La experiencia que yo viví con los pacientes psicóticos en un castillo en el medio del campo dejó en mí abierto un canal a la sensibilidad y me permitió conectarme con todas las vivencias de una manera más aguda y profunda.
Yo ya no soy la misma luego de haber transitado ese sendero lleno de nuevos aprendizajes, vivencias y experiencias compartidas que me devolvieron una nueva imagen de mí.
El encuentro con esos pacientes, las diferencias de cultura y de lenguaje, me confrontó con mis propias carencias y limitaciones. Pero siempre dejándome una impronta como marca que jamás se borrará por más que el tiempo pase.
Cabe destacar que yo conviví en el mismo castillo donde se hospedaban y eran tratados los pacientes (llamados pensionados), con otros pasantes como yo, de otros países, la mayoría franco parlantes. Teniendo en cuenta que para mí el idioma no representaba una barrera o dificultad, igualmente a todos los que realizábamos la pasantía, en los primeros momentos nos costó adaptarnos a los nuevos ritmos y tiempos que demandaba ese tipo de trabajo.
En la primera reunión de pasantes nos dieron un texto cuyo título era "Repères" donde nos explicaban las coordenadas del lugar y todo lo referente a normas y horarios a respetar. Y no es azaroso dicho título, porque a mí me aconteció que por momentos me encontraba sin referencias, como habiendo perdido la dimensión de mi propio ser y las coordenadas temporo-espaciales que me sostenían. Como si estuviera embebiéndome de la "locura" del lugar.
En cuanto al tipo de trabajo, este mismo está situado bajo los principios de la Psicoterapia Institucional, y es por sobre todas las cosas lo que yo llamaría "comunitario", es decir, todas las decisiones eran tomadas en conjunto, reflexionando, teniendo reuniones donde cada uno (pacientes y trabajadores), opinaba lo que le parecía y nunca uno solo decidía, no había ni jerarquías ni burocracias, y eso era bastante respetado.
Por ejemplo un día decidí realizar el turno de las 17hs. hasta las 23 hs. en la enfermería del castillo y leí en una cartelera un anuncio que informaba a todos que se iban a pintar las paredes de ese lugar, entonces cada uno debía anotar el color de pintura que más le gustaba y luego se decidía entre todos. Eso me llamó mucho la atención porque, como esa, todas las decisiones eran debatidas previamente y consensuadas.
Yo me preguntaba porqué determinaciones que para mí eran nimias, como por ejemplo arreglar o no una fotocopiadora, eran tomadas en conjunto luego de haberlas hablado varias veces a lo largo de diferentes reuniones. Me explicaron que las distintas reuniones que se realizaban semanalmente permitían la circulación de un mismo tema, y, como asistían diferentes personas a cada reunión, unas hablaban y otras no porque no se animaban, dependiendo esto, de quienes estuvieran presentes en ese momento, es muy bueno escuchar, comprender, y darles el lugar a todos a que opinen, porque, de esa manera se avanza en el razonamiento y se pone en cuestión la posición que cada uno toma. Es por eso que las decisiones se toman discutiendo, no arbitrariamente, ni en medio de un conflicto.
Con respecto al tema de la circulación era muy importante que la gente que trabajaba allí, los llamados "monitores", fuera rotando de puestos y roles, nadie era nominado como el enfermero, el psicólogo o el asistente social, sino que todos hacían todo sin rótulos. Y gracias a eso y a la libre circulación de los pacientes por los distintos lugares que ofrecía esta clínica se creaban constelaciones transferenciales múltiples que permitían a un mismo paciente conectarse por ejemplo en un taller con unas personas y en una reunión con otras.
En esta clínica psiquiátrica tan particular funcionaba un "Club" que tenía por objetivo financiar las actividades de los diversos talleres que funcionaban ahí. Al principio era un tanto complicado entender el modus operando de este club, pero a medida que el tiempo pasaba y que yo iba escuchando y formando parte de las distintas reuniones, comencé a comprender de qué se trataba ese trabajo tan interesante que realizaba el club.
Cuando regresé me pregunté: pero, ¿se curan los pacientes allí?, ¿qué es lo que cura? Y me costó encontrar una respuesta si lo pensaba en términos de curación. Finalmente llegué a la conclusión de que: el trabajo institucional y comunitario en sí es lo que ayuda a encontrar un camino diferente a la psicosis. No es una sola cosa lo que permite o no encontrar la salida al sufrimiento que implica la enfermedad mental, sino que es todo el trabajo en conjunto (los talleres, el club, las salidas terapéuticas, la medicación) lo que contribuye a llevar una calidad de vida más digna y placentera.
Y por último quisiera compartir con ustedes dos vivencias, las más significativas de todas las que experimenté allí. En una de las salidas terapéuticas fuimos a un mercado donde vendían comida, ropa y accesorios en general, una paciente a la cual le gustaba mucho disfrazarse, (cada día se vestía con ropa diferente que ella misma fabricaba), se le ocurrió comprarse una soga. Por supuesto mi asombro fue muy grande al verla, porque como se imaginarán, lo primero que se me cruzó por la cabeza fue la posibilidad de un suicidio.
Cuando hablé con la monitora encargada de ese taller, a ella ni se le había ocurrido esa posibilidad. Entonces, eso me dio la posibilidad de reflexionar acerca de las diferencias de enfoque y maneras de pensar al enfermo mental que esta modalidad de trabajo "institucional" aporta, otorgándoles a los pacientes la apertura y libertad que se merecen.
Considero esto un ejemplo a tener en cuenta, y un modelo que deberían adoptar varios de los hospitales psiquiátricos de este país.
Y para finalizar, la última anécdota se trata de que cuando yo estuve trabajando en la cocina, siempre aparecía un paciente en pleno delirio, que hablaba sin parar. Mi último día allí, yo ya estaba empezando a elaborar el duelo que implicaba volver a mi país, y sentía un dejo de tristeza por tener que dejar esa modalidad de trabajo tan original y creativa, y sobre todo porque me tenía que despedir de los pacientes que vivían ahí. Entonces le dije a este paciente que me iba a ser difícil olvidarlo, y él me contestó: "RIGOLER", que significa tomarlo en broma o reírse de eso, como si se hubiera conectado en lo más profundo con mi sentimiento de angustia y vacío, dándome una respuesta original y sorprendente que me mostró un camino diferente frente a esa despedida que para mí "no era ninguna broma".