El énfasis recae en el sujeto y el proceso de producción. El dispositivo del taller, organizado en sus tres momentos de consigna, producción y cierre, plantea partir de la palabra y transitar la producción artística para luego, en el momento del cierre, volver a ella como nueva producción verbal.
En sus conferencias de introducción al psicoanálisis de 1916, Freud ponía de relieve algunos rasgos comunes a todos los sueños. “En el sueño se vivencian muchas cosas y se cree vivenciarlas, cuando en realidad nada se vivencia, salvo quizás, el estímulo que perturba al soñante. Se vivencia predominantemente en imágenes visuales; ahí pueden entreverarse también sentimientos, e incluso pensamientos;(…) Pero fundamentalmente se trata de imágenes”.
La técnica del psicoanálisis y particularmente la interpretación de los sueños están íntimamente ligadas a la palabra. Escuchemos nuevamente a Freud cuando dice que “parte de la dificultad con que tropezamos proviene de la necesidad de traducir esas imágenes en palabras. <
Nos encontramos así con dos lenguajes diferentes, a pesar de lo cual no nos sorprenden los reiterados intentos de encontrar equivalencias entre uno y otro. Desde nuestra perspectiva, preferimos ubicarnos en el umbral que separa (une) a ambos sistemas, sin requerir de una traslación inmediata o directa que permita pasar de un lado al otro como sucede en las traducciones entre idiomas diversos.
En el arte, dice Lacan, lo que se trata de encontrar no puede ser encontrado deslizándose entre lo real y lo significante, a la manera de un alfarero que modela en torno a un vacío. Como arteterapeutas, nos encontramos en una situación de complementariedad entre los distintos tipos de significantes a desocultar por el integrante del taller: lo oral y lo visual. La palabra ingresa en la producción, la imagen atraviesa las palabras en todo momento. Al mostrarse, al dejarse connotar, la imagen correrá el riesgo de perderse hasta convertirse en palabras, riesgo que da lugar a otras significancias.
Cuando la técnica en un taller arteterapeútico afina con el objetivo terapéutico del mismo, ellas ya son partícipes de relecturas que propicien la apertura a otros lenguajes, o silencios que callen lo que el cuerpo ya expresó. La selección a-priori de una determinada técnica y no de cualquier otra; traza caminos, huellas en la tarea que no deberán ser necesariamente reflexionadas pues son ya “marca” en sí mismas. Señala Julia Kristeva –en su libro Semiotiké- que la escritura (literaria) es una actividad negativa respecto a la lengua, pues transgrede su normatividad, sus aspectos estructurales, semánticos y sintácticos; haciendo funcionar otra lógica. Lógica con la cual la comunicación, la representación y la verosimilitud; nada tiene que ver, pues se realizan en el plano del puro juego y es mas bien una ana -lógica que pluraliza e infinitiza el sentido.
Entonces ¿Por qué hablamos de la importancia de un tercer momento en los talleres de arte terapia? ¿Qué es lo que genera el compartir lo realizado anclando en la palabra? ¿Propiciamos la traducción e interpretación del producto artístico en el taller?
En el taller de arte terapia no sugerimos traducciones, no desocultamos lo hermenéutico de la obra, ni alentamos interpretaciones o facilitamos asociaciones; sin embargo todo ello, sin intervención de nuestra parte, puede suceder al conceder al tercer momento, momento del cierre, un tiempo personal de alejamiento con lo producido - tiempo entre el autor y su obra - y un espacio propicio vinculante para compartir sus pensamientos con los demás integrantes del taller.
-Lic. Silvia A. Schkodnik. Psicóloga y arteterapeuta de la Casa de apoyo familiar “Antilco”.
-Lic. Monica Bottini Lic. en Artes Visuales y arteterapeuta del Hptal. de Día “Hptal. Neuropsiquiátrico Borda”.