseo, sexuado, está lleno de dificultades. Los trastornos de la alimentación son una de las coartadas contemporáneas para evitar y, a la vez, atravesar este camino.
El psicoanálisis ofrece la posibilidad de desplegar lo que encierran estos síntomas y permite a las jóvenes encontrar la verdad subjetiva que se esconde detrás de los espejismos de las dietas y el cuerpo delgado.


Graciela Sobral, psicóloga, DEA por la Universidad Complutense de Madrid. Psicoanalista, miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (ELP) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP). Docente del NUCEP-Instituto del Campo Freudiano. Autora de numerosos artículos y del libro “Madres, anorexia y feminidad”, ed. Filigrana.

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