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30 DE MARZO DE 2008 | LA SUPERVISIÓN

Dificultades frecuentes en la Supervisón de Terapeutas que se inician

Queremos reflexionar acerca de lo que creemos es uno de los pilares de la labor terapéutica, junto con el trabajo sobre la propia persona y los espacios de actualización teórica. Como en la vida, existen etapas más o menos diferenciadas a lo largo de la práctica psicoterapéutica. Cada una de estas etapas, posee recursos y limitaciones propias a dicho momento.

Por Lic. Gabriela Alvarez Soldati
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El rol de la supervisión debe ir ajustándose a cada uno de dichos estadíos del desarrollo profesional.

¿A quien llamamos terapeuta que se inicia?

Definimos de esta manera a todos aquellos psicoterapeutas que inician su camino profesional, y luego de terminar la formación, comienzan a trabajar en el ámbito clínico.
Nuestros grupos están formados por personas jóvenes recientemente graduadas y personas de mediana edad que han realizado su formación académica en la adultez y comienzan a trabajar en la clínica.
Si bien hay algunas diferencias entre ambos grupos de terapeutas, las configuraciones de experiencias y emociones que aparecen son similares en los ejes que mencionaremos.
La extensión del período inicial varía de persona en persona, especialmente en relación al nivel de inserción laboral que alcance en dicho período.
Cuando el terapeuta comienza a sentir mayor dominio y seguridad en su capacidad de trabajo y comienza a articular un estilo propio, nos está indicando que esta primera etapa está concluyendo, comenzando a veces la búsqueda de otros espacios de supervisión que le brinden nuevas experiencias.
A partir de nuestra experiencia en el Centro de Terapia Cognitiva de Buenos Aires, hemos observado algunas de estas limitaciones y recursos frecuentes en lo que hemos denominado terapeutas que se inician. A partir de esto, hemos ido ejerciendo una modalidad de trabajo con las mismas.

Decidimos clasificar dichas problemáticas en tres ejes que están interrelacionados, pero a los efectos de una más clara teorización creemos conviene diferenciar.

Dificultades Teóricas, Técnicas y de Posición Terapéutica.

La transición del rol de estudiante al de psicoterapeuta constituye un difícil momento lleno de ansiedades, dudas e incertidumbres.
Como especificamos en un trabajo anterior sobre ética y supervisión:
“El largo camino que se necesita para desarrollar un sentimiento de seguridad y competencia, se contrasta con la rápida necesidad de eficacia que se requiere en la labor terapéutica”.
Guy citando a Marmor dice que “...la falta de normas fijas, la necesidad de adaptarse a problemas en constante cambio, la complejidad del material, las dificultades reales que implica la obtención de un éxito, la necesidad constante de hacer correcciones para cubrir puntos oscuros subjetivos, la disparidad entre las limitaciones humanas del terapeuta y las expectativas de sus pacientes y la sociedad son una constante fuente potencial de ansiedad para el psicoterapeuta...”
Nosotros pensamos que esta etapa inicial es crucial para la sana estructuración de una identidad profesional y como todo momento de crisis, encierra tanto posibilidades de desarrollo como peligros inherentes a la confusión vital.
Detallaremos ahora lo que hemos visto acerca de cada una de estas dificultades.


Dificultades Teóricas
Si ustedes conservan fresco el recuerdo, o tienen oportunidad de participar en la experiencia de formación universitaria, verán la impotencia e inseguridad que genera el aprendizaje marcadamente teórico de nuestra profesión.
Las materias constituyen en sí mismas un todo articulado en los planes de estudio, pero sus contenidos no. La diversidad de enfoques y estilos de práctica son tantos, que el nóvel terapeuta no sabe como integrar desde sí tanto conocimiento fragmentado.
Como dijo un colega respecto del congreso mundial de psicoterapia realizado en Bs. As en el pasado 2005 “una verdadera torre de Babel”.
O Como expresó en una nota hecha para una revista de un periódico Héctor Fernández Alvarez, en la que contaba las vicisitudes de un paciente que consultaba a terapeutas de cuatro líneas teóricas distintas, y en la que recibía cuatro indicaciones radicalmente diferentes.
Esto lejos de ser una cruzada a favor de la uniformidad, o una crítica nihilista, es el reconocimiento de una complejidad a la que todos nos enfrentamos y especialmente cuando llega nuestro primer paciente. ¿Desde dónde lo miramos?
Múltiples voces comienzan a resonar en nuestra mente, y algunas de ellas son mutuamente excluyentes. O así lo parecen.
Cuesta entonces establecer un diagnóstico y por lo tanto se hace difícil el diseño de estrategias y técnicas adecuadas para ese paciente en ese momento.
Esta es una de las dificultades centrales con la que nos encontramos en la nuestros grupos: La dificultad de articular en un todo más o menos coherente, múltiples miradas, voces y tradiciones psicoterapéuticas, ya que una de las características de nuestro modelo en psicoterapia es atravesado por el espíritu de integración teórica.

Dificultades Técnicas

Junto a esto aparecen las dificultades técnicas. Relativas a la implementación de estrategias, tácticas e intervenciones. ¿Qué técnica uso? Estoy haciendo todo lo posible? Lo estoy haciendo bien?
La formación con escasísimos ámbitos de ejercicio clínico abonan esta dificultad.
Los terapeutas carecen de aprendizaje específico respecto del uso de diferentes técnicas.
Por otro lado, la tradición dominante en nuestro medio, ha privilegiado casi exclusivamente el insight y la interpretación como herramientas únicas para posibilitar el cambio del paciente. Se ha privilegiado el ámbito de la reflexión y la especulación teórica en detrimento de la acción y la ejecución de ejercicios, tareas y técnicas estructuradas. Inclusive con un prejuicio asociado, que consiste en creer que todo rol activo por parte del terapeuta es nocivo, intrusivo y de hasta dudosa ética.
Todavía hoy los estudiantes universitarios creen que la única vía de cambio es el insight y descalifican de manera casi religiosa el trabajo sobre los síntomas. La creencia de que va a volver aparecer desplazado en otro lugar, porque no se han resuelto las verdaderas causas, es generalizada.
Otro dato significativo es que en practicamente todas las universidades nacionales, se relega hasta la ausencia, el aprendizaje del conductismo, con todo su repertorio técnico incluido.
Entonces, el nóvel terapeuta sale a la realidad clínica “solo con un martillo y viendo todo como si fuera un clavo”.
La realidad no tarda en generar discrepancias y la necesidad de aprender herramientas y miradas nuevas impregna hace varios años el ámbito del nuestro CTC y de otras instituci0ones que ofrecen visiones alternativas al monolítico psicoanálisis.

Dificultades de posición terapéutica

El novel terapeuta debe enfrentar la complejidad clínica y la necesidad de hacerse de a poco un lugar en la comunidad terapéutica. Siente la presión de no defraudar al derivante, de ayudar al paciente y que se vean buenos resultados. En síntesis: demostrarse y demostrar que puede trabajar bien.
El terapeuta que se inicia, carece de la competencia, la integración teórica y la seguridad necesarias para disfrutar plenamente de la práctica clínica. Looney y otros autores hablan de esta fase como de “asentamiento” caracterizada por un significativo grado de stress.
Al decir de Guy “Asumir el rol de psicoterapeuta... es una experiencia absorbente que influye en todas las relaciones interpersonales y en las experiencias de la persona. Hay una interacción contínua entre la personalidad del psicoterapeuta y la práctica de la psicoterapia.
Como dice Sara Baringoltz en sus múltiples trabajos sobre este tema, en todo proceso terapéutico, las características del terapeuta como persona y el tipo de vínculo que establece, son responsables en gran medida del curso de la psicoterapia.
Asumir seguridad en la propia persona como instrumento de cambio y poder confiar en esta herramienta, es un aspectos delicado y difícil en nuestro camino profesional.
Nosotros observamos que los terapeutas, en la totalidad de los casos, necesitan un ámbito de validación, una ceremonia de reconocimiento, en donde el grupo de supervisón, constituye un espacio de autoafirmación y aprendizaje que brinda reaseguro y firmeza en las líneas estratégicas elegidas para trabajar el caso.
Muchas veces el terapeuta ve con claridad la línea de intervención adecuada y le falta seguridad y firmeza para acentuarla.
Parece una dificultad técnica, pero resulta ser de posición terapéutica.

Otras de las dificultades en este eje tienen que ver con los entrecruzamientos entre paradigmas y estilos del profesional y su paciente, cuestión largamente trabajada por Sara Baringoltz, y que constituye uno de los núcleos centrales de la supervisión.
Nosotros observamos que a medida que el profesional va ganando experiencia y seguridad, va siendo capaz de mirar con mayor detenimiento estos aspectos y va siendo capaz de tolerar el hecho de examinarse a sí mismo en el rol, sin que este análisis le resulte demoledor para la naciente autoestima profesional.

La supervisión

Como miembros del CTC y coordinadores del espacio de supervisión para terapeutas que se inician creemos que el trabajo grupal posee claras ventajas respecto de la supervisión individual.

Aporta riqueza, estimula la diversidad de criterios y constituye un ámbito de integración teórico-práctico por excelencia.

Creemos que los espacios grupales de supervisión son marcos ideales de trabajo, y especialmente en esta etapa, pues la visión que se tiene del paciente es más amplia. Por otro lado se escuchan muchas alternativas de acción y existe un enriquecimiento en el que se aprende con los casos propios y ajenos.
Respecto de los supervisores, se equilibran los sesgos en la riqueza de la situación grupal.
Sara Baringoltz refiriéndose a este punto explicita que..”La modalidad grupal permite la aparición de alternativas a través de la visión de los distintos integrantes que aportan sus propias construcciones. El rol del coordinador es el de orientar el trabajo manteniéndolo en el punto óptimo de balance entre un trabajo terapéutico y uno de supervisión, centrándose en la profundización y movilización de aquellas creencias del terapeuta que influyen directamente en el trabajo clínico...”

Intentamos resolver las dificultades teóricas estimulando la generación de alternativas.

Ver que muchos hacen diferentes cosas, que se equivocan, dudan y se angustian, a la vez que resuelven sus dificultades, posibilita al joven supervisando
Disminuir la autocrítica y comenzar a armar un criterio propio en donde los aportes de los otros van constituyendo alternativas de miradas que respetan la propia. No existe un saber único que baje a modo de las tablas de la ley para uniformar al nóvel terapeuta.
Junto con esto la enseñanza de recursos técnicos es otro eje valioso de las supervisiones, constituyéndose el espacio, en un ámbito de entrenamiento.
El supervisor debe brindar un contexto de base segura que otorgue confianza y posibilidades de explorar y crecer, dando la seguridad de la que el principiante carece, pero sin obturar su propio desarrollo personal.
Nos resulta sumamente valioso el aporte de Michael White respecto de la necesidad de que el terapeuta vaya encontrando escenarios validantes de su experiencia como persona y profesional que le permitan una descripción densa del otro y de sí mismo como terapeuta.
Lejos de tentarnos con la necesidad de darles a lo terapeutas todas las respuestas, apostamos a un lento trabajo de integración de miradas y recursos desde lo que cada uno es como persona.
Creemos que si se da un buen desarrollo surge una nueva etapa donde el terapeuta, más afirmado comienza a tener otras necesidades. Ya desde otra posición y más seguro puede comenzar a preguntarse acerca de sí mismo en relación con el caso dependiendo menos del supervisor. Existe una comprensión mas profunda del setting terapéutico que obviamente involucra a la persona del terapeuta.

En el Centro de Terapia Cognitiva,”... uno de los criterios que sustenta nuestra concepción del proceso psicoterapéutico jerarquiza el trabajo cohesionado de equipo como facilitador de un enfoque más amplio, flexible y proveedor de recursos variados, para poder atender las complejas demandas de la consulta de modo más eficaz...”
En nuestros grupos no existe ni la mirada oficial, ni las herejías teóricas o técnicas.
Todo está al servicio del paciente que no entiende ni tiene por qué entender las confrontaciones entre escuelas.
Al decir de Gonçalves en su prólogo al libro de Integración de Aportes Cognitivos a la Psicoterapia:
“esta rica diversidad ha atemorizado a algunos creyentes obsesivos en la necesidad de singularizar y unificar conceptos y las prácticas, olvidándose que es en la diversidad, donde se alimenta el flujo creativo de la existencia...”

Cuando vemos volar a nuestro antes novatos terapeutas hacia otros espacios, más confiados en sus recursos, con más trabajo, y con una imagen más clara de quienes son como profesionales, nos damos cuenta con emoción, que todos hemos pasado a otra etapa.

Autores: Lic. Alvarez Soldati Gabriela y Lic. Cándarle, Javier

Mas informacion:
www.ctc-ar.com.ar

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