Vi Adolescencia casi de un tirón porque me daba curiosidad el modo en que estaba filmada: plano secuencia desde el capítulo uno al cuatro, esa idea de continuidad y de relato casi documental creo que es una estrategia de los realizadores no solo diferencial sino que también apunta a darle cierto dramatismo “realista” (Gus Van Sant lo había utilizado en Elefante cuando retrató la masacre de Columbine). Y este creo que es el meollo o punto central de toda la serie: la relación del sujeto con la realidad.
La serie está descripta desde el comienzo sobre de qué va: un adolescente de 13 años es acusado de cometer un homicidio de una chica de su misma escuela; luego, este delito, la serie nos las enmarca más bien como un femicidio, especialmente en el capítulo 3 que consiste en la sesión con la psicóloga que está elaborando la pericia forense. Este es el aspecto más sobre la “psicología del personaje” en donde da cuenta de la misoginia del adolescente que la psicóloga busca indagar en sus referentes masculinos (padre y abuelo), pero del cual no encuentra una explicación suficiente.
Pero reitero, creo que lo central de la serie desde el punto de vista psi es la relación que el sujeto establece con la realidad o, para decirlo de otro modo, cómo el sujeto habita la realidad, cómo constituye realidad. Y por lo que todos sabemos, los adolescentes “viven en las redes sociales”, “viven conectados”, esa es su “realidad”. El punto es que se establece una continuidad de lo que sucede en las redes con las personas a lo que sucede cuando nos las encontramos cara a cara o con la presencia de los cuerpos. Incluso entre el lenguaje que ellos utilizan en redes hay una referencia a Matrix (la pastilla roja y la azul), que la utilizan sin saber que proviene de ahí.
Y el gran problema del protagonista central, este adolescente, es cómo subjetivar el acto. Cómo darle un estatuto de acto que lo comprometa en su responsabilidad subjetiva. En términos psicoanalíticos, cómo ese pasaje al acto criminal puede subjetivarse en su responsabilidad, más teniendo en cuenta que se trata de un adolescente de trece años.
También los padres padecen las consecuencias de ese acto, para los cuales la realidad se les impone y saben que no pueden escapar de ella.
Me parece valorable un diálogo final de la pareja, en donde tratando de buscar causas y recriminándose qué hicieron mal con este hijo, dan cuenta que fueron los mismos padres que con su otra hija.
Por último y no menor, también lo que impactó muchísimo del personaje central de la serie, es que con tan pocos años haya sacado conclusiones tan desoladoras de su vida. Dicho de otro modo, situarse como el hijo de un plomero que nunca va a tener éxito con las mujeres porque es feo (y pobre), esa conclusión tan aplastante a su edad, creo que es parte de los motivos de su odio al mundo que muestra esta serie.
Gabriel Artaza Saade es Psicoanalista, escritor y cinéfilo.
Fuente: Pagina 12