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6 DE JUNIO DE 2006 | ETICA Y PSICOANÁLISIS

Una Ética para la enseñanza del Psicoanálisis

“Lo que el Psicoanálisis nos enseña, como enseñarlo?. Qué es ese algo que el análisis nos enseña que le es propio, o lo más propio, propio verdaderamente, verdaderamente lo más, lo más verdaderamente?”. La consideración sobre la enseñanza de los enfermos y su logicización conforman la posibilidad de una producción: la subjetivación del deseo de Freud.

Por Amelia Haydée Imbriano
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La regla fundamental analítica significa que no se puede dejar de decir lo que se ignora y que ello es la exigencia primera de la transmisión de la clínica. Es mucho lo que podríamos señalar sobre ese paso que implica el camino desde la teoría a la clínica y viceversa y sobre sus implicancias y tabúes para el practicante novel. Pero lo más importante a considerar es que el mismo no debe ser un salto al vacío. Ese camino fue la senda inaugural del trabajo del Doctor Sigmund Freud, quien comenzó su práctica desde una formación teórica médica, con grandes impregnaciones
neurofisiológicas, psicológicas y psiquiátricas provenientes de experiencias tales como las realizadas en el laboratorio del Dr. Brucke, los estudios de teorías psicológicas en referencia a Von Brentano y las prácticas con pacientes enfermos mentales en relación a Charcot, por sólo enumerar algunos de sus maestros y de sus marcos referenciales.


Queremos resaltar el valor que tuvieron estos marcos teóricos conceptuales, científicos, de metodología experimental rigurosa, en el origen del Psicoanálisis, porque fueron ellos los que posibilitaron en Freud lecturas y enseñanzas a partir de las cuales surgió la pregunta por el sujeto en relación al deseo. Es un lugar común hacer mención a la ruptura epistémica del Psicoanálisis, y nos parece importante destacar que hablar de ella tiene asidero si se reconoce el valor que tienen los marcos referenciales; ellos se componen desde un orden lógico y son los que posibilitan una lectura. Puede suponerse que esta tarea es de principiantes y ello consiste en un grave error. Ese paso de articulación teórico-clínico, que constituyó la praxis, es implícito a una ética: la “Ética del Psicoanálisis”.
En el discurso analítico el saber funciona como “docta” ignorancia habilitando un espacio para la asociación libre. Esta es, en primer lugar, la implicación del analista en su acción de escuchar y ella es la condición de la palabra. Para el analizante se trata de hablar
libremente: angostura entre la falta de libertad de la palabra y aquello más temible aún que es decir algo que podría ser verdad. Pero, de lo que se trata es de lo indecible de lo que se ignora, y es esto lo que fundamenta la ética del psicoanálisis. El psicoanálisis, en su praxis, detecta al sujeto en una estructura que da cuenta de su estado de hendija, de Spaltung:sujeto en tanto castrado y en relación al objeto en tanto perdido, conceptos ya enunciados al inicio de la obra freudiana, en escritos tales como el Proyecto de psicología para neurólogos, en donde ya está enunciado el “trieb” como concepto dato radical de la experiencia analítica, organizador de la metapsicología freudiana. Freud nos advirtió que si
de pulsión se trata, lo que está en juego es la “vuelta a lo inorgánico”: la muerte , dice sin reparos. Cuando el sujeto está tomado por lo pulsional (sujeto de goce) se encuentra en un nivel muy alto de “acomodación” en relación a la muerte, posiblemente bajo las distintas formas de las desgracias del ser. El costo es alto, y él no sabe cuánto. Frente a esta evidencia de agonía del sujeto, para el analista, el único alcance de la función de la pulsión
será poner en tela de juicio ese asunto de la satisfacción. Entonces, si hay una clínica posible es en tanto que clínica de la pulsión.
En todo practicante insiste una pregunta: Cuál es la intervención, mediante la palabra, que tenga efecto sobre lo pulsional?. A veces se puede creer que esta pregunta no tiene respuesta: error. La respuesta está a la vista desde los orígenes del Psicoanálisis, se trata de la posición del analista, posición a la cual adviene como efecto de su análisis, de la supervisión y de los marcos conceptuales referentes que le sirven como soporte para una
escucha-lectura de la subjetividad. La cura psicoanalítica tiene una dirección sostenida por el analista que lleva adelante una táctica implicada en una estrategia y en una política constituida en la ética del psicoanálisis. Cabe volver a preguntar: qué nos enseña esta
praxis?. Hablando estrictamente, el saber psicoanalítico sólo puede ser el saber de la transferencia, es decir, el “saber supuesto” que en el curso de la experiencia analítica se vuelve transmisible por otras vías y por otros efectos. La transferencia es donde se
constituye la clínica analítica y el psicoanalista. El trabajo del analítico lo implica, y su máxima implicancia será explicitar su saber des-suponiéndolo, o sea, desprendiéndolo del lugar que le tocó en la experiencia. (Miller, CST) Es a partir de ello que puede pensarse la enseñanza de los enfermos.
Aquellos que intentan iniciarse en la práctica reiteran una pregunta: Para tener práctica, sirve el trabajo en el hospital o lugares similares?. Al respecto pensamos que primero es necesario despejar a qué práctica se refieren y por ello lo antecedente. Por otro lado, es obvio, que los consultorios, los centros asistenciales, el hospital, como lugares de los enfermos, no forman analistas; éste se efectúa en un análisis. Desde esta aclaración es que podemos aproximarnos a la cuestión en torno a si estos lugares dejan enseñanza. Y, en primer lugar, solo deberemos decir: se trata de la enseñanza de los pacientes. Pero, ella surge como efecto de un trabajo en que los practicantes construyan una lectura de la
clínica, y esto implica una clara distinción de marcos conceptuales, además del análisis personal de cada uno y la supervisión. Solo desde allí se habilitará el espacio para abrir los interrogantes que precipitan de la práctica. De este modo se conformará un espacio donde la clínica pueda ser soberana, éticamente soberana y no caprichosamente soberbia. Para ello es necesario reflexionar a partir de una ética posible teniendo en cuenta que los psicoanalistas forman parte del concepto de inconsciente, puesto que constituyen aquello a lo que éste se dirige (Lacan, Posición del inconsciente. 1964). Desde allí se podrán logicizar rasgos de la práctica sabiendo guardar respeto por los interrogantes sin respuesta, en donde tenga lugar un enigma, para encontrar desde allí la puesta en marcha de un espacio de producción. La práctica del psicoanálisis requiere esos enigmas, y en este sentido requiere de los practicantes que los establezcan. Por ello es necesario establecer con solidez el lugar desde el cual se los establece porque no se trata de una precipitación mágica sino que depende del concepto de sujeto que regula lo que se entiende como lógica
de la cura. Entre lo universal y lo particular queda constituido un intersticio y tratar de poner en producción ese espacio del dispositivo analítico sostenido por la transferencia. Es
lo que proponemos como enseñanza de los pacientes, lugar posible para preguntar: cuál puede ser el deseo del analista, cuál puede ser la cura a la que se consagra? (Lacan, Del “trieb’de Freud y del deseo del psicoanalista. 1964).

Mas informacion:
www.kennedy.edu.ar

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