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29 DE OCTUBRE DE 2007 | EL TRABAJO DEL PSICÓLOGO

El trabajo ad-honorem: Un acercamiento a la inserción profesional

En el comienzo de las indagaciones sobre diversas temáticas relacionadas con el quehacer del psicólogo, elegimos circunscribirnos a una materia muy poco investigada: el trabajo ad-honorem. El objetivo principal, entonces, es presentar el tema e intentar abrir visibilidad y problematización sobre el campo de la inserción del Psicólogo y su relación con las Representaciones de su práctica y la formación, en especial, en la Universidad de Buenos Aires.

Por Lic. Julián Antman
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La intención del presente análisis es doble. Por un lado, aproximarse a una historización de la inserción profesional ad-honorem en el Psicólogo; por el otro, observar cómo los recientes graduados y futuros concurrentes, se posicionan respecto al trabajo ad-honorem, sus sensaciones, opiniones, valoraciones.

Honor: (Lat. Honorem) Cualidad que impulsa al hombre a conducirse con arreglo de las más elevadas normas morales, para conservar su propia estimación y merecer la consideración y respeto ajeno.

Honorario: Remuneración que reciben aquellas personas dedicadas a profesiones liberales



Sobre las fuentes primarias

Las entrevistas realizadas tuvieron lugar a mediados del mes de mayo en el Salón de Actos del Colegio Bernasconi de la Ciudad de Buenos Aires. Se celebraba la Adjudicación a Residencias y Concurrencias de Salud mental, en la especialidad Psicología Clínica.
El evento se desarrolló en dos partes, una primera muy breve, para la adjudicación de los 26 puestos que se otorgan a las Residencias y la segunda con una duración de aproximadamente 1:45 Hs. para los 302 lugares ofrecidos para Concurrencias.
La elección de los entrevistados fue arbitraria, durante en transcurso del evento, en el Hall del salón, circulaban permanentemente Psicólogos (a veces en grupo, otras solos) y, grabador en mano, se les planteaba el marco de la investigación y se efectuaba la entrevista. Tres de los consultados (dos mujeres y un varón) resultaron conocidos por el entrevistador.
La intención fue realizar un sondeo de algunas temáticas a la mayor cantidad de Psicólogos posible y no realizar indagaciones extensas, por ello, a pesar de ser entrevistas semi-estructuradas, hubo abundantes y ricas problemáticas que surgieron y no pudieron ser trabajadas. Las preguntas fueron:

  • 1. ¿Porqué querés hacer la Concurrencia?
  • 2. ¿Sabés lo que tenés que hacer como concurrente? ¿Qué quisieras hacer?
  • 3. ¿Te hace algún ruido el tema de no cobrar durante los cinco años?
  • 4. ¿Vos pensás que vas a poder terminar la Concurrencia? ¿Querés terminarla?
    La recepción en general fue muy buena, hubo disponibilidad para contestar las preguntas y solo en dos oportunidades no se aceptó la propuesta.

    Se entrevistó a un total de 18 futuros Concurrentes, 15 mujeres, que representa un 83% del total y 3 varones. El promedio de edad de la muestra es de 26 años, siendo el mayor un varón de 32 y la menor una psicóloga recién graduada de 24.
    Se efectuaron 8 entrevistas individuales, 3 en parejas y una grupal con cuatro Psicólogos.
    No se pudo indagar acerca de con quién vive el profesional, pero a partir de algunas respuestas, se advierte que la mayoría de las mujeres entrevistadas vive con los padres o esposos y el sustento está garantizado por ellos.


    La inserción profesional y el contexto histórico de los primeros graduados en Psicología

    Previo al análisis de las Representaciones de los futuros Concurrentes, indagaremos la prehistoria de este colectivo que comenzamos problematizar.
    Muchos son los trabajos que versan sobre la Historia de la Carrera de Psicología, su configuración, sus actores, la profesionalización de los Psicólogos, la inserción Hospitalaria, etc. En particular es muy fructífero (y la exposición que por estos días se encuentra en la Facultad de Psicología de la UBA es la cabal demostración de ello) el período que va del 57 al 66.
    Lo que nos interesa remarcar de esta “época dorada” junto con el período siguiente, anterior a la dictadura del 76, es su fundante marca en lo que hace a la inserción de los Psicólogos.

    Transcribimos textuales tres impresiones de aquel tiempo en relación con la inserción profesional:

    “Otra forma de participación fue la de pasar a ser docentes de aquellas materias que recién habíamos cursado (ad-honorem, por supuesto)” (Langleib, 1983).
    “Recuerdo que en 1962, aún no recibida, fui con una compañera a ver al Jefe de una Sala de Pediatría. Nos autorizó a trabajar dos horas, dos veces por semana; en 1965 formábamos un equipo de 15 psicólogos y médicos que atendía todos los días hasta las 18” (Cheja, 2002).

    Los dos relatos anteriores corresponden a psicólogas graduadas en los años 60. El que sigue, tiene como autor a un Psiquiatra-psicoanalista, pero resume las características de inserción en lo público de los años 60 y 70. Es importante mencionar, ya que la cita no da cuenta de ello pero sí el texto en su totalidad, que Blas de Santos es sumamente (auto)crítico con la subjetividad profesional construida en aquellos años.

    “El clima exitista fue propicio al boom del psicoanálisis [...] se fue instaurando, en los actores de ‘lo psi’ una subjetividad, que fue costando cada vez más separar del entusiasmo que sentían por participar de un modelo social-profesional prometedor [...]. Todo esto encontró en los Servicios de Psiquiatría de los Hospitales Generales [...] una profesionalidad identificada con un porvenir sin obstáculos. En su perfil confluía el altruismo de una práctica que lucía ‘honoraria’ en lo hospitalario y provechosa en la consulta privada. Esa ecuación de popularidad matutina y prestigio vespertino, reproducía la tradicional imagen médica que la ‘peste’ freudiana había amenazado subvertir” (Blas de Santos, 1997).

    Lo que se intenta referir con las citas precedentes es el escenario (incompleto, por supuesto), en el cual se inscriben las primeras prácticas e inserciones profesionales del reciente configurado campo de la Salud Mental.
    La intención es recortar específicamente la temática de la inserción profesional, sabiendo que se deja como telón de fondo, una rica y compleja historia con múltiples determinantes: desde un particular contexto político y económico tanto local como global, hasta la configuración singular que va adquiriendo la formación y práctica en el campo “psi”.

    Entendemos el espacio de las prácticas profesionales de los recientes graduados como una bisagra, como el espacio fundante en el presente que se articula con un pasado (la formación) y un futuro más o menos lejano, complejo y por construir representado por la identidad profesional.
    Las primeras camadas de psicólogos graduados poseían, en el auge de esta ola “exitista” (creada y sostenida en gran parte por ellos), una gran avidez por el nuevo conocimiento en un amplio sentido y esto era notorio, precisamente, en su interés por la calidad de la práctica y el nivel de compromiso de las primeras inserciones.
    La apertura a nuevos campos, el pensamiento crítico, la creatividad, la salida al ámbito público y el trabajo en y para la comunidad, signaron, para la gran mayoría de los actores de aquella obra, los primeros pasos en lo profesional.
    Hugo Vezzetti resume lo dicho hasta aquí: “Esa extensión inicial del psicoanálisis (la creciente intersección con discursos de las ciencias sociales, la penetración en la carrera de Psicología de la UBA y la inclusión "integradora" en zonas del dispositivo hospitalario) se caracterizaba por una notoria vocación pública en la definición de los problemas y las estrategias de intervención” (Vezzetti, 1998).

    Esta rica historia de inserciones y aperturas al ámbito público, que continúo de alguna manera luego del 67, se termina de quebrar con la dictadura militar del 76; los Servicios de Psicopatología son devastados y la Facultad de Psicología es intervenida.
    Si hubo una explosión hacia lo público años atrás, los tiempos de la dictadura representan el abroquelamiento en lo privado. Esta necesidad de resguardarse del afuera, se plasma de manera palmaria en la multiplicación de los grupos de estudio psicoanalíticos (García, 1983).
    En la misma época, el Decreto N° 1499/977, publicado el 6 de mayo de 1977 en el Boletín Municipal N° 15.513, establece “el sistema de concurrencia honoraria a los hospitales municipales para los profesionales del arte de curar, médicos, bioquímicos y odontólogos en el carácter de perfeccionamiento de postgrado de sus respectivas carreras universitarias”.
    Más allá de esta institucionalización, en el contexto de finales de los 70 y comienzos de los 80, no es lo mismo, sobre todo para los Psicólogos, que ni siquiera son legítimamente reconocidos, insertarse “por el honor”.
    Luego de 24 años de pelear por un título habilitante para practicar la psicoterapia, de la mano de la Ley de Ejercicio Profesional de 1985, el psicólogo es habilitado legalmente para “ejercer el arte de curar”. Pero deberá esperar todavía un año más para que, llegada la Resolución 45/986, se legalicen finalmente las Concurrencias, y con ello cobre formalidad una situación que, de hecho, venía ocurriendo en los Servicios de Psicopatología desde hacía ya varios años.
    Si hasta ese momento, los psicólogos ejercían la profesión clandestinamente y sin cobrar, pero a partir de una creencia de apertura pública y comunitaria, ahora lo hacen legalmente, ad-honorem y en pos de una formación oficial de postgrado que, lentamente, comienza a sostener la Atención en Salud Mental de la Ciudad de Buenos Aires.
    Queda claro que es fundamental indagar y observar los determinantes contextuales. Los primeros psicólogos trabajaban gratis porque estaban configurando un nuevo campo, todo estaba por hacerse. Los “segundos”, los que salen a la luz con la democracia, luego de varios años de clandestinidad, inician una nueva oleada de apertura pero, definitivamente desde otro lugar; las marcas de la dictadura, los años de secretos grupos de estudio, los exilios de las figuras del pasado reciente, entre otros condicionantes, configuran otra Salud Mental que determinará una particular configuración de las relaciones Psicología-Psicoanálisis-Hospital-Formación-Comunidad.
    Sobre este distintivo reordenamiento de fuerzas es que se instala la Concurrencia en Salud Mental.


    Los entrevistados...

    Lo condensado en la frase de Blas de Santos para los 70, tiene su contraparte, treinta años después, en la cita de una de nuestras entrevistadas:
    “[...] pero necesito urgente gestionar otro trabajo económico... que me rinda plata. Ahora la perspectiva es a la mañana dar la Concurrencia y a la tarde Mc Donalds, Telemarketer, lo que sea...” (Mujer, 25 años).
    ¿Será esta una retraducción posible de la frase “popularidad matutina y prestigio vespertino” para los comienzos de siglo en el psicólogo graduado recientemente?

    Prácticamente todos los psicólogos y psicólogas que pudimos entrevistar, desean hacer la concurrencia por formación, experiencia, contactos; como una forma de insertarse laboralmente, para aprender o atender pacientes. En menor medida nombran la posibilidad de supervisión y participar de ateneos.
    La mayoría de los futuros concurrentes dice no creer poder o no querer terminar los cinco años que demanda la concurrencia.

    En lo específico del tema que nos convoca, la muestra obtenida no parece totalmente homogénea en su posicionamiento frente al trabajo ad-honorem en la Concurrencia.
    Por un lado se ubican las que tienen clarísimo su objetivo: “Lo que yo quiero hacer, y por lo cual no agarraría otro cargo que no sea eso es clínica, a mi siempre me interesó el Psicoanálisis de adultos, no me voy a meter en familia, en niños ni nada por el estilo, voy a hacer así, adultos, clínica por eso me interesa muchísimo el Ameghino; que es un centro de Salud mental, no un hospital general, con una posición psicoanalítica bastante lacaniana, conocido por eso, ahí quiero ir yo”. (Mujer, 27 años)

    Por otra parte se encuentran fuertes críticas, en especial provenientes de dos de los tres varones entrevistados: “Me jode, me jode mucho, me jode mucho digamos, a partir de que das el examen y comienza todo el proceso de averiguar puntaje, ranking, apelaciones, venir a... es todo un proceso de bronca, para alguien que se preparó” (Varón, 26 años). “Jode muchísimo, porque habiendo ñoquis que por rascarse los pies digamos, cobren guita y que seamos nosotros mas de 300 concurrentes laburando gratis en algo que se necesita cuando hablamos de salud me parece nefasto...” (Varón, 32 años).

    Tampoco hay coincidencia frente a otro punto interesante de la discusión, la Concurrencia, ¿es un trabajo?
    “Considero que es un trabajo, de todas maneras, aunque no haya retribución, lo que pasa es que se complica en algún punto sostenerlo como trabajo y al mismo tiempo porque no me parece que sea lo que yo me merezco digamos, me parece que por la formación y por todo el trabajo que yo estoy haciendo merecería cobrar por lo que hago, lógico...” (Mujer, 25 años).
    Otra concurrente opina distinto: “[la concurrencia] me parece una explotación por parte del Estado y un abuso, pero dada la situación hoy en día es bastante complicado porque para entrar a una prepaga por ejemplo necesitas 5 años de experiencia y palanca [...] es difícil asociar la Concurrencia como un trabajo al no recibir remuneración” (Mujer, 26 años).
    Pero en este tema, no todo es resignación o espera por un merecimiento, aparecen también contradicciones: “Para mi trabajar significa cobrar por un trabajo, si no se termina haciendo asistencialismo o algo parecido, [...] la actividad que se desarrolla, o que yo aspiro a desarrollar me interesa porque quiero aprender... yo estoy en contradicción permanente... yo se que si... el sistema en el que yo me meto, en parte está, el sistema quiero decir, que hay tanta gente que labura sin cobrar, está porque hay tantos que nos metemos y lo sostenemos, esto es así...” (Varón, 26 años).
    En una de las entrevistas a dos Psicólogas, en el diálogo aparecen puntos interesantes para retomar a partir de la participación y la visualización de ciertos aspectos de la representación del quehacer del psicólogo:
    “Muchos servicios y muchas instituciones estatales se mantienen por gente que no cobra nada [...] si nadie lo haría, no existiría tanta gente que labure gratis... si nadie labura gratis, no sé... o no habría ningún Servicio...creo nosotros como profesionales capaz que deberíamos, no se, organizarnos de algún modo para valorarnos nuestro trabajo...[...] reunirnos y hablarlo, lo que pasa que cómo hacés... bah, yo no tengo así una cosa tan política, me parece que tiene que ser alguien con iniciativa y que quizás mucha gente se engancharía, pero yo no me siento con ganas de ponerme a organizar eso pero...” (Mujer, 24 años).
    Si, pero además a los psicólogos nos cuesta ponernos en nuestro lugar y decir “nosotros cobramos”, y creo que es una de las pocas profesiones que laburan tanto tiempo sin ganar nada, y que además es como el único modo de insertarse laboralmente es empezar a trabajar sin cobrar, gratis..”. (Mujer, 26 años).

    Como señalábamos anteriormente, no hay un acuerdo general en relación con la totalidad de las temáticas indagadas; si bien en la mayoría se percibe un malestar en relación al no cobro, las valoraciones son muy diferentes: “A mi se me ocurre que el Estado nos dio la posibilidad de cursar la carrera ad-honorem también, entonces nosotros es como retribuir en cierta forma lo que uno usó y que uno transcurrió y también es a nivel formación te estás capacitando, así que me parece que desde todo punto de vista ganás, más allá de que obviamente sería bárbaro poder cobrar, pero si podes organizarte los horarios para trabajar y para poder cursar la Concurrencia... y bueno..” (Mujer, 28 años). Lo que llama la atención de esta cita es la clara diferencia que se hace entre trabajar, por un lado y Cursar la Concurrencia por el otro, como si fuera una materia más.

    Problematizando...

    Son varios los posibles interrogantes que dejan los recortes de las entrevistas y la historia de la inserción profesional.
    Queda claro que existe cierto malestar actual frente al trabajo ad-honorem, pero... ¿Existe posibilidad de hacer algo con esto? ¿Cuál es el grado de determinación de la formación del psicólogo? ¿Se relaciona el trabajo ad-honorem y la imposibilidad de ver una salida con la representación clínica hegemónica? Esperamos poder promover la indagación y la construcción de éstos y otros interrogantes, intentando profundizar en la formación, inserción e identidad del psicólogo.
    Concluimos con una cita de una de las entrevistadas que hace un comentario nodal: “a mi me inquieta digamos, [...] lo que me inquieta más que nada es después de la Concurrencia qué... porque no veo inserción...”

    Lic. Julián Antman es Becario de Investigación UBACYT, Trabajo presentado en las IX Jornadas de Investigación de la Facultad de Psicología de la UBA, 29 y 30 de agosto de 2002, Buenos Aires, Argentina.

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