Para empezar, como su nombre lo indica, los abordajes Transdiagnósticos se tratan de tratamientos o terapias psicológicas científicas (es decir, basadas en investigaciones de diferentes constructos cognitivos con su respectiva medición), donde sus blancos de tratamiento apuntan a los procesos cognitivos que tienen en común distintas problemáticas como el espectro ansioso, depresivo, entre otros. Esto comienza a emerger, como una nueva perspectiva dentro del campo de la Psicología, debido a que, en la clínica, cada vez más, se observa una alta comorbilidad (concurrencia de dos o más trastornos) entre algunos diagnósticos como la Depresión y la Ansiedad y, en menor medida, el estrés.
¿A qué nos referimos con el blanco en este tipo de tratamientos?
Usualmente la TCC “tradicional” apunta a la reestructuración cognitiva, es decir, a modificar los modos esquemáticos erróneos/disfuncionales (Beck, 2012) de procesar la información: distorsiones cognitivas. Pues, desde el abordaje transdiagnóstico, el foco está orientado a los procesos y mecanismos puestos en marcha para relacionarnos con los propios contenidos de pensamientos, considerando a los mismos como hechos y/o productos per se y no como la realidad en sí misma, separando el self (persona) de los pensamientos.
Sin embargo, para que esto pueda llevarse a cabo, es necesario que la persona pueda hacer uso de la metacognición: ser consciente de los propios procesos de pensamientos/información y, así, poder registrar las distorsiones cognitivas asociadas a su problemática y, por ende, generar modos de afrontamientos más adaptativos y funcionales.
Para que esto pueda llevarse a cabo (principalmente si hablamos de sujetos que padecen algún tipo de trastorno) serán necesarios el aprendizaje y la psicoeducación (y, como siempre, la alianza terapéutica) como variables claves para llevar adelante un tratamiento efectivo.
Este punto de inflexión en la Ciencia, entonces, identifica factores, procesos (adaptativos y desadaptativos) y/o mecanismos que subyacen a más de un trastorno emocional y/o mental, surgiendo, de este modo, un nuevo enfoque científico prometedor, orientado a cambios terapéuticos desde los procesos de pensamiento en lugar de los contenidos de los mismos. Para ello, es importante tener en cuenta los hallazgos de la Neuropsicología en referencia a diferentes aspectos de la cognición: atención, memoria; factores que tienen que ver con el procesamiento de la información y la relación de la persona con eso.
El foco en este nuevo panorama, entonces, se ubica del lado de la mediación y la moderación de los procesos, entendidos estos como aquello subyacente a un Trastorno. Volviéndose, de esta manera, como los mejores predictores de resultados y cambios en un tratamiento.
Son estos procesos (cognitivos, conductuales y fisiológicos) los que se deben modificar (ya sea cognitiva y/o conductualmente) para alcanzar los cambios y objetivos terapéuticos, siendo los mismos inmediatos y a largo plazo, a la vez, dinámicos, múltiples (se los debe ir priorizando) y progresivos.
Por otro lado, estos procesos están asociados a predicciones (cambios terapéuticos) que pueden ser puestos a pruebas de forma empírica (con explicaciones funcionales y causales) en la medida que se vaya avanzando en el tratamiento (por este motivo, las metas clínicas son progresivas).
Si nos referimos a paralelismos, se podría decir que se inicia un traspaso del enfoque categorial (por diagnósticos: DSM y CIE) a uno dimensional. Y de un enfoque nomotético se pasaría a uno ideográfico, basado en el análisis funcional: analizar las conductas que constituyen el núcleo del problema del/la paciente, que lo generan y/o mantienen; sus antecedentes y sus consecuentes junto con el contexto en el que se dan.
Más allá de la peculiaridad de atravesar dos o más diagnósticos, este abordaje propone entender a los mismos a partir de (como se mencionó previamente) los procesos cognitivos y conductuales, subrayando las vulnerabilidades y patrones de respuesta que disparan y mantienen los síntomas; base etiopatogénica causal y de mantenimiento de los Trastornos.
Considerando esta variable (análisis funcional), comienza a tener interés una perspectiva biopsicosocial que tiene en cuenta la cultura y la situación de cada caso, dando lugar a un uso contextual de los procesos para resolver los conflictos. Priorizando, así, el contexto y los moderadores de cambios, en lugar de la eficacia y efectividad de cada protocolo específico para cada Trastorno.
Lo que se propone, de esta manera, es observar qué tratamiento sirve más para cada caso, según el análisis funcional. Por ejemplo, para alguien con un Episodio Depresivo Mayor clásico, será más eficaz la TCC tradicional, mientras que a un/a paciente que presente comorbilidad con Ansiedad, por ejemplo, probablemente le sirva más una terapia del corte ACT.
Protocolos específicos o generales
De esta manera, comienzan a emerger dudas sobre la validez y utilidad de los protocolos específicos para cada trastorno. Si bien la TCC es la terapia con mayor eficacia, eficiencia y efectividad (de forma empírica), esta nueva dinámica de tratamiento comienza a generar entusiasmo, al pensar en protocolos más integrados en lugar de específicos para cada Trastorno.
Se pretende abordar los casos desde un enfoque más integrador, que apunta a una red causal compleja.
Sin embargo, la propuesta no tiene que ver con dejar de lado las clasificaciones diagnósticas, sino con integrarlas e incluirlas mediante relaciones funcionales entre los procesos genéricos y específicos (como se detallará más adelante).
Lo que entonces se propone es un protocolo transdiagnóstico, focalizado en la interacción sentimiento-pensamiento-conducta. Este protocolo supone módulos nucleares de protocolo: manejo de las reevaluaciones erróneas mediante reestructuración cognitiva, identificación y prevención de la evitación emocional y exposición situacional. Este protocolo es considerado como unificador e integrador de diferentes procesos y factores psicopatológicos comunes a distintos Trastornos.
David Barlow, por su parte, ha creado el “protocolo unificado” para abordar los trastornos emocionales.
Cómo abordar las diferentes dimensiones consideradas
Por otro lado, así como se habla de jerarquías en cuanto a objetivos terapéuticos, lo mismo sucede en relación a los factores dentro de la multifactorialidad de la clasificación dimensional por sobre la categorial. Estos factores, al ser variados, deben ser jerarquizados en generales y específicos. Siendo los generales para dimensiones presentes en más de un diagnóstico y específicos para síntomas más particulares, propios de determinados Trastornos.
Por ejemplo, se puede considerar a la Afectividad Negativa como un factor general de la Ansiedad y la Depresión. Por su parte, a la Afectividad Positiva se la tiene en cuenta como dimensión específica de la Depresión (bajo afecto positivo) y a la Hiperactivación Fisiológica, como factor específico propio de la Ansiedad.
Detalles no menores
Otro punto relevante considerado por este enfoque es la posibilidad que un Trastorno puede cambiar su presentación clínica o incluso complicarse con otro/s.
Como en cualquier terapia basada en evidencia, es importantísimo el buen entrenamiento del/la lxs psicólogx/s y continuar la investigación en ésta área mencionada.
Referencias bibliográficas:
-Apuntes de la Conferencia del Doctor Eduardo Keegan en “Jornada sobre métodos, técnicas y evaluación de procesos”. Disertación basada en el paper: S. Hoffman & Hayes, S (2018). The future of intervention science. Process-Based Therapy. Clinical Psychological Science. Mayo de 2018. (Jornada organizada por Asociación Argentina de Terapia Cognitiva- AATC, el 26 de Octubre 2018).
-Apuntes de clase online gratuita sobre Metacognición. Dictada por el Lic. Diego Herrera, director de E.I.C.C: Equipo Interdisciplinario Cognitivo Comportamental: www.eiccomportamental.com.ar, https://www.facebook.com/eiccomportamental/.
-Chorot, P., Sandín, B., Valiente, R. (2012). Revista de Psicopatología y Psicología Clínica Vol. 17, N°3, pp 185-203: Asociación Española de Psicología Clínica y Psicopatología.
-Clark, D. A., & Beck, A. T. (2010/2012). Terapia cognitiva para trastornos de Ansiedad: Ciencia y práctica. Bilbao: Desclée de Brouwer.
-Hayes, S., & Hoffman, S. (2018). Process - Based CBT: The Science and Core Clinical Competencies of Cognitive Behavioral Therapy. New Harbinger Publications.
-Toro RA, Beltrán K, González L, Sabogal A, Reyes K, Guerrero L. Variables transdiagnósticas como predictoras de los problemas emocionales y afectivos en una muestra colombiana. Duazary. 2018 mayo; 15 (2): 143 - 155. DOI: http://dx.doi.org/10.21676/2389783X.2108
Por Lara María Velázquez es Lic. en psicología (UBA). Orientación TCC.