Entrevista a Analía Ungaro, quien recientemente publicó el libro "El encuadre psicoanalítico: De la ortodoxia a la clínica contemporánea".
-¿Cuál es el encuadre actual en psicoanálisis, para usted?
-En la actualidad, el encuadre en psicoanálisis se ha vuelto más flexible, está menos sujeto a las normas externas, y tiene más que ver con la actitud del terapeuta. Es decir, con el modo en que él ha internalizado el psicoanálisis, su análisis personal y su recorrido clínico. Es lo que se denomina “encuadre interno” como sostén del tratamiento. Esto no significa que no se mantengan postulados tales como la neutralidad y la abstinencia.
-¿Cuáles fueron los últimos cambios que hubo en el encuadre en la clínica actual?
-Los cambios más importantes están relacionados con la frecuencia semanal de las sesiones, la flexibilidad en el uso del diván y, más recientemente, el uso de las pantallas en lugar de la presencialidad. Antes era habitual que un sujeto se analizara tres o cuatro veces por semana. Hoy ya se ha instalado en la sociedad que mayoritariamente la frecuencia es de una vez por semana. Otro cambio importante es el menor uso del diván. En lo personal, no uso el diván con mis pacientes hace más de diez años. Hay analistas que lo usan, pero la mayoría lo tiene en sus consultorios y es prácticamente un símbolo. Esto no implica desconocer los beneficios que Freud encontraba en el uso del diván. Es decir, la manera en que facilitaba el encuentro del paciente con su mundo interior y su fantasmática, y, paralelamente, evitaba sentir la mirada del terapeuta de manera directa. A Freud también le cansaba estar siendo mirado durante una jornada de trabajo. Asimismo, se experimentó un cambio importante en lo que hace al pago de los honorarios en el período de vacaciones, en las ausencias o sesiones no tomadas.
-Factores externos como la pandemia, ¿influyeron en el encuadre?
-La pandemia produjo un cambio radical en el encuadre. No hubo otra salida que recurrir a la tecnología para poder continuar los tratamientos. Algunos analistas se resistieron al comienzo, pero luego, con el paso del tiempo y viendo que se prolongaba, tuvieron que acomodarse a las nuevas reglas y comenzaron a atender por zoom o videollamadas. Los más ortodoxos trataron de encontrar el modo de replicar la relación de un paciente recostado y no verse frente a frente, por ejemplo, haciendo una llamada y dejando el teléfono a un costado; de este modo, no se veían el rostro y se asemejaba más al dispositivo clásico. Cada uno tuvo que encontrar, junto con el paciente, el estilo que mejor se adecuara a su personalidad. Algo no poco importante es a su vez el hecho de que alguien puede elegir un analista que no viva en su misma localidad o país. Esto es de suma importancia en las localidades chicas del interior del país o muy alejadas, pues se pueden elegir analistas y supervisores privilegiando las transferencias y no la cercanía geográfica, lo que propicia la exogamia en estos lugares donde son pocos los analistas.
-¿El encuadre cambia según el analizante o según el encuadre interno de cada psicoanalista?
-Ambas cosas. Cada paciente es singular y el terapeuta debe acordar con él, dentro de los límites razonables, qué tipo de encuadre es apropiado para ese sujeto y cuál es el tipo de neurosis o patología que puede acomodarse y tolerar determinado encuadre.
El encuadre interno del analista, si bien responde a su formación, análisis personal y a cómo ha internalizado el psicoanálisis, también es flexible y lo saludable sería que pudiera tener en cuenta frente a quién se está y ver qué es lo que ese paciente necesita.
Dra. Analía Ungaro, Ph. D., es Licenciada en Psicología. Posgrado en Psicoanálisis, Psicoterapias y Técnicas psicoterapéuticas. Miembro Titular en Función Didáctica de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA). Full Member de International Psychoanalytical Association (IPA) y de la Federación Psicoanalítica de América Latina (FEPAL). Doctora Cum Laude en Psicología (USAL). Profesora de Historia.