Del artículo Contribución clínica al análisis de una perversión, de Betty Joseph (en Revista de Psicoanálisis (APA), tomo XXIX, nº 1, Buenos Aires, 1972, pp. 41-62.), nos interesan tres problemas: en primer lugar, por qué la autora nos presenta el caso aun cuando considera que el análisis, y el material subsiguiente del que dispone, son insuficientes; en segundo lugar, por qué Betty Joseph busca ubicar a la transferencia en relación a la perversión del paciente, usando todos los medios que tiene a su alcance; por último y nuevamente cerca de las preocupaciones de la autora, cómo localizar el objeto del análisis artesanalmente, sin deducirlo a partir de la teoría lacaniana (o kleiniana) de las cinco especies de objetos (a) –que no son más que un cierto ideal o una exigencia teórica–.
Como el lector podrá apreciar más adelante, estos tres puntos son convergentes y, si se quiere y se busca el ángulo apropiado, son una sola y única cuestión.
Resumen del caso
El paciente, al que Joseph llama B, es un hombre de alrededor de cuarenta años y se analiza hace cuatro años y medio al momento de la comunicación del caso. Consulta porque se siente deprimido y no puede establecer relaciones normales con mujeres. Su sexualidad consiste predominantemente en masturbación y se acompaña de la fantasía de meterse en un traje de goma. Otros síntomas, expresados al comienzo del análisis, son la sensación de ahogarse durante la noche, y una irritación que afecta especialmente a sus extremidades.
Sus fantasías eran de tres tipos: a) él y una mujer en trajes de goma negros tenían relaciones, o bien ella lo masturbaba; b) figuras en trajes de goma aparecían y lo golpeaban casi hasta matarlo (él también estaba vestido con un traje de goma); c) cubierto de goma de pies a cabeza sentía excitación en toda su piel y terminaba por eyacular.
El acting out de la primera fantasía sólo se realizó con prostitutas.
B es el cuarto hijo y el menor de una familia inglesa de clase media.
Betty Joseph consigna que B carece de participación emocional. Responde: "Sí", y "Qué interesante", a las interpretaciones; responde de manera académica o verborrágica. Posteriormente, la autora vincula este hecho con la idea de que para el paciente “las palabras constituyen una extensión de la lengua”2. En este punto Betty Joseph retoma un sueño del paciente, contado anteriormente, y cuyo texto es el siguiente: “a) B se encuentra en un hotel sobre la playa, se acerca una mujer con un pato que había modelado en la arena sobre una bandeja y mete las manos por detrás del cuello dentro de la garganta para hacer una lengua más realista. Lo pintó con colores brillantes y lo colocó sobre un pedestal. b) Pat (...) le dice a la gente algo acerca de lo que nosotros 'hacemos cuando vamos a cazar'. El paciente sabía que lo que ella decía era artificial, falso y snob. c) B se encuentra en el hotel mirando con ansiedad cómo el viento empuja las olas hacia el hotel. Ha dejado cerca sus muletas y sale corriendo para rescatarlas”.
La retoma del sueño consiste en imaginar “Un niño que frota excitadamente la lengua contra la boca, creando así la ilusión omnipotente de que la lengua es en realidad el pezón, de que sus palabras son en realidad interpretaciones, y de que su excitación masturbatoria se proyecta también en sus objetos”.
Como se ve, actúan aquí mecanismos de disociación e identificación proyectiva. Betty Joseph destaca estos mecanismos particularmente, y son uno de los objetivos teóricos de la presentación.
Otro objetivo consiste en demostrar la existencia de una erotización de la transferencia: “Por ende, en esa situación escinde el pezón, una parte del cual identifica con la lengua y la otra queda afuera, en mí y frustrada. Un pezón queda para mí, pero un pezón que trata de excitar y frustrar y que se expresa en la imagen de la madre fuera de la cocina –es una imagen de otro sueño que el paciente relata–, o la mujer fálica, excitada y cruel, de las fantasías fetichistas de castigo”.
Betty Joseph, en esta línea, muestra el uso de las palabras y el silencio para excitar, sexualizar y destruir, la fuerza de la experiencia analítica. Esto no forma parte de una actividad agresiva sino que se recubre por una conducta pasiva.
Durante todo el relato, Betty Joseph se esfuerza por relacionar transferencia y fetiche en diversos aspectos. En el párrafo final del artículo examina un aspecto defensivo del fetiche en la transferencia. Ante la impresión (y no la interpretación, hay que observarlo) de que el paciente la presiona quedándose en silencio, Betty Joseph le señala que él quiere hacerla hablar más activamente para obligarlo a hablar. Luego de esta interpretación el paciente se excita y siente cosquilleos en toda su piel como si estuviera envuelto con un traje de goma. Joseph dice entonces: “Pude mostrarle qué es lo que estaba actuando, que las pseudopalabras o los silencios se usaban en forma provocativa para llevarme a darle lo que él viviría como interpretaciones sádicas excitantes, y entonces aparece el fetiche de goma en la sesión para impedir que mis palabras penetren concretamente a B”. (El resumen que presentamos del caso deja de lado una importante cadena asociativa que la autora no trabaja y que tampoco nosotros tomaremos en este artículo: Pat (el nombre de la esposa del paciente) es la onomatopeya del chasquido de la lengua; hay un sueño donde se ahorca a un hombre (terminará, pues, con la lengua afuera); B se burla sádicamente de su analista (le saca la lengua); etc. Toda esta línea asociativa converge con el sueño del pato y con la interpretación del pezón (el paciente se alimenta con su propia lengua).)
Comentario
La lectura de este texto muestra que el síntoma permanece intocado tanto desde el punto de vista histórico como desde el clínico. Ninguna reconstrucción histórica explica la génesis del fetiche de goma. Tampoco aparece ninguna reflexión sobre el sentido que éste tiene, a excepción claro está, de su montaje transferencial: con las interpretaciones sádicas ella viste el traje de goma; cuando el paciente siente cosquillear su cuerpo lo lleva él.
¿Qué dice Betty Joseph? Mediante una imagen inspirada en el sueño que reproducimos más arriba, podría decirse que el análisis es comparable a un pato sobre cuyas plumas resbala el agua. En efecto el síntoma y la historia se escabullen, las interpretaciones no alcanzan al paciente y mucho menos consiguen penetrarlo, Betty Joseph promete seguir analizándolo y escribir, tal vez, un segundo artículo.
Allí debe aprehenderse la relación entre el objeto fetiche y la transferencia: en el punto en que se resbala. El objeto de la transferencia hace que el clima de la comunicación entre paciente y analista sea académico, que las interpretaciones resbalen y que, al revés, el paciente utilice pseudopalabras, que los temas decisivos respecto de la construcción del síntoma se deslicen hasta desaparecer.
Hay que reconocer, si se acuerda con esta lectura, que el material es suficiente. Y conviene, según creemos, considerar que el material siempre es suficiente. Al menos esto evita la coartada.
Hay que observar también que la operación analítica se realiza en el material. Esta operación sólo supone a la transferencia (bajo la forma de la implicación del analista en el material) y no conviene realizar una lectura teórica para hallarla. Un análisis es un trabajo, no una epistemología.
En la misma medida en que no conviene leer material teóricamente, su objeto tampoco debe reducirse a priori a alguna de las cinco especies del (a) descriptas por Lacan. No hay cinco objetos (a) en el trabajo analítico concreto. En el caso del que nos hemos ocupado no hay necesidad ninguna de reducir la goma a otro objeto. El análisis se ordena perfectamente alrededor de ese objeto; introducir un objeto distinto allí no viene al caso y va contra la transferencia. Y tampoco se trata de retomar la clínica mediante alguna construcción teórica a posteriori: cuando el objeto se localiza no hay necesidad de teoría.
Repita en voz alta –espere que el paciente se haya ido– qué hizo con su paciente. Luego, cuénteselo como si le hablara a un tercero, o bien, imagine que un tercero lleva a cabo ese análisis y se lo cuenta a usted. Allí está el objeto. Podrá, entonces, librarse un poco de la teoría. Y, con suerte, recuperarla en una dimensión más apropiada.
Carlos Faig. Psicólogo (UBA) y psicoanalista. Publicaciones: La transferencia supuesta de Lacan, ed. Xavier Boveda, Bs. As., l985; La clínica psicoanalítica, Xavier Boveda, 1986; Lecturas clínicas, Xavier Bóveda, 1989; Refutaciones en psicoanálisis, Alfasì, 1991; Nuevas refutaciones..., Alfasì, 1991; La escritura del fantasma, Alfasì, 1990; El saber supuesto, Alfasí, 1989. Ex profesor UBA (adjunto en Psicología comprensiva y titular en Fundamentos de la práctica analítica).