-Con la Pandemia las sesiones on line se volvieron la única modalidad de trabajo. ¿Cómo se resignifican los contenidos del libro, escrito en un momento de prepandemia?
-El efecto del virus ha sido poner en primer plano la Terapia Virtual. Cuestionada por la ortodoxia psicoanalítica que la veía como una técnica auxiliar, que compensaba inconvenientes en concurrir a las sesiones presenciales, o reparaba las inevitables distancias geográficas. La prueba es que con cualquier encuadre o técnica se puede interpretar el inconsciente si el analista trabaja con la transferencia y la asociación libre además de los señalamientos. Según un adagio griego toda crisis es ruptura y superación. La angustia frente a lo desconocido genera una oportunidad.
Efecto pandemia de la noche a la mañana la terapia virtual adquirió una visibilidad masiva y todas las plataformas: Zoom, Jits, Skype, etc. pasaron a ser la novedad radical. Se produjo el instante del giro copernicano, un relevo del paradigma clásico en menos de una semana, tan sorprendente como imposible de simbolizar. Cambios que transforman el mundo en la medida que cambian los modos de habitarlo y que llegaron para quedarse.
Sucede que analistas muy experimentados se revelan noveles y con cierta torpeza, frente a la modalidad de las plataformas que tienen un acceso y funcionamiento complejo. Surgen los interrogantes: ¿Qué transferencia está en juego? ¿Qué pasa con el comienzo de la sesión? ¿Quién llama a quién?
Habituados al bullicio del consultorio nos sorprende el lento ritmo de las sesiones virtuales con un inevitable tiempo inicial de adaptación técnica. La realidad se achata. La ausencia de vida fuera de la casa, la reducción del mundo exterior, empobrece las temáticas de nutrición vincular. Esto genera un clima de repetición, de aburrimiento. En un grupo se mencionó la película “El día de la marmota”, estamos paralizados, no hay novedad para contar, existe el riesgo que el fantasma de la peste se instale entre nosotros y arrase la terapia. Cómo inyectar vida, deseo, o proyectos cuando no sabemos cuánto durará y cómo será la existencia después, que quedará vigente.
Como grupólogo veo difícil reunir a los grupos después de la cuarentena en el consultorio porque no hay distancia de metro y medio si son seis u ocho integrantes y además predomina la desconfianza con cierto tono persecutorio respecto de dónde estuvo cada uno, cómo saber si no es un portador sano, por ejemplo. Es posible que los grupos virtuales continúen en forma indefinida o se alternen con los presenciales formando grupos mixtos. Freud y Lacan no conocieron Internet y todas sus teorizaciones se basan en la terapia presencial. El contexto tecno-digital ha alterado el psiquismo y los conceptos de espacio, tiempo, cuerpo y lenguaje.
¿Dónde está el cuerpo en la virtualidad? Si salimos de la clásica dicotomía presencia-ausencia podemos pensar en “corporalidades” como vivencias de habitar la escena virtual o en cuerpo vibrátil (Bifo Berardi). El cuerpo existe más allá de la pantalla y la conectividad produce efectos sensoperceptivos, gestuales, semióticos compartidos, quizás el sexo virtual sea el ejemplo más fácil de entender.
-¿Qué nos pasa como seres humanos en este contexto de aislamiento y distanciamiento social?
-La pandemia y el confinamiento producen una afectación simétrica entre analistas y pacientes integrantes del mismo colectivo. En los grupos predomina la fantasmática del contagio con el miedo a la muerte como escena final pero angustia más la desocupación, que en los terapeutas está algo oculta porque no saben con cuántos pacientes cuentan o no se atreven a decir. Pasar de lo presencial a lo virtual sin elaboración, y en forma inmediata, es como una migración tan real que todos huyeron del trabajo que pasó a ser un lugar inaccesible y nostálgico, a sus casas. Es importante rescatar las historias singulares de cada uno pues la vida continua y las pequeñas anécdotas de pareja o familia recuperan el deseo y los proyectos imaginarios cuando la pandemia termine.
Los parámetros del siglo XXI han cambiado nuestra forma de vida más allá de la pandemia. La aceleración de la esfera informática con las revoluciones tecnológicas y biogenéticas tiene una doble lectura como toda transformación virtudes y desmesuras. En los seres humanos avanza lo maquinal, la técnica está implantada en el cuerpo los celulares, continuidad de las manos, que con una simple operación pueden ubicarse en el antebrazo, serían los próximos transformadores del psiquismo cuyo paso siguiente consistiría en la mutación del cerebro humano con el comercio de pensamientos que perderían su opacidad hacia adentro y hacia afuera, se podrán tanto leer como inyectar. Si esto sucediera, el ser humano sería una verdadera Máquina deseante, arribaríamos a Cyborgs más complejos con profundas modificaciones del cuerpo que generarían humanos tecnificados exentos de enfermedades y del paso del tiempo, desafiando la mortalidad.
-El libro relata escenas de la clínica grupal ¿Cuándo y cómo comenzaste con esta modalidad?
-En el año 2008 siendo profesor titular de Teoría y Técnica de Grupos en UCES presenté un Proyecto de Investigación para realizar una terapia de grupo virtual con pacientes de todo el mundo en habla castellana. Llevaba varios años atendiendo grupos terapéuticos y en la década del 90 recibí a una mujer muy depresiva porque su único hijo se había ido a España. Decidí entonces hacer una conexión con los precarios sistemas de la época y logré armar una sesión familiar muy conmovedora donde la madre pudo ver por primera vez a su hijo con una novia madrileña. Estas entrevistas curaron su depresión y me despertaron el interés científico de hacer esta experiencia con grupos. El proyecto fue aprobado y comencé un grupo que duró 4 años (2009-2013) con pacientes diversos de España, Brasil, Colombia, Uruguay, Buenos Aires y provincias argentinas que al principio era muy móvil, los pacientes duraban tres meses y luego se formó un grupo estable hasta su finalización como establecían los tiempos del Proyecto. Al año siguiente (2014) escribí un libro: Terapia de Grupo Virtual Curarse por Internet relatando la experiencia clínica con aportes teóricos y cuentos literarios.
-¿Qué beneficios encontraste en la virtualidad?
-En la era prepandemia en el caso de pacientes individuales la terapia virtual hace 10 años resolvía una serie de problemas que ahora resultan comunes. El motivo de la paciente mencionada fue la ruptura de los lazos familiares y los efectos psíquicos de la migración que afectaron tanto a ella como a su hijo. En esa época otra ventaja de atender pacientes a distancia era porque en los pueblos chicos por razones de confiabilidad los pacientes no querían atenderse con los terapeutas del lugar que encontraban en el supermercado. Otras razones en pacientes que migraban era la ausencia de códigos culturales con los psiquiatras de ese país y preferían seguir la terapia con un analista ligado a la lengua natal.
Otros logros es que permitía un intercambio con habitantes de diferentes etnias, culturas, costumbres, tradiciones que permitía un acercamiento a lo extraño/desconocido del otro ser humano y generaba lazos de empatía y solidaridad. Desde el punto de vista económico permitía un ahorro de tiempo y dinero al suprimir los viajes, situación actual con la pandemia.
La llegada de los celulares al consultorio al principio resistida por los analistas generó un sistema de terapia dual presencial y virtual en la etapa prepandemia.
Los analistas empezaron a preguntarse cuántos pacientes tenían ahora en sesión: como no había fronteras adentro/afuera y el diván dejó de ser un lugar aislado y protector la realidad externa irrumpió en la sesión, mediante audios, mensajes de texto, fotos, llamadas al toque, etc. En la terapia de pareja cada uno traía al analista videos o escuchas de las discusiones donde siempre la culpa la tenía el otro “mire lo que me dijo”, “así me trata, acá se hace el santo” el analista corría el riesgo de convertirse en abogado de una de las partes y perder su lugar reflexivo.
-¿Cómo caracterizas el encuentro virtual?
-Hay un fenómeno que denomino terapia de espejos múltiples, porque en aquella época era una novedad mirar en forma simultánea las caras de todos los pacientes incluso la mía en la pantalla, la gente se asombraba era un fenómeno extraño compartir la pantalla y sobretodo verse mientras hablaban, situación absolutamente novedosa respecto a la terapia presencial y que producía un clima de euforia con risas y chistes.
Otro fenómeno es la terapia de rostros bergmanianos por los primeros planos del director sueco ya que se observaban en detalle los rostros de los pacientes mejor que en el consultorio. La virtualidad está mediatizada por las máquinas, en ese sentido hay una simetría entre pacientes y analistas todos dependen de los algoritmos cuando el sistema falla no hay terapia posible y esto tiene un efecto en el encuadre que antes lo determinaba exclusivamente el terapeuta. Este tipo de terapia puede favorecer las resistencias de los pacientes que suelen entrar o salir en cualquier momento o estar realizando otras actividades al mismo tiempo o conectarse con otras redes sociales.
Carlos Pachuk es médico y psicoanalista vincular (grupos, pareja, familia). Expresidente (2005-2007) de la Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo (AAPPG). Profesor titular de la maestría de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (APdeBA) en la materia Esterilidad, Adopción y Fertilidad Asistida (2003 a la fecha). Profesor titular de UCES, en la materia de grado Teoría y Técnica de Grupos Terapéuticos (2005 a la fecha). Profesor titular en la Universidad de Mar del Plata en la materia de posgrado Perspectivas Vinculares (2007 - 2009). Compilador del Diccionario de Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares (1998). Coautor de los siguientes libros: La pareja: encuentros, desencuentros, reencuentros (1996); Los hijos de la fertilidad asistida (2001); Psicoanálisis vincular: curarse con otros (2010); Familias y parejas: psicoanálisis, vínculos, subjetividad (2011).