Con este encuentro comenzó entonces, la visita de Colette Soler a Buenos Aires, pero no su enseñanza. Como lo expresó ni bien tomó la palabra “los años pasan pero el trabajo continúa”. Y así es por lo menos para ella que comenzó a estudiar con Jacques Lacan en los años 60s y que acompañó a esta gran figura del Psicoanálisis a través de los avatares de la disolución de una Escuela psicoanalítica y la formación de otra. Luego, a fines de los años 90, otra crisis del Psicoanálisis hizo que Colette Soler abandonara la AMP (“Asociación Mundial de Psicoanálisis”) por diferencias teóricas con Jacques-Alain Miller quien es el heredero de la obra de Lacan y el encargado de establecer los seminarios dictados por aquel.
En estos cuatro días que contamos con la presencia de Colette Soler, los temas que trabajó fueron: “Los afectos lacanianos”, en la Asociación de Cultura Armenia; “Los trastornos del ánimo, ¿tienen un sentido?”, en el Hospital Alvarez; “Las promesas del pase”, conferencia para miembros del Foro analítico del Río de la Plata, en la sede del foro y por último, cerrando en la Facturad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, hablando de “Los afectos depresivos”.
En todos los encuentros, uno se encuentra con una gran claridad expositiva, acompañada por un excelente dominio de nuestro idioma, incluso cuando tuvo que recurrir a la ayuda de la audiencia para dar con alguna palabra. Tranquilidad, orden y buen humor, hicieron de todas estas jornadas, una experiencia altamente recomendable para los que quieren formarse en Psicoanálisis y buscan un estilo más fresco y menos cerrado al que la obra de Jacques Lacan los ha acostumbrado.
“Deseamos bajo mandamientos”. Esta fue una de las frases que resonó fuertemente en la conferencia que dio ayer Colette Soler en la Facultad de Psicología, rodeada de estudiantes y también de graduados de esa casa de estudios. Que no deseamos cualquier cosa sino lo que los mandatos de cada época señalan, no es una novedad. No obstante, esto que fue siempre así, es puesto más en evidencia por el discurso capitalista.
Las propagandas están destinadas a mostrar objetos “gadgets” -como los denomina Lacan- que vendrían a obturar el vacío y colmar el deseo, produciendo así satisfacción. Y entonces se desea a esos objetos. Ahora bien, uno podría pensar que el sujeto desea, obtiene lo que desea y accede así a la satisfacción, sin embargo, el discurso capitalista produce un efecto en los sujetos de depresión. Es fácil comprobar cuánto han aumentado “los estados depresivos” en las últimas décadas, lo que a los laboratorios parece convenirle –como señaló Colette Soler- y a los psicoanalistas, nos preocupa.
“El capitalismo cambia las condiciones de lo que se llama `éxito`” ya que hace de él un valor. Mientras que la religión decía “los últimos serán los primeros”, la “religión del mercado”, el discurso capitalista, pone el acento en que hay que ser un ganador y quien no lo es, es por oposición un perdedor, alguien incapaz.
Al respecto, en la conferencia Colette Soler, hace mención a la frase que antes se escuchaba “es pobre pero honrada”, ahora esto ya no es más un valor. El valor que sostenía a esa persona, la honradez, ya dejó de ser un valor que la época tenga en cuenta, entonces, ahora lo que se escucha es “es pobre porque es incapaz, no quiere trabajar”.
El discurso capitalista destruye los valores y deshace los lazos sociales. La satisfacción del éxito es ahora, al mismo tiempo, la insatisfacción del sujeto. Lo llamativo de todo esto -dice Soler- es que nos encontramos no con la depresión de los “perdedores”, sino la de los llamados “exitosos” (integrantes de la farándula, empresarios exitosos, artistas). Así buscan otras causas paralelas que no sean el éxito que dicta el mercado o caen bajo los efectos de las sectas religiosas, drogas, etc., siempre buscando algo más. Para explicar lo que le ocurre a estos sujetos, Colette Soler recurre a un neologismo que es el de “narcinismo” (de narcisismo y cinismo).
Si el “éxito” no es un valor sino que es, en todo caso, una cualidad, no es algo de lo que el sujeto se pueda servir para elevarse frente a los demás (“escabel”), en términos de lo que el sujeto se sirve para conservar el propio valor narcisista y entonces, el efecto de esto es la depresión.
La depresión o el estado depresivo se caracteriza por el rechazo del deseo. Al decir de Colette Soler, es un rechazo del deseo, como un “no vale la pena” generalizado que deja al sujeto en la apatía. El depresivo es un objetante, alguien que dice “no” a todo.
Desde ya que el psicoanálisis no podría cambiar al discurso capitalista, pero sí –para terminar con las palabras con las que Colette Soler cerró su conferencia en la Facultad de Psicología- “debería sacar al sujeto de su captación en el valor del mercado y producir un efecto que no sea únicamente el deseo en juego en el campo de la competición”.
Colette Soler se formó como psicoanalista con Jacques Lacan y es doctora en Psicoanálisis por la Universidad de París VII. Entre sus obras se cuentan La repetición en la experiencia analítica, Estudios sobre la psicosis, Finales de análisis, La maldición sobre el sexo, Lo que Lacan dijo de las mujeres y, en colaboración con otros autores, El decir del analista