En instituciones de tipo cerrado - un hogar, refugio, psiquiátrico, penitenciaria, etc- aquellos marcos que establecen con que sujetos trabajamos, como y bajo que reglas, también pautan normas de convivencia, matrices o carriles por donde los sujetos encerrados deberán obligatoriamente transitar. Al extrañamiento que sufre el interno respecto a la perdida de sus espacios, colores, olores y sujetos de afecto; se suma una norma de vida seguramente diferente a su vivencia anterior.
Tal cual un migrante tramitará procesos de adaptación. A estos procesos se suman los conflictos por los que están recluidos, lo que conforma indudablemente un pasaje de transformación identitaria. Desde otro ángulo; la institución al conformarse – con sus profesionales y perfiles determinados- debe partir de una visión estereotipo de su población, para luego adentrarse en las particularidades de cada individuo...
Pero, qué representación hace el sujeto de sí mismo en ésta instancia? ¿Qué toma de su espejo, qué es la institución?.
Toda clasificación etiqueta y si no es revisado de continuo puede operar como recurso de dominación y poder. Por ello, la auto-representación se torna necesaria para el refuerzo de las identidades afectadas y como registro de los cambios por
adaptación al contexto y/o por progresos en sus padecimientos o conductas.
En los talleres en que realizamos prácticas artísticas adecuadas para lugares de encierro, la fotografía se muestra como una manera eficaz de restituir visibilidad y otorgar emponderamiento. Más aún, cuando el recurso es el retrato, la auto percepción - verse en una imagen, reconocerse- como una forma de construir identidad documentada que circulará posteriormente dentro del espacio institucional; resignificará aquellos estereotipos sobre los que globalmente trabajamos.
La técnica fotográfica a través del retrato, es un dispositivo social que otorga presencia personal en lugares donde lo individual suele desvanecerse; especial para aquellos grupos que han sufrido descalificaciones y discriminaciones.
Sabemos que las cuestiones de género requieren de un trabajo de refuerzo sobre la autoestima de las personas afectadas.
La fotografía aparece como apropiada, ya que trabaja sobre el signo, aquello que se asemeja a algo; así como con el índice, el indicio de algo, su huella…
A través del retrato, huella y semejanza representada es objetivada en el papel. Más tarde supervisada por la propia mirada del retratado, de sus pares, de la institución.
Es así como estos procesos acompañan el cambio y el reconocimiento del sujeto sobre sí mismo y su ámbito.
Como ejemplo tomaremos una actividad de taller del Refugio de Mujeres víctimas de la violencia, en dónde luego de adentrarnos en la vida y obra de Frida Kahlo -artista con padecimientos físicos y una tumultuosa vida amorosa- buscaremos puntos de contacto con las vivencias y sufrimientos de esta población. Una breve puesta en común sobre coincidencias y diferencias, harán de trama para la selección de varios retratos de Frida con los que se sientan identificadas, para luego recrearlos en su vestuario, maquillaje, escenografía y por sobre todo actitud. La máquina captará el cuerpo, el gesto, en imagen y concepto enlazados.
Como resultante obtenemos: Un encuentro más íntimo con sus propias imágenes, lucientes, destacadas y también un reconocimiento y aceptación de las problemáticas. Por lo general hay sorpresa, también compartida por sus pares y vías de comunicación desde otro lugar, a través de comentarios con los profesionales y contexto general.
Un logro que suma en el difícil camino de reconstrucción de la autoestima dañada.
Monica Bottini. Artista visual y arteterapeuta