-¿Cómo filosofan los chicos?
-Del mismo modo que los adultos que lo hacen: preguntando, indagando, reflexionando, analizando. Nunca vi grandes diferencias en los procedimientos que emplean los chicos y los adultos. Tampoco en la disposición. Muchas veces se escucha que todos los chicos son filósofos. Mi experiencia me dice que eso no es así. Hay chicos a los que les encanta filosofar y otros a los que les interesa menos. Y en esto también se asemejan a los adultos: no todos se sienten atraídos por la filosofía. Es verdad que, sobre todo en los primeros años de infancia, los chicos suelen ser preguntones. Pero esto no es un indicador infalible de su apertura filosófica. Muchas de las preguntas que hacen los chicos tienen que ver con necesidades prácticas, con cuestiones que no alcanzan a comprender cómo se producen, con procesos naturales o sociales que saben que son importantes pero que no pueden dominar.
-¿Cuáles serían las preguntas filosóficas?
-Aquellas que no requieren de una respuesta cerrada, que clausure la inquietud, sino que abren espacios de investigación. Son preguntas de las que los chicos –o los adultos- no esperan conseguir una última respuesta, sino una variedad de respuestas que los ayude a encontrar la suya propia.
-¿Qué devolución se les puede dar?
-Se trata de darles herramientas para que puedan avanzar en sus propias indagaciones. Es más importante estimularlos para que no sofoquen sus inquietudes que llenarlos de respuestas. En cierto modo, nuestra propuesta es lo opuesto a lo que ofrecen las revistas infantiles que apuntan a transformarlos en genios que administran respuestas dadas por otros a problemas que ellos nunca llegaron a plantearse. Nosotros apuntamos a que sean ellos los que realicen sus propios planteos y los que construyan sus propias respuestas.
-¿Qué ocurre cuando hay preguntas que quedan sin contestar?
-Como son los chicos los que contestan las preguntas que ellos mismos formulan, si quedan preguntas sin contestar se abrirá la posibilidad de que sigan pensando en esa cuestión. No olvidemos que las preguntas filosóficas difícilmente puedan quedar resueltas de un modo definitivo. El trabajo sobre la pregunta, el esfuerzo por construir una respuesta, el diálogo, la reflexión introspectiva hacen que al mismo tiempo que los chicos adquieren un conocimiento acerca de aquello que van pensando vayan construyendo su propia subjetividad. El pensamiento filosófico enriquece el pensamiento sobre los objetos, los temas, los problemas y, simultáneamente, contribuye a construir una subjetividad compleja, crítica, creativa y sensible. Si, además, este trabajo se realiza en cooperación con otros a la construcción de la objetividad y de la subjetividad se sumará la de la intersubjetividad.
-¿Qué referencias bibliográficas sugiere?
-Hay una serie de textos que están pensados especialmente para estimular la inquietud filosófica. En mi caso, soy autor de cinco novelas para chicos: El libro de las tortugas (Novedades Educativas, 2004), Filomeno y Sofía (Novedades Educativas, 2002), Juguemos a pensar (Ediba, 2007), Juguemos a pensar 2 (Ediba, 2009) y En la Tierra de los dinosaurios (Novedades Educativas, 2004). Para adultos que quieran adentrarse desde un punto de vista teórico en este enfoque puedo sugerir: Filosofía con los más pequeños (Novedades Educativas, 2002) o Filosofía, Niños, Escuela (Paidós, 2007).
Gustavo Santiago es profesor de Filosofía en la Universidad de Buenos Aires. Desde 1994 trabaja en Filosofía con Niños coordinando talleres, formando docentes y asesorando escuelas. Es asesor del programa de Filosofía para niños que actualmente se aplica en muchas escuelas.