Paralelamente, en el inventario de los efectos generados en la humanidad por esta disciplina, durante su corta vida, ya podemos incluir a ese insidioso libro, que para muchos de nosotros, no es otra cosa que un nuevo y oscuro efecto de esa resistencia a la verdad siniestra, provocadora e inaceptable que representa el Psicoanálisis para esta clase de individuos.
El discurso cientificista, por girar inevitablemente solo en torno a lo evidente, genera entre sus partidarios una representación caricaturesca de lo real. Y lo más grave es que esa “prestigiosa ficción” que no se reconoce como tal, no se conforma con coexistir sabia y humildemente con otros discursos, sino que procura monopolizar para sí, el más elevado sitial mental de su masiva feligresía globalizada, y es principalmente a través del fascinante aporte de sus brazos tecnológicos, y de la difusión masiva, como logra acercarse a su delirante y totalitario objetivo. De tal forma, dicho discurso dominante, induce a la población a manejarse solo con su saber, sin mostrarle claramente lo ínfimo del mismo para extensas zonas de la experiencia humana. Con esta mentira por omisión, desautoriza a las disciplinas que se abocan al estudio y teorización de dichos territorios fundamentales de la vida humana, como el Psicoanálisis. Por consiguiente, ese soberbio discurso provoca una peligrosísima situación sintomática para los sujetos humanos, al incitarlos prácticamente a la atención solo corporal de sus padecimientos. Tal vez, gran parte de la desbordante realidad sanitaria (y general) del mundo, represente –en forma abstracta y simbólica–, un intento por parte de la subjetividad de la época de rebelarse de su Amo, reconquistando su deseo.
El Psicoanálisis tiene mucho que decir para alertar al público sobre la ideología subyacente en el discurso pseudo-científico, pero no posee ni remotamente el poder económico y mediático de sus contrincantes.
Indudablemente, que a los cintificistas que pululan por el mundo, es inútil mostrarles en el terreno de las argumentaciones lógicas, lo que por cuestiones pasionales e inconscientes tienen vedado en su “caja negra”. Sería, –valga la analogía–, como querer usar un programa en la PC sin su instalación previa. Felizmente la gente común es “mentalmente” mucho más abierta y sabia, que muchos de estos personajes de “cerebro” totalitario.
El libro negro de la Ciencia
Probablemente la propuesta de “vivir mejor sin Freud”, hecha por los autores de ese oscuro libro, sea una expresión del deseo de “vivir mejor sin inconsciente”, sin el inconsciente que Freud descubrió y que tanto los inquieta. En tal caso, ellos procurarían “mágica y omnipotentemente” (o sea, inconscientemente) deshacerse de dicha instancia psíquica.
Tal vez la clásica escisión entre cientificistas y humanistas no sea otra cosa que una de las maneras en que se expresa la división del sujeto humano. El hombre no dividido, es decir, sin inconsciente, es una gran ilusión de esta época, ilusión funcional al capitalismo salvaje neoliberal que requiere sujetos fáciles de seducir, sin pensamiento crítico, que piensen poco y consuman mucho. Justamente, la eficacia del “discurso único”, aliado a las “resistencias inconscientes” de las personas, hace que el psicoanálisis, la herramienta fundamental para abordarlo y para abordarlas, pierda terreno. Como vemos, una maquiavélica trampa muy difícil de desactivar, y más cercana a la ideología que a la objetividad científica.
Carl Jung decía que: “El racionalismo mantiene una relación de complementariedad con la superstición. Es una regla psicológica que la sombra aumenta proporcionalmente con la luz; así, pues, cuanto más racionalista se muestre la conciencia, más ganará en vitalidad el universo fantasmal del inconsciente”.
El psicoanalísta Jacques-Alain Miller, en un artículo publicado por el diario Página/12, el 11 de agosto de 2006, dijo que: “el deseo del psicoanálisis es cuestionar todas las creencias, todos los fines, todas las nociones de beneficio y aun la noción misma de realidad. Esto quiere decir que la sesión psicoanalítica ocurre en un espacio diferente; (...) no es el espacio común de la comunicación habitual. (...) El modelo de lenguaje de las TCC (terapias cognitivo-conductuales) es exactamente el mismo que el del manual del usuario que suele acompañar a los aparatos; cuando usted compra un electrodoméstico le dan una instrucción inequívoca de cómo encenderlo y apagarlo. Ese es el modelo o concepto de lenguaje utilizado en las TCC. Quizá las personas lleguen a considerar que una máquina es un estado superior de la humanidad. Y si esto sucede, no creo que podamos hacer mucho.”
Todavía no se inventó una forma más genuina de arribar al inconsciente humano que el psicoanálisis. No obstante, pienso que es muy necesaria la convivencia del psicoanálisis con las neurociencias, para que pueda existir una útil complementariedad entre las diversas opciones terapéuticas.
Paralelamente, los científicos vinculados a las neurociencias, estarían –sin saberlo– corroborando cada vez más, muchos de los postulados básicos del psicoanálisis, pero estos investigadores, al pertenecer a otro paradigma, los integran discursivamente de un modo distinto, y por ende no los reconocen como tales; sin embargo, con más eclecticismo y menos prejuicios, se podrían compatibilizar muchos conocimientos.
Aunque si especulamos un poco, podríamos fácilmente invertir la hipótesis anterior. Solo sería cuestión de atribuirles a algunos de los científicos de más prestigio, poder e influencia, una importante y, a la vez, muy factible dosis de sagacidad, intencionalidad y espíritu corporativo. Obtendríamos de ese modo, algo así como “la parte negra de la ciencia”, que sería también un buen título para un libro. Dentro de las hipotéticas páginas de ese potencial best seller, seguramente podríamos entrever cómo el “brazo fundamentalista de la ciencia”, es decir, el cientificismo, habría decidido perseguir inquisidoramente a los herejes psicoanalistas, por atreverse a pensar por cuenta propia, sin acatar la verdad revelada, proveniente de la única fuente de luz y conocimiento: La Ciencia. Además, en el marco de las exponenciales corroboraciones científicas actuales, esos astutos inquisidores, podrían haber vislumbrado en el afianzamiento del psicoanálisis, una gran amenaza a sus intereses corporativos. De ahí a pergeñar “la solución final” en pos de un “mundo feliz”, especialmente en los reductos más infestados de psicoanálisis como Francia y la Argentina, solo hay un paso…, un paso negro.
Jorge Ballario es psicólogo, psicoanalista y escritor. Participó de numerosos cursos y seminarios, asistió a congresos nacionales e internacionales. Es autor de tres libros: Las imágenes ideales, Las ventanas del deseo y Mente y pantalla.