-¿Qué implica ser analista en estos tiempos?
-En Ser analista hoy pretendí dar cuenta de una práctica. Quien escribe es un hombre de cierta edad. Quizá de ser mujer, escribiría distinto. Un hombre cuyo trabajo es ser psicoanalista, algo enterado de lo que pasa fuera del consultorio. Desde allí doy mi versión, versión responsable porque esa es la que me compromete. Como resultado de acontecimientos históricos, cambios tecnológicos, modificaciones de las formas familiares han cambiado los modos como los hombres sienten, piensan y actúan. Empiezo por preguntarme: ¿Cuáles son las metas o modelos de estas diferencias culturales? ¿Qué códigos apoyan estos ideales y cuáles son sus consecuencias en la subjetividad?
¿Cómo construir un psicoanálisis contemporáneo, abierto a los intercambios con otras disciplinas y al desafío que impone cada coyuntura sociocultural, sin por ello perder especificidad ni rigor? ¿Cómo producir un pensamiento teórico que, siempre anclado en la clínica, sea capaz de desafiar los dogmatismos y las falsas seguridades de parroquia?
Confluyen en nuestra praxis la escucha y lo que se ha incorporado del sistema conceptual y determina cuánto hay de audible y de inaudible así como las representaciones, imágenes, vivencias que produce el estar sumergido en la relación transferencial. Un psicoanalista es alguien que se inscribe en una trayectoria, que inscribe día a día, cuando procesa sus lecturas, su experiencia clínica, su propio análisis, su participación en diversos colectivos. Procesando y siendo procesado, va complejizando su escucha.
Una de las causas del actual malestar del análisis es la grieta entre la praxis de todos los días y una producción escrita redundante. En los intercambios clínicos no se habla de lo que se hace sino de lo que se debe hacer. La clínica actual nos lleva a conjugar rigor metapsicológico y plasticidad técnica en lugar de técnica rígida y ambiguos fundamentos. Los fundamentos no son dogmas sino ideas-fuerza, ideas para producir ideas.
Tengamos una buena relación con la teoría, que no es un objeto inerte y puede atropellarnos. Los atropellos se llaman “teoricismos”. Y una buena relación con la práctica, tan necesitada de un sinceramiento. Hablemos con los psicoanalistas practicantes. Ellos tienen la responsabilidad de poner en acto la virtualidad de las teorías. Son sus palabras y sus silencios los que alivian o “curan” a un sujeto sufriente.
El psicoanálisis no sólo consiente diversas líneas teóricas y diversas prácticas sino que sobrevive gracias a ellas. Winnicott, Klein, Lacan, Kohut, Piera Aulagnier, Green y muchos otros fueron y son imprescindibles. Lo instituyente repercute sobre la práctica y ésta cuestiona los fundamentos. Es una lectura crítica que reconoce distintos ejes conceptuales. Lectura que mantiene la interrogación constante.
Analizar es escuchar con atención flotante, representar, fantasear, experimentar afectos, identificarse, recordar, autoanalizarse, contener, señalar, interpretar y construir. Siempre fue complejo. Siempre hemos convivido con lo impredictible, lo azaroso, el desorden; con el azar y el determinismo. Ahora somos más conscientes gracias a los filósofos de la complejidad. Un psiquismo totalmente determinado no podría albergar nada nuevo y un psiquismo totalmente abandonado al azar sería sólo desorden, no constituiría organización ni accedería a la historicidad.
Un psicoanalista es singular cuando su clínica y sus otras producciones lo muestran, no cuando detenta un rasgo diferencial hecho de emblemas y fueros. Privilegiamos inevitablemente ciertos aspectos de la teoría. En la clínica, en cambio, el que privilegia es el paciente y nosotros somos tan todo-terreno como podamos con la única restricción de nuestra capacidad.
-¿Cómo incluye las teorías de la complejidad en la clínica?
-Hace mucho que recurro a la teoría de la complejidad. Me permite salir de las encerronas, por ejemplo entre determinismo y azar, entre sistemas abiertos y cerrados entre historia recursiva y lineal. En pocos casos el sujeto es un sistema cerrado, condenado a la repetición.
¿Cómo es hoy nuestra subjetividad? ¿Un mecanismo de relojería, como lo era en el siglo XVIII? ¿Una entidad orgánica, como en el XX? Hoy la metáfora para entender la subjetividad es la de flujo turbulento. Para estimularnos tomaron protagonismo el “flujo turbulento” y lo no predecible. En matemáticas, irrumpió la geometría fractal. En termodinámica, se privilegiaron los sistemas fuera del equilibrio. En biología, la teoría de los sistemas autoorganizadores productores de orden a partir del ruido.
“Lo social se incluye en la subjetividad y viceversa”. ¿Quién podría negarlo? Se trata de analizar los condicionamientos sociales sobre la historia individual. Sólo así tendemos a una visión compleja de los conflictos “personales”. Estamos incluidos, inmersos en un cóctel de contradicciones sociales, psicológicas, culturales y familiares. Pero podemos desincluirnos deslindando los elementos de una historia propia y los que se comparten con aquellos que han vivido situaciones similares. Desincluirnos no es aislarnos.
Necesitamos ideas-herramientas que se adecuen a la clínica, que nos urge, que nos desborda desde hace tiempo. El consultante actual es un sujeto maltratado, con sufrimientos devastadores, con falta de proyectos. En el sufrimiento presente se ve la incidencia de lo socio-cultural: el desempleo, la marginación y la crisis en los valores e ideales. La degradación de los valores colectivos incide sobre los valores personales, instituidos en la infancia pero siempre resignificándose.
Los duelos masivos y traumas hacen zozobrar vínculos, identidades y proyectos personales y colectivos. Si ustedes quieren eludir estas crisis, tendrán que encerrarse en un bunker al que no llegue el afuera, sus turbulencias diversas, sus duelos masivos. Hemos vivido en Argentina “dentro” de esa crisis multidimensional (política, social, económica y ética) que nos asedia en las últimas décadas.
La historia no es mera repetición, ni despliegue de lo ya contenido en el pasado. Incluye acontecimientos que no están predeterminados. El ruido, el azar, el otro, lo distinto son las fuentes de novedad y vías para el aumento de complejidad. No existen sólo sistemas cerrados y cerca del equilibrio sino también sistemas abiertos para los que el equilibrio significa la muerte. Postular el sujeto como un sistema abierto permite repensar la realidad. Los encuentros, vínculos, traumas, realidad y duelos autoorganizan al sujeto. La subjetividad solo es pensable inmersa en lo sociohistórico. Es producto de una interacción constante entre lo “biológico” y lo “social” a través de la cual se construye la historia.
Lo que mantiene unida a una sociedad son sus ideologías y prácticas sociales, que incluyen normas, valores, lenguajes, herramientas, procedimientos y métodos de hacer frente a las cosas y hacer cosas. La vida es vida en sociedad, conflicto, lucha. A esa incomodidad inherente a lo humano Freud la llamó “malestar en la cultura”. Cada época tiene el suyo. Y en cada época el psicoanálisis tiene que vérselas con el malestar. Para lo cual no debe deponer el pensamiento como instrumento crítico-creador. El psicoanálisis tiene, como todo dominio científico, autonomía relativa; pero si no establece fecundos intercambios con aportes procedentes de otras disciplinas, corre el peligro de convertirse en autista.
Una teoría compleja requiere una recreación intelectual constante. Sus simplificaciones son meramente tecnológicas, operativas, y suelen desembocar en un peligroso recetario técnico. Contra el dogmatismo no hay vacunas, apenas precauciones. Prioritario es cuidar a las nuevas camadas, generando espacios de producción donde desde el comienzo los “aprendices” se arriesguen a ser productores y protagonistas del avance del psicoanálisis.
Estar dispuesto a los imprevistos es la única manera de conducir un tratamiento. Freud, comparando el psicoanálisis con el ajedrez, decía que entre el principio y el final de la partida había una tierra incógnita. Analizar supone modificar la acción en función de nuevos elementos que van surgiendo. Supone una estrategia.
El psiquismo es un sistema abierto autoorganizador que consigue transformar ruidos desorganizantes en información complejizante. Y esto es lo que define a los sistemas complejos: ya que convierten a los ruidos-traumas no en disgregación sino en complejización.
A veces el determinismo causal absoluto da la cara y postula. A veces se cuela de contrabando, sin explicitación. Implica que todo fenómeno puede ser predicho. Como lo nuevo no puede ser predicho, esas teorías y esas prácticas no admiten lo nuevo, lo borran.
Si las relacionamos con “sistema abierto”, sacamos a las “series complementarias” de cierto congelamiento, de cierto sentido común. Disposición, infancia e historia actual. ¿Cuánto incide cada serie en cada paciente? Aun aceptando que las primeras respuestas sean variadas en seguida tendremos que trabajar la diversidad. Observemos que las primeras respuestas son tajantes, reduccionistas. Lo fundamental es lo disposicional o la infancia o la actualidad. Sin embargo, he mostrado que la actualidad suplementa, en vez de complementar. No desencadena meramente lo que ya estaba latente, en potencia. La causalidad es recursiva, no va solamente del pasado al presente.
-¿Por qué eligió al caso Günter para presentarlo en este libro?
-Porque ilustra cómo el devenir subjetivo tiene estrechas relaciones con lo histórico-social. Hijo de un padre que se descubre judío en la Kristallnacht y que emigra a China de donde vuelve a emigrar con el acceso de Mao al poder. Mi paciente hijo de esa pareja es exigido a su vez a emigrar a Estados Unidos y Alemania (catorce veces) por la insatisfacción de un padre querellante que no aceptaba el vivir en Caracas. Todo ello trae consecuencias en la realidad psíquica de Günther que me pareció ilustrativo de los efectos de la historia en constitución subjetiva.
-¿Cuáles son los principales desafíos del psicoanálisis?
-¿Cuánto puede haber de no compartido con los colegas del proceder técnico? ¿Cuál es el conjunto de condiciones necesarias y generalizables que permita ese evitado debate clínico? Es urgente disminuir el hiato entre lo que se dice en las reuniones de colegas y una praxis enfrentada con apremiantes demandas. No digo que ese sinceramiento sea fácil sino que es ineludible.
La atención flotante no es solo un correlato, algo paralelo o complementario de la asociación libre: supone mayor complejidad y pone en juego la trayectoria del psicoanalista. Es una asociación libre restringida por la escucha y por la teorización flotante y no una remisión sin fin al mundo fantasmático del psicoanalista.
Tendremos que retrabajar nuestra noción de cambio. “Que todo cambie”, como meta analítica, sería apenas menos dañina que “que nada cambie”. El analizando se despojaría de sus parapetos: su historia, sus referentes identificatorios, su patrimonio como sujeto singular.
¿Por qué sacarse de encima aquello que se nos impone: las huellas de ese pasado concreto? El psicoanalista debe ser imaginativo -cuanto más imaginativo, mejor- en su manera de reunir el material. Imaginativo sin inventar el material.
Convengamos en que lo inanalizable de ayer hoy es analizable o un poco más analizable. Es cierto que una lectura insuficiente de Freud descuidaba las patologías narcisistas. Es cierto que los primeros que aceptaron el desafío de encararlas fueron maltratados. Postularon la predominancia de la organización dual narcisista por sobre la organización triangular edípica, allí donde en 2013 postulé coexistencia. Algo de la resistencia a las patologías narcisistas tiene que ver con que en ellas al analista se le solicita algo más. Su potencialidad simbolizante no solo debe recuperar lo existente, sino producir lo que nunca estuvo. Tarea que se designa, prejuiciosamente, como prótesis.
El paciente padece inhibiciones, síntomas, angustias, estereotipos caracteriales. Hay que buscar el modo que se genere diferencia allí donde hay un predominio de la repetición. De que su presente contenga la diferencia, para que las fijaciones al pasado no lo condenen a vivir repitiendo. Freud lo dijo sencillamente: el modo de que su sufrimiento neurótico pase a ser infortunio ordinario.
La meta de mi psicoanálisis es modificar las relaciones intersistémicas (según lo quiera o pueda el paciente). No pretendo modificaciones de “estructura”, porque todavía no he terminado de dilucidar la expresión “cambio de estructura”. Creo que me mantengo en el fundamento freudiano: un cambio tal implica una transformación dinámica y económica de las relaciones del Yo con el Ello, Superyó y realidad exterior.
Una actualización de los fundamentos para renovarlos hace que lo instituyente repercuta sobre la práctica y que ésta cuestione los fundamentos. Las comunidades científicas son instituciones de control, de presión, de formación. Ellas determinan las normas de competencia profesional e inculcan sus valores. Por eso los agrupamientos psicoanalíticos deben profundizar cada uno sus líneas teóricas para poder establecer una confrontación que supere la oposición esterilizante. El aislamiento de ciertos grupos y grupúsculos y la soberbia ante lo ajeno son indicadores de fragilidad teórico-técnica. Compartir palabras (sexualidad, inconsciente, transferencia, repetición, Edipo, represión, teoría pulsional, historia, conflicto, tópica) no siempre es compartir conceptos. Respetemos la diferencia… poniéndola a trabajar. Es falso que en la clínica no haya diferencias o no importen.
Explicitemos nuestra teoría del sujeto. Es una herramienta que da cuenta del pasaje-proceso desde la indiferenciación narcisista hasta la aceptación de la alteridad y del devenir. ¿Cuáles son las condiciones de producción de la subjetividad? Multidisciplinariamente, recibimos los aportes de la biología, la historia, la sociología, sin caer por ni en biologismo, ni en sociologismo, ni en psicologismo. El sujeto no es sino inmerso en lo socio-histórico entramando prácticas, discursos, sexualidad, ideales, deseos, ideología y prohibiciones.
Luis Hornstein es médico psicoanalista y psiquiatra. En 2006 recibió el Premio Konex de Platino por su trayectoria en psicoanálisis. Fue codirector, junto al Dr. Mauricio Goldenberg, del Centro de Estudios Psicoanalíticos de Caracas (1978-1983). Asimismo, se desempeña como presidente de la Fundación para el Estudio del Psicoanálisis (FUNDEP) y como profesor invitado de postgrado en diversas instituciones del país y del exterior. Autor de numerosos artículos y capítulos de libros publicados en revistas nacionales y extranjeras, es autor de los libros: Teoría de las ideologías y psicoanálisis (Kargieman); Introducción al psicoanálisis (Trieb); Cura psicoanalítica y sublimación (Nueva Visión); Cuerpo, historia, interpretación (Paidós); Práctica psicoanalítica e historia (Paidós); Proyecto Terapéutico (Paidós); Narcisismo (Paidós); Intersubjetividad y clínica (Paidós); Las depresiones (Paidós); Autoestima e identidad (F.C.E.) y Las encrucijadas actuales del psicoanálisis (F.C.E.).