De una cuestión preliminar opone los dos primeros capítulos, donde se trata del yo y la realidad, a los tres siguientes, cuyo objeto consiste en determinar la institución de aquellos dos términos. Esto se logra ubicando a la pareja yo/realidad sobre el vector imaginario del esquema Lambda (a/a’), la idea prosigue en el esquema R, y finalmente, el esquema I completa el desarrollo.
En cuanto a la cuestión preliminar, de la que encontramos dos dimensiones en el texto, refiere ante todo a la forclusión del Nombre del Padre, inmediatamente al problema de la realidad y, luego, a la alucinación.
Otro aspecto de la cuestión preliminar está dado por el abordaje técnico del tratamiento, y los temas son: el medio y el psicótico, la transferencia como actualización y repetición –todos ellos conceptos que Lacan critica–. El escrito, sin embargo, no aborda este aspecto directamente. Leemos: “Dejaremos aquí por ahora esta cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis, que introduce, como se ve, la concepción que hay que hacerse de la maniobra en este tratamiento, de la transferencia. Decir lo que en este terreno podemos hacer sería prematuro, porque sería ir ahora “más allá de Freud”, y la cuestión de superar a Freud ni se plantea siquiera cuando el psicoanálisis de después ha vuelto, como hemos dicho, a la etapa de antes” (Écrits, Seuil, París, 1966, p. 583).
Esta cita, situada al final del texto, hace juego, cerrando un largo paréntesis que encierra el desarrollo intermedio, con una consideración inicial: “(La forclusión del Nombre del Padre) que aportamos aquí como cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis prosigue su dialéctica más allá: la detenemos sin embargo aquí, diremos por qué” (Écrits, p. 575).
Ese por qué es lo que despliega el capítulo V del texto, llamado Post scriptum. Pero, hay que observarlo, de un párrafo a otro se alcanza la transferencia, hasta entonces ausente del texto. En verdad, en el párrafo inicial, la cuestión preliminar –y está dicho allí con todas las letras– es la forclusión del Nombre del Padre; mientras que en el párrafo final, el problema recae sobre la transferencia. De cualquier forma, el texto no despliega el problema en ese plano.
En ese sentido, leemos: “No podemos extendernos aquí sobre la cuestión sin embargo de primer plano de saber lo que somos para el sujeto, nosotros a quienes se dirige en cuanto lectores, ni sobre lo que permanece de su relación con su mujer, a quien estaba dedicado el primer proyecto de su libro ( ... ).” (Écrits, p. 573).
¿Por qué este escrito –cuando todo llama a ello– no aborda la transferencia psicótica “sin embargo de primer plano”? Si la estupidez de cierto psicoanálisis fue limitar la transferencia a la repetición dual, todo el valor del esquema Lambda es separar al otro imaginario del Otro. El padre del psicótico no es la figura del padre y la forclusión paterna debería mostrarnos el cómo de la transferencia, no sólo para ser coherentes, sino porque allí el texto alcanzaría la demostración que busca (más allá, por cierto, de la declaración de intenciones y objetivos). Esto no ocurre.
Apéndices
a) Misceláneas. Queremos destacar tres puntos que atañen al escrito De una cuestión preliminar:
1. El capítulo IV repite –sin duda por descuido– el ítem 5). Este hecho no es nada extraordinario si observamos que el texto presenta diversas incorrecciones de estilo.
2. El paso entre el capítulo III y el IV corre por cuenta de la metáfora paterna; o mejor, de la relación entre Nombre del Padre y Falo, por un lado, y la fórmula de la metáfora, por otro. Si acentuamos el aspecto del genitivo por el cual en la expresión Nombre del Padre el nombre pertenece al padre, hallamos lo que en el padre impide la prolongación metonímica del sujeto. El Nombre del Padre no es un atributo del sujeto; por el contrario, asegura su funcionamiento mismo (tanto como el del lenguaje en tanto sistema de coherencia posicional).
3. Para completar este breve comentario conviene señalar dos párrafos, uno de ellos poético en exceso, difícil de interpretar. El primero se encuentra en la página 561: “Estos últimos meteoros del delirio, ¿no aparecen como el rastro de una estela, o como un efecto de franja, mostrando los dos tiempos en que el significante, que se ha callado (s’est tue) en el sujeto, de su noche hace surgir primero un fulgor de significación en la superficie de lo real, luego iluminarse a lo real con una fulguración proyectada desde abajo de su cimiento de nada?”
La expresión “meteoros del delirio” es metáfora de alucinación; con “rastro de una estela”, “efecto de franja”, “fulgor de significación” e “iluminarse a lo real con una fulguración proyectada”, se trabaja una sola composición: el relámpago que ilumina la noche (imagen muy del agrado de Lacan) y que converge con la alucinación en tanto ésta se extiende sobre lo real.
¿En qué sentido Lacan habla de “cimiento de nada”? En el Seminario XII leemos: “El grito no se perfila sobre un fondo de silencio, lo crea –se trata del tema de la voz–, al abolirlo es sensible que lo causa.” De un modo similar podemos concebir que la alucinación causa la realidad como el relámpago causa la noche cuando la ilumina enteramente.
La expresión “el significante que se ha callado” es también, en cuanto al s’est tue, repetidamente usada por Lacan; es homófona de c’est tu (eres tu) y de la conjugación del verbo tuer (matar), de donde resultaría “el significante que se suicida (mata o se mata) en el sujeto (que tu eres)” (le signifiant que s’est tue dans le sujet).
La segunda construcción en cuestión se halla en la página 566: “Sin duda la adivinación del inconsciente ha advertido muy pronto al sujeto que, a falta de poder ser el falo que falta a la madre, le queda la solución de ser la mujer que falta a los hombres”. Se trata de un párrafo decisivo para entender este sector del texto. El razonamiento de Lacan gira en la órbita de la distinción entre la falta del Otro y la falta en el Otro. No pudiendo ubicarse como falo materno (en relación a la falta en el Otro), Schreber intenta –ya que lógicamente debe mantenerse la exigencia de que haya falta– ser el Otro del Otro faltante, y toma el costo a su cargo.
b) Por fin Lacan presenta a Schreber. La Présentation de las Memorias en su edición francesa, escrita por Lacan en 1966 (en Ornicar? nº 38, Navarin, París, 1986, pp. 5-9) testimonia sobre la reivindicación lacaniana de la prioridad de referencia ─y aun el rescate del olvido─ al texto de Schreber.
Como en De una cuestión preliminar, Ida Macalpine está continuamente presente en este breve texto. El párrafo inicial, que ya la nombra, comienza recordando las condiciones en que los traductores ingleses terminaron su trabajo sobre las Memorias: “Se aguardaba esta traducción. Exactamente desde nuestro Seminario del año 1955 1956. Cuando la anunciamos, recordamos haber visto a la oreja de la señora Ida Macalpine pararse, apresurando, sin duda, la que en aquel entonces, con ayuda de su hijo, ella hacía en inglés: puede constatarse que hubiera podido tomarse su tiempo” (Présentation, p.5). En la vía de la misma reivindicación, leemos: “No se trata, desde luego, de que la señora Ida Macalpine no presente seguidamente como posfacio un psicoanálisis de ese texto, que se quiere corrector del de Freud. Pero no aparece más que para nuestros dos últimos Seminarios (27 de junio-4 de julio)...” (Présentation, p. 6).
Años después del Seminario III, el apresuramiento que Lacan atribuye a Macalpine le es atribuible, sin mayor dificultad, a él mismo. Présentation es en diversos aspectos un escrito descuidado tanto en su sintaxis como en su objetivo.
Vale la pena observar que este escrito está basado en el desarrollo de dos reivindicaciones. Ya hemos señalado la primera en relación a Ida Macalpine. Una segunda reivindicación concierne al carácter lacaniano de Memorias: “El texto de Schreber se demuestra como un texto a inscribir en el discurso lacaniano...” (Présentation, p. 7, obsérvese la repetición en un período muy breve del término “texto”). Hasta cierto punto estas reivindicaciones se relevan una a otra. Si Memorias es un texto lacaniano no sería tan urgente subrayar la prioridad de su redescubrimiento: en el discurso de Lacan ya estaba allí desde siempre.
Hay que atender, entonces, al hecho de que la doble reivindicación viene a cuento de la paranoia y, tal vez, esto constituya un aspecto importante ─aunque completamente tangencial y ausente de la intención de Lacan─ de Présentation. Se trata, si se nos permite el traslado, de un efecto de transferencia. El desarrollo posterior, donde Lacan historia su relación a la paranoia ─Aimée, el conocimiento paranoico, la cuestión preliminar, la formación de analistas y la implicación del sujeto supuesto saber en el síntoma─, gira en la misma órbita.
Señalemos como una curiosidad que un párrafo de Présentation vincula a la paranoia con el sujeto del goce. Esta expresión, ciertamente rara en la obra de Lacan, no es sin embargo, como se ha sostenido, un hapax. Esta calificación se ve desmentida en diversos usos que registra el Seminario X, La angustia. Cuando Lacan esquematiza a la angustia entre goce y deseo, en el piso superior de su esquema la S no barrada se denomina sujeto del goce. El esquema es el siguiente:
La cita a la que hicimos referencia dice: “Ese sujeto (...) que inscribo aquí como S (...) no se puede de ninguna manera aislar como sujeto; y, míticamente, lo llamaremos hoy sujeto del goce” (cf. J. Lacan, L’angoisse, Seuil, París, 2004, p. 203). Un poco más adelante el Seminario precisa el tema: “(Cuando S vuelve a funcionar como el denominador de (a)) (a) viene a tomar (el lugar de) una suerte de función de metáfora del sujeto del goce. Esto no es propio sino en la medida en que (a) es asimilable a un significante, pero justamente es lo que resiste a esta asimilación a la función significante. Es por esto que (a) simboliza lo que en la esfera del significante se presenta siempre como perdido, como lo que se pierde en la significantización. Ahora bien, es justamente ese resto, esa caída, lo que resiste a la significación, lo que termina por dar fundamento como tal al sujeto deseante, no ya el sujeto del goce, sino el sujeto en tanto que sobre la vía de su investigación en tanto que él goza, que no es búsqueda de goce, sino que es por querer hacer entrar este goce en el lugar del Otro, como lugar del significante, es allí sobre esta vía que el sujeto se precipita, se anticipa como deseante” (L’angoisse, op. cit., p. 204).
Esta reflexión viene a cuento de la relación de Schreber con Dios en Memorias: “El desamparo que traicionaría no tiene ya nada que ver con ningún sujeto” (Présentation, p. 7). El sujeto del goce califica a esta relación.
Por otra parte, la identificación del goce en el lugar del Otro como algo que permitiría precisar la paranoia no es un desarrollo novedoso en ese momento de la obra de Lacan. En diversos lugares Lacan menciona “la creencia en el Otro de modo paranoico”. Esa creencia, si se puede admitir el adjetivo que la acompaña, denuncia al goce del Otro como una certeza.
Carlos Faig. Psicólogo (UBA) y psicoanalista. Publicaciones: La transferencia supuesta de Lacan, ed. Xavier Boveda, Bs. As., l985; La clínica psicoanalítica, Xavier Boveda, 1986; Lecturas clínicas, Xavier Bóveda, 1989; Refutaciones en psicoanálisis, Alfasì, 1991; Nuevas refutaciones..., Alfasì, 1991; La escritura del fantasma, Alfasì, 1990; El saber supuesto, Alfasí, 1989. Ex profesor UBA (adjunto en Psicología comprensiva y titular en Fundamentos de la práctica analítica).