La formación de Manuel Rubio es en psicoanálisis siguiendo la lectura de R. Harari y en antropología psiquiátrica a partir de los seminarios de J. Saurí. Su praxis psicoanalítica comenzó hace más de 38 años, habiendo participado desde la creación y por 6 años en el Servicio de Emergencias I del Htal. Borda y como supervisor en servicios de otros hospitales y un centro de día.
Aquí la entrevista:
-¿Cuáles son los pilares de la trasmisión del psicoanálisis?
-Muchas gracias por la invitación a conversar de una pasión, no solo por el psicoanálisis, sino también por su transmisión. Aun así, la pregunta no es fácil de contestar luego de tantos años de estar en estas lides, ya que hay varias maneras de hacerlo según la concepción del psicoanálisis que se tenga.
Recurrir a Freud es el recurso que tenemos para poder comenzar a zanjar la cuestión. Ya en el final de su vida, escribe un pequeño artículo titulado Algunas lecciones elementales sobre psicoanálisis, publicado en 1940 y que está inconcluso, donde plantea dos modos de exponer un ámbito del saber a las que llama genética y dogmática respectivamente. En el primero, el modo genético, se parte de lo que el interlocutor cree saber con evidencia y mostrándole en ese ámbito lo que descuidó se lo familiariza con otros hechos, haciendo un recorrido que antes fue transitado por el investigador. En cambio, en el modo dogmático da poca información de los fundamentos y anticipa los resultados, demandando creencia para las premisas que expone. Aclara que él no utiliza ninguno de los dos solos, porque el psicoanálisis afecta tanto los sentimientos del lego como contradice opiniones dominantes.
Además del modo como se exponga, lo que nos muestra es que, aquel que se arriesga a adentrarse en el psicoanálisis estará implicado en ese camino si quiere aprehender algo de lo que se trata. Esto pone una dificultad adicional, o le da una originalidad, como se lo quiera tomar, que lo entronca con los saberes tradicionales más próximos a lo que los mitos trataron de responder en otras épocas. Dicho ya en terminología de Lacan, si no se toca un Real, no es posible la transmisión.
Esto nos pone en el camino de que la convicción de la existencia de lo inconsciente se logra en el propio análisis, "un analista, se produce en el diván de otro analista", lo que se muestra claramente cuando leemos textos muy elaborados e importantes como el que Paul Ricoeur escribió sobre Freud, pero que tienen la marca del filósofo -no oculta por cierto-. El analista lo corroborará luego con la captación del poder de su palabra en el efecto encontrado en las curas que dirige. Nos aproximamos a la primera formulación de la autorización tal como la enunciara Lacan, por sí mismo o de sí mismo, pero que a los pocos años le agrega y “por algunos otros”. Este dato, entonces, nos pone en la pista de que, eso vivido en la propia experiencia, hace experiencia compartida, y según como ésta sea incidirá en la puesta en acto del deseo de psicoanálisis, en el compromiso asumido por el analista.
En un espacio de formación podemos distinguir enseñar de transmitir. Se puede considerar que enseñar se lo hace a partir de conocimientos que sirvan de referentes, que se encuentran como lo que sostiene a la disciplina y pueden formularse incluso dogmáticamente, el cuerpo de doctrina acorde al paradigma. La transmisión, en cambio, depende del modo de enunciación que aparece en el enseñante, por eso lo es de una experiencia de vida, no toda comunicable en palabras, que conlleva un saber de la incompletud y hace más a un estilo de aprehensión que a conocimientos recortables como datos. Para el que lo recibe no es lo mismo recoger una pura enseñanza que acogerla en una transmisión. Como la falta no se enseña, se la transmite al modo de un testimonio no dicho verbalmente sino por la posición de enunciación.
Diferenciando un poco más, podemos hablar de tres operaciones en la actitud de quien ocupa el lugar de formador. Testimoniar: que es necesario hacerse preguntas; enseñar: que hay respuestas posibles; transmitir: que no es posible tener todas las respuestas, ya que lo que se transmite es la falta como posición subjetiva. Se está poniendo en acto al sujeto descentrado del psicoanálisis. Es así que el psicoanalista en función de transmisión, al que Lacan ubicó en posición de analizante, se prestará a una transferencia de trabajo sin la cual no habrá tal transmisión.
-¿Cómo es la enseñanza sobre todo en la Universidad?
-Aunque el psicoanálisis surge de la práctica clínica de Freud, no de la vida académica, la aproximación al mismo de la mayoría de nosotros fue en el ámbito de la universidad, del mismo modo que damos clase en distintas cátedras siendo psicoanalistas. No sólo en el grado, sino que hay carreras de especialización o maestrías en psicoanálisis, la pregunta que surge es, ¿se consideran “formación” de analistas o en la doctrina psicoanalítica? Freud había pensado en una Facultad de psicoanálisis y Lacan diferencia el discurso universitario. Este discurso estaría representado por el domino de pedagogos tecnócratas impartiendo un conocimiento universal que pretenda agotar el sentido, que no habla de la institución universidad sino de un tipo de lazo social que puede darse en distintos lugares, incluso en la institución psicoanalítica.
Si lo recorremos en la historia, la relación del psicoanálisis y la universidad ha sido fluctuante y por momentos conflictiva, tanto de un lado como del otro. Por eso, ¿qué universidad?, ¿qué psicoanalistas? Partamos de una pregunta, ¿qué significa para el psicoanálisis la presencia de su enseñanza en la universidad? Podemos pensar que no forma analistas, pero permite su difusión social, evitando un enclaustramiento asociativo y fortaleciendo su desarrollo. Pero también, ¿qué importancia tiene para la universidad el aporte del psicoanálisis? Esto según los múltiples intereses de las carreras, ya sea clínico o del orden de la cultura, arte, filosofía, teología…
Sin embargo, las épocas no son las mismas y así como hay varios psicoanálisis, otro tanto ocurre con las universidades. Podemos preguntarnos qué busca quien se acerca a ella. El “título” puede ser el único motivo, incluso buscando las condiciones que aproximen en un menor tiempo a tener una habilitación laboral o el pasaje para el posgrado. Así es como, orientadas a las exigencias del mercado y con su funcionamiento pautado por el management empresarial, se plantean las business universities, pero puede también una universidad ser profesionalista y orientada a “producir” profesionales, aunque se las denomine universidades académicas, que se dirijan solamente a las áreas donde haya más financiación o mayor “demanda”.
Sin embargo, ¿se puede vivir consumido por el consumo –aunque sea de conocimientos– y hacer el paso por la universidad como si tal tránsito no lo hubiera tocado en su ser? La propuesta de la universidad desde la cual se realice la formación puede ser la ocasión para la apertura o el cierre de los horizontes posibles.
Este contexto será muy importante para el modo como se posicionará el analista en tal institución. Si, a su vez, se considera al psicoanálisis como “una escuela psicológica”, se dictará su doctrina como un cuerpo de conocimientos más que no conmueve la posición subjetiva; pudiendo impartir una enseñanza sin transmisión. Pero, si tenemos en cuenta el modo como Freud mismo impartió en un ámbito universitario sus Conferencias de introducción al psicoanálisis entre los años 1915 y 1916, a partir de la vida cotidiana fue mostrando su trabajo desde el paradigma indiciario, en el despliegue de su método, sirviéndose de una conceptualización propia de la tematización al campo que abrió al escuchar a sus pacientes. Si seguimos sus conferencias no podemos quedar indiferentes a lo que muestra, ya que es una continua convocatoria a implicarse en lo que va apareciendo.
Agregando un condimento más, no podemos olvidar que las nuevas generaciones que se acercan al psicoanálisis lo hacen formados en la noción de trastornos y con abordajes estandarizados desde clasificaciones hechas en ese paradigma. Más aún, con la caducidad incluso de la noción de neurosis, puerta de entrada de Freud. Donde lo que se considera “experiencia”, como muy bien ha trabajado Agamben, carece de la debida articulación con sus fundamentos, convirtiéndose muchas veces en no más que una versión ilusoria, construida sobre la imaginación del saber supuesto sobre una verdad, que se basa en una creencia, que es de la “evidencia” de donde se extrae un conocimiento. Me parece importante entonces, atender a la condición de posibilidad y de existencia del psicoanálisis en la época, donde no es un dato menor qué incidencias tienen los cambios generacionales que hoy se etiquetan con letras, X, Y, Z, las tecnociencias o las redes sociales, por nombrar solo algunos factores que inciden en la subjetividad de la época.
-¿Qué diferencia la universidad de un espacio de enseñanza dentro de una institución psicoanalítica, por ejemplo?
-Recordaba hace un momento que el analista debe dar cuenta de su acto y lo hace ante algunos otros, no cualquiera ni todos, sino aquellos con los que tiene una comunidad de experiencia, y ese es el espacio de la institución psicoanalítica. Ya marca una diferencia muy grande y, Freud lo delimitó muy bien señalando cuatro elementos, aunque suele repetirse que son tres. Le propongo detenernos un momento en el texto mismo del vienés donde lo explicita.
Es interesante recordar el contexto en que lo hace, acusado Theodor Reik de “curanderismo” por no ser médico, Freud redacta el opúsculo ¿Pueden los legos ejercer el análisis? Diálogos con un juez imparcial. Le leo un fragmento:
En esos institutos los candidatos mismos son analizados, reciben instrucción teórica mediante lecciones en todos los temas importantes para ellos, y gozan del auxilio de un analista más antiguo y experimentado cuando se les permita hacer sus primeros intentos en casos leves. Se calcula que esa formación lleva unos dos años. Desde luego, aun transcurrido ese tiempo se es sólo un principiante, no un maestro todavía. Lo que falta debe adquirirse por medio de la práctica y del intercambio de ideas dentro de las sociedades psicoanalíticas, donde los miembros más jóvenes se encuentran con los mayores.
Le mencioné cuatro pilares, ellos son: el análisis personal, vale decir, la experiencia de lo inconsciente vivida en transferencia; el estudio constante de los textos como saber puesto en cuestión; el análisis de control, donde aparece lo no sabido por el practicante en acto, sus tropiezos y caídas del lugar de analista y, en cuarto lugar, el intercambio institucional, o sea la relación con otros analistas en una “sociedad” de analistas determinada, donde deberá dar razones de su praxis. Leído desde Lacan, el primer y el tercer pilar remiten a la convicción desde la experiencia en la intensión y los otros dos a dar cuenta y poner en cuestión a la misma experiencia en uno de los aspectos de la extensión en psicoanálisis.
El psicoanálisis en intensión remite a la tarea concreta donde alguien consulta para hablar escuchándose mientras lo hace a alguien a quien le atribuye un supuesto saber sobre su decir. Por parte del analista es su escucha y audición en transferencia, donde opera desde el acto analítico.
Así como lo que le comentaba de la universidad tiene que ver con más de 35 años dando clases en instituciones públicas y privadas, en relación con la transmisión en instituciones psicoanalíticas lo estoy haciendo desde hace un poco más de 25 años en relación a las que están enmarcadas en el movimiento Convergencia, movimiento lacaniano por el psicoanálisis freudiano, desde una de ellas, Mayéutica-Institución Psicoanalítica. Lo que ahí puedo destacar son dos cuestiones, la primera es el empeño en transmitir el psicoanálisis a nuevos analistas, habiendo sido elaborado en la misma, durante mucho tiempo, un programa de formación propuesto para transitarlo en 3 años, visitando los fundamentos articulados en su lógica, poniendo en acto la lectura-textura que se practica en la institución y con mostraciones clínicas desde las praxis de los analistas participantes. La otra cuestión, con otros artificios, es la tarea de formación permanente de los analistas miembros de la institución, donde la implementación de la designación de Miembro Analista intentó dar cuenta desde la Institución tanto de la formación suficiente como para una posible respuesta coyuntural a los planteos sobre el oficio psicoanalítico en el cambiante marco de nuestro país.
Lo digo por la diferencia entre la autorización de la que hablamos los psicoanalistas con la garantía de formación suficiente y, lo que desde los poderes del estado se establecen como criterios de habilitación para ejercerlo legalmente o lo que se entiende en el ámbito académico como acreditación.
En la institución psicoanalítica como el lugar de formación del analista tenemos presentes la advertencia que explicitara Lacan cuando, en el Seminario que dictara sobre la transferencia, muestra cómo incide lo que ocurre en la institución, las transferencias cruzadas y sus tramitaciones, en el momento en que cada analista opera dentro de su consultorio, en el modo de hacer con la transferencia de sus analizantes.
Le mencioné la intensión y la extensión, si me permite le digo algo de esta última. Es algo en lo que los analistas no acordamos, lo cual, hace unos años me dio la libertad de hacer una propuesta al respecto. Se lo sintetizo. Propuse diferenciar tres formas de la extensión:
La que reconocemos como la tarea de trasmisión propia de la institución psicoanalítica y que corresponde a lo propio de la disciplina, a lo que propuse llamar Psicoanálisis en Extensión. La empleo para mencionar la institución psicoanalítica misma, en aquello que hace a la “disciplina”, en la tarea de transmisión, tanto a formas introductorias como de formación permanente.
En segundo lugar, lo que compete al psicoanálisis como discurso, en tanto discurso del psicoanálisis, como cuerpo de doctrina en su condición de genitivo objetivo –a diferencia del discurso del analista, que es el empleo del genitivo subjetivo-, puesto en relación a otros discursos. La podemos llamar Extensión del Psicoanálisis. Un ejemplo de ello es la tarea del Centro de Extensión Psicoanalítica, sostenido en la ciudad de Buenos Aires por varias asociaciones analíticas desde 1984 hasta la actualidad, donde se despliegan los discursos de la ciencia o de la cultura, en una tarea de importación y exportación conceptual, donde habrá que diferenciar la modalidad de trabajo, multidisciplinar o transdisciplinar.
Por último, lo que concierne al trabajo de psicoanalistas en ámbitos fuera del consultorio –donde habitualmente ubicamos la intensión–, aunque realizando su lectura siguiendo su lógica. Se caracteriza, en general por realizar la tarea junto a otras disciplinas, como sucede en el hospital, las obras sociales, los tribunales, pudiendo pensar en la interdisciplina. Es donde proponemos ubicar también al analista realizando la lectura del “síntoma social”, eso que hace ruido, estando sofocado por el imaginario social, y que es retorno de una (semi)verdad. La proponemos como Psicoanálisis en la Extensión.
-¿Cómo superar la brecha entre teoría y práctica?
-Es interesante que lo que plantea como brecha, en la época en que era estudiante se lo postulaba en tres ítems, pero no como brecha sino como descripción, así se diferenciaba un Freud que tiene escritos técnicos, escritos teóricos y escritos clínicos, por supuesto diferenciado de los que dedica al análisis de la cultura. Creo que ya estamos lejos de ello.
Para responderle a su pregunta me sirvo, en principio, de la experiencia institucional en el intento de la transmisión del psicoanálisis en Mayéutica desde artificios que se renuevan para poder mostrarla. Por ejemplo, cuando se trata de la clínica, que sea lo más parecido a lo que sucede en el psicoanálisis en la intensión, por eso, abierto a lo imprevisto, el analista que presenta opera sin notas y dispuesto a dejar caer lo que lo causan de las transferencias de las curas que dirige. Que le permita partir desde lo que es ese real que está ahí apareciendo, desde el dato concreto y pudiendo diferenciar allí qué es lo que apareció, qué es lo que se interpretó y cómo se elabora. Facilita así, que las jergas y los lenguajes cerrados puedan abrirse, aún en los seminarios donde se espera del analista que siga avanzando desde un discurso ya construido.
Pero, para abrir la problemática, en el decir de Roberto Harari, opera en ese analista un deseo de psicoanálisis. Comprometido en su praxis poiética, tanto en intensión como en extensión. Puede parecer un problema planear la juntura entre praxis y poien, dado que si nos remontamos a su delimitación en Aristóteles, éste las plantea como dos modos de saber, diferenciadas de la experiencia (empeiria), que la define por organizar las impresiones al retenerlas. En cambio, en estas otras, destaca que su cultor da una razón de ello, que postula sus causas y lo hace con universalidad, siendo que, por último, ese saber es transmisible. También destaca que hay una fragilidad en su objeto, pues podría ser de otro modo. Yendo en concreto a la praxis, la considera el término de la prudencia, a la que define como un saber que concierne a las acciones de la propia vida y no se refiere al producir algo distinto del obrar mismo; es por lo que plantea como forma suprema de la praxis a la teoría, como actividad que se basta a sí misma. La poíesis, en cambio, es el término de la tékhne, que ha sido traducida como arte, de allí el artesano, y remite al saber hacer una obra, en término a las operaciones que se requieren.
La juntura, entonces, permite el planteo desde una praxis, lo que implica el compromiso en el propio acto, en forma poiética, en el orden del hacer una obra. Tal vez lo sintetiza bien Agamben cuando en El hombre sin contenido dice que en la praxis “la idea de la voluntad se expresa inmediatamente en la acción”, en cambio en la poiesis lo que se encuentra es “la producción en presencia”. Al respecto, Harari plantea en la creación el predominio de lo simbólico, en la producción, de lo imaginario y en la invención a predomino de lo real.
Dándole otra vuelta a su pregunta, si por teoría entendemos el intento de recubrimiento simbólico, nunca logrará hacerlo de la práctica, a su vez, esta será guiada por aquella, de allí que la técnica surge de qué entendamos por inconsciente, por pulsión, por transferencia, por repetición, tomando los fundamentos que Lacan trabajara en el clásico “Seminario 11”. Y en su escritura, la relación entre ellas será con la lógica propia del punzón del que se sirve varias veces, por ejemplo al escribir el fantasma, así, sería práctica <> teoría, con todo lo que ello implica. Referirse a una praxis poiética puede ser una respuesta.
Juan Manuel Rubio es Psicoanalista. Miembro Analista (M.A.) y Ex presidente de Mayéutica – Institución psicoanalítica. Doctor en psicología (USAL). Títulos de grado: Psicólogo (UNLP). Médico (UBA). Es Miembro del Consejo del Instituto para la Integración del Saber. UCA. Profesor titular ordinario de Psicología Jurídico-forense y de Psicoanálisis lacaniano en Psicología de UCA; de Psicología general y evolutiva en Filosofía y Letras de UCA; de Psicopatología general en Universidad Austral. Fue titular en UBA en Introducción a la psicología y psicología de la personalidad y en USAL de Psicología del desarrollo y de Psicología del aprendizaje. Dictante de cursos y seminarios de postgrado y extensión en UCA, UNSL, UK, hospitales y otras instituciones. Publicó los libros: ¿Por qué Freud no curó a Dora?, EDUCA (Desde Freud a Lacan). Psicología jurídica-forense y psicoanálisis, Letra Viva (Cruce de discursos). Existencia y enigma. De la mirada médica al campo de la escucha desde la fenomenología y el psicoanálisis, Editorial académica española. Lenguajes y Discursos. Interdisciplina, transdisciplina. Universidad, Hospital, Institución psicoanalítica, Letra Viva. Sus otras publicaciones versan sobre clínica, fundamentos del psicoanálisis, estudio de los supuestos antropológicos, responsabilidad civil de los psicoanalistas, entre otros temas.