-¿Qué características particulares tiene la Residencia Ex Montes de Oca?
-La RISaM Ramón Carrillo cumplió recientemente 20 años. Se creó en dicho hospital nacional (ex Colonia Montes de Oca) para acompañar el proceso de transformación institucional que se estaba gestando. El objetivo era formar profesionales que pudieran formar parte y aportar a las profundas transformaciones que se estaban generando a nivel de las prácticas, los modos de pensar, mirar y tratar a la locura y a la discapacidad. Pero al mismo tiempo, la presencia de les residentes en los distintos servicios tenía efectos de interpelación y cuestionamiento de lo instituido en les trabajadores de la institución, lo que también aportaba a ese proceso de transformación.
-¿Qué valor tiene la interdisciplina allí?
-El rasgo central -histórico- de esta residencia es la interdisciplina, que implica la horizontalidad y democratización de los saberes de las distintas disciplinas implicadas en los tratamientos y rehabilitaciones. Veníamos de una historia en la que el/la médica/o psiquiatra era el protagonista central, quedando las demás disciplinas en un lugar de “auxiliares”. La interdisciplina se vuelve necesaria porque los problemas que atendemos son complejos y necesitan respuestas complejas. Creo que la interdisciplina aloja lo complejo, nos obliga de buena manera a pensar con otrxs las respuestas que inventamos cada vez, también incluyendo la voz de les usuaries. Hoy se está hablando cada vez más del lugar de les pares en la recuperación, y también se debate hasta qué punto formalizar ese “saber” por experiencia que tienen les pares. Quizás mañana estemos hablando de que se formaliza esa “disciplina” del saber de les pares. Hoy en día la voz y deseos de les usuaries y pares tiene un lugar central. Se trata de un cambio muy subversivo, de pasar de la centralidad del médico/a a la centralidad de le usuarie.
-¿Hay implicación de las familias?
-El lugar de las familias es importante y necesario. La necesitamos como lugar de contención afectiva, para que aporte a la reconstrucción de la historia del padecimiento que muchas veces -sobre todo en los primeros tiempos- es muy difícil hacerlo solo con el material que aporta quien se encuentra desbordado/a por el padecimiento o se encuentra en estado agudo. En mi historia como trabajadora hemos conceptualizado de distintas maneras a la familia, pasando de un modo ideal, el mandato de que la familia debería ocuparse, no abandonar a su familiar padeciente, a una concepción más real o posible. Hay que decir que por lo general se trata de familias con un largo recorrido de padecimiento, de no conseguir tratamiento adecuado y temprano para su familiar, de peregrinar por distintos espacios por lo general públicos. Creo que históricamente hemos puesto mucha carga ideológica en las familias, lo que se entiende por el hecho de que gran cantidad de la población que vive en estas instituciones está desamarrada de sus familias, por lo que después de la rehabilitación y recuperación ya no hay donde volver. Con el tiempo, y en este proceso de “des-idealizar” a las familias, hemos entendido que a veces la familia no puede o no es el mejor lugar al cual volver y hay que construir otro posible. También es algo a trabajar con les usuaries, quienes no ven otra salida posible si no es con su familia, y esto se convierte en un obstáculo cuando esa familia no quiere re-alojarles. En resumen diría que el lugar de la familia es importante, como lo es para cualquier humane, pero no central. Nuestra centralidad siempre es el sujeto que padece, que como sujeto no es sin el lazo a otros. Pero ese lazo no es solo lo familiar, es también lo social.
-¿Qué abordaje psi proponés en la discapacidad?
-El abordaje “psi” depende esencialmente de la orientación que tenga. La práctica de la psicología no puede pensarse sin un marco que es el que le da la orientación ética a la práctica. En mi caso ese marco es el psicoanálisis y la salud mental comunitaria. Desde este marco diría que el abordaje que se propone, en términos generales, es el mismo que para cualquier persona que nos consulta, es suponerlo sujeto. Son personas que por lo general vienen en un lugar tutelado, de sobreprotección, de recorte de sus derechos. Se les suele infantilizar, suponer que no van a poder, que se les recorta el ejercicio de la sexualidad, de la ma/paternidad. Se les priva de todo lo que tiene que ver con ese concepto tan precioso que es la “dignidad del riesgo”, esto es, del derecho a equivocarse, a tomar sus propias decisiones y hacerse cargo de las consecuencias de estas. En este sentido, el psicoanálisis tiene un valor de gran utilidad, ya que les psicoanalistas estamos “entrenados” para corrernos del lugar de saber y de sujeto para dejarle ese lugar vacante para quien nos consulta. Esto, en el caso de la discapacidad intelectual, tiene un valor adicional, ya que son personas que padecen por un “no saber/poder” radical. Y nuestro lugar, para hacer una diferencia, no es decirle lo que tiene que hacer, sino oficiar de apoyo para que esa persona pueda encontrar su propia manera “diversa” de hacer las cosas. La lógica de los “apoyos” ha sido revolucionaria en este sentido para el abordaje de la discapacidad. Sobre todo porque de alguna manera democratizó la discapacidad: todes necesitamos de apoyos, no solo la discapacidad los necesita.
-¿Qué lugar toma la educación en la discapacidad?
-Aquí es obligación citar a una referente que para mí ha sido central y siempre que tengo la oportunidad la reivindico, se trata de Maud Mannoni. Es una psicoanalista francesa que ha escrito un libro que es referencia obligada -o debería serlo- para tode psicoanalista que se interese por el campo de la discapacidad, “El niño retardado y su madre”. Mannoni ha tenido el gran valor de ser una de las primeras psicoanalistas que le dio un tratamiento psicoanalítico a la discapacidad intelectual, lo que en aquel momento aún se nombraba como “retardo o retraso mental”. Este “retardo” se ha conceptualizado como retardo de unas capacidades cognitivas respecto de una “media”, una medida respecto de la cual el sujeto está en “déficit”. Justamente al instalarse la educación como obligatoria en el siglo XX, las instituciones escolares comienzan a encontrarse con niñes cuyo procesos educativos no “encajan” con la mayoría, o no se ajustan a lo “esperado”. Estas divergencias generaron la introducción de la psicometría, y comenzaron a ser conceptualizadas como deficiencia o discapacidad, que en términos generales es un funcionamiento diverso a lo que en cada época se considera como “media” o “norma”. El “tratamiento” para estxs niñes que no encajaban en la media fue la educación “especial”. Y aquí Mannoni nos dijo algo imponente, la deficiencia de esxs niñes se pretendía llenar con educación -especial-, es decir, completando el agujero de saber y poder. El abordaje que ella proponía era justamente devolverle -o construir- el lugar sujeto. Esto implica -y aquí de nuevo el valor de la interdisciplina- no denostar el lugar de lo educativo, la educación es importante, sobre todo en su rol de formador de ciudadanes sociales, sino que el psicoanálisis oriente su práctica en el sentido de preservar el lugar sujeto, preservar ese vacío para hacer lugar a un deseo posible y desde ahí construir un proyecto propio, diverso y único.
Lic. Emilse Perez Arias es Lic. Psicología UBA. Psicoanalista y supervisora clínica. Especialista en Psicología Clínica y en Salud Mental Comunitaria. Diplomada en Discapacidad y Sexualidad. Residencia completa en Psicología Clínica de la RISaM del Hospital y Comunidad Ramón Carrillo. Psicóloga en dispositivos de internación y Consultorios externos en Hospital y Comunidad Ramón Carrillo. Ex- instructora de Psicología de la RISaM y ex-integrante del equipo de Docencia e Investigación en Hospital y Comunidad Ramón Carrillo. Integrante del equipo CIAF Salud Mental. Autora de diferentes publicaciones en libros y revistas, sobre psicoanálisis, salud mental y discapacidad.