Su contratapa dice:
¿Existen dos entidades, con la misma dignidad, llamadas hombre y mujer, separadas por el Gran Cañón de la diferencia sexual? ¿O hay que pensar esa diferencia como algo puramente relativo, situando a cada ser humano en un continuo de más o menos hombre a menos o más mujer?
Sigmund Freud estableció de qué extraña manera la sexualidad determina al ser humano: su pulsión ya no es el instinto sexual heteronormado de los psiquiatras de entonces. Con su sorprendente enunciado "No hay relación sexual" y las fórmulas de la sexuación que lo sostienen, Jacques Lacan intervino en ese embrollo entre lógica y sexos inventando un nuevo operador, un notodo, que indica la incompletud de la cosa sexual.
Guy Le Gaufey estudia en este libro por qué tales fórmulas no resultan legibles sino con respecto a coerciones formales propias de la enseñanza de Lacan –sobre todo la invención de un "objeto parcial" sin precedentes en el psicoanálisis. De esa misma parcialidad deriva el armazón lógico de las fórmulas de la sexuación, es decir, un valor de la proposición particular explícitamente dejado de lado por Aristóteles y toda la tradición lógica clásica.
Tal particularidad permite distinguir la lógica subyacente en las viñetas clínicas, breves relatos de casos que se supone ilustran un fragmento teórico considerado demasiado abstracto. El notodo de Lacan pone de relieve el modo en que dichas viñetas, bajo la aparente modestia de su ingenuidad empírica, terminan convirtiendo el saber en un referencia incuestionable. El operador notodo reafirma en cambio la parcialidad básica y sin totalidad del ser hablante sexuado.
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