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5 DE MARZO DE 2007 | DÍA DE LA MUJER

Las mujeres en la era de la ciencia y la tecnología

Con la buena excusa de la conmemoración del día de la mujer, este artículo recorre los distintos lugares por los que atravesó la mujer a la actualidad. De Freud a Lacan, pasando por los desarrollos de Colette Soler.

Por Fabiana Antonelli
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Es impactante el desarrollo de la ciencia en el siglo pasado. El avance, que aún continúa, evidencia sus efectos en la tendencia a la globalización así como en el dominio de los productos en la economía de la vida. Efecto de universalización y tiranía de los productos tienen consecuencias directas en la mujer.


Para el Capitalismo, el cuerpo es parte del capital y como tal es tratado. Esto trae aparejado una degradación generalizada del amor. En este escenario el amor pierde, se pierde. Se habla cada vez más de él en términos de economía capitalista: tener, ganancias, pérdidas y productos que se calculan y sobre los que se llega a acuerdos aún de antemano (acuerdos prenupciales o firma conjunta de acuerdos matrimoniales y de divorcio corrientes en otros países, aunque no desconocidas en el nuestro). La legislación va en el sentido de ir ratificando este movimiento, y como dice una canción: "el amor se cohibe en los juzgados."
Un efecto aún más notable y novedoso es el que C. Soler llama “el efecto unisex” que tiende a cubrir la diferencia sexual. Especie de trasvestismo generalizado que va en el sentido de la igualdad entre el hombre y la mujer. Intento de la ciencia, la tecnología y el capitalismo de ignorar, de borrar la diferencia sexual en un mundo que trata de reducir a todo sujeto a un trabajador y consumidor potencial.

La época

No se puede considerar a los sujetos por fuera del discurso de la época. Los síntomas, las patologías, están en estrecha relación con el discurso que la caracteriza.
Actualmente prima el discurso de la ciencia, que Lacan define en Radiofonía y Televisión como “una ideología de la supresión del sujeto”. Pero el sujeto resiste. Una y otra vez va quedando como resto el mismo problema: lo subjetivo nunca termina de ser capturado en las redes de la ciencia.
El eje principal del discurso que regula una sociedad pasa por el Inconsciente, y el nuestro ha promovido, con los derechos humanos, los valores de igualdad entre los sexos, que coinciden con los arreglos cada vez más unisexos de los estilos de vida que orientan el mercado de los nuevos objetos hechos para que gocen todos, nos dice C. Soler. Estos valores de igualdad, combinados con la creciente homogeneización de los estilos de vida, se conjugan en un esfuerzo por reducir la dimensión de la heretogeneidad hasta desconocerla, y esto tiene consecuencias.
Se ha promovido en los últimos decenios un cambio inédito en las costumbres. Prácticas sexuales que habrían sido inadmisibles hace muy poco tiempo van siendo contempladas socialmente e incluidas en el derecho. El lugar acordado al goce en el discurso sobre el amor se ha modificado.
La satisfacción sexual aparece como una exigencia justificada, un fin en sí independiente de las finalidades de la procreación y de los pactos del amor. No solo es abordada desde un discurso público que deja por fuera cualquier atisbo de intimidad, sino que es objeto de atención y de cuidados por parte de terapeutas y sexólogos que desde diversos medios masivos dan las indicaciones pertinentes sobre cómo conseguirla. Algo así como un derecho al goce sexual se añade a la lista de los derechos del sujeto moderno, y la mujer encabeza los reclamos. El goce sexual se reivindica como un derecho en sí mismo. Los paradigmas del amor han perdido actualidad y nos encontramos con amores sin modelos, construidos con conjugaciones aleatorias y contingencias de encuentros.

La época ha cambiado aceleradamente, y el destino de las mujeres debe mucho a la época. El discurso de la época marca la definición histórica de los plus-de-goce a lo que tienen acceso las mujeres, la serie reducida de los objetos compatibles con los semblantes de la mujer. Hoy por fuera del ámbito del amor maternal y conyugal las mujeres ven ampliada las opciones, pueden acceder a los bienes de consumo, al poder, al saber, al éxito, etc.

El cruce de dos discursos

Hombres y mujeres se hallan en la encrucijada donde se oponen dos discursos.
Un discurso que va perdiendo vigencia, que sostiene como valor primordial la familia, la maternidad como plenitud de la mujer y la paternidad como potencia y productividad del hombre. Lo permanente tiene un lugar de reconocimiento y el trabajo es el medio para acceder a una vida apacible.
El otro discurso es el de la ciencia y la tecnología donde los avances son rápidos y constantes, toda solución puede ser mejorada y sustituida. Se busca una vida lo más confortable posible. El ritmo de trabajo es intenso. La productividad y la adquisición de bienes de consumo son valores preponderantes. Poseer esos bienes se constituye en modelo de cómo debe ser una persona, adquiriendo así el significado de lo que no puede dejar de tenerse. En este escenario el ser madre es una desventaja competitiva en la inserción al mercado laboral.
El primer discurso, aunque fuertemente cuestionado, no ha dejado de tener vigencia –como el mismo cuestionamiento evidencia- pero ha sido en parte sustituido por formas de vinculación más individualistas.
Actualmente el tiempo que se pasa en el hogar, con la pareja y/o los hijos se ve considerablemente reducido. El problema queda establecido cuando al mismo tiempo se sostiene el mandato de dedicarle más tiempo a la familia y los hijos (acaba de salir una campaña publicitaria promovida por el gobierno al respecto), a la vez que se experimenta una inserción laboral full time. Hay que tener una familia, pero en lo posible sin pagar el precio.
El tironeo que ambos discursos con sus respectivos mandatos imponen a los sujetos es intenso, aunque no siempre se repare en él.

Las mujeres

Ya Freud se preguntaba ¿qué quiere una mujer? Interrogante que persiste abierto a lo largo de toda su obra.
Salvando las diferencias que los discursos de cada época marcan con relación al lugar de la mujer y la forma en que se expresan los malestares subjetivos, la pregunta sigue hoy teniendo tanta vigencia como entonces, pese a algunos intentos obviamente fallidos de obturarla con una respuesta que sirva “para todas”.

Desde Freud se puede sostenerse que varones y niñas no nacen “libres e iguales”. Los varones cuentan con un capital suplementario, dado por el discurso: el tener el falo, y la mujer desea, lógicamente, acceder a ese capital. Hasta hace un siglo el modo de lograrlo era a través del marido, como portador, o de los hijos como sustitutos.
Las mujeres que Freud nos presenta están cautivas no solamente en la problemática fálica, sino de un estado de la sociedad en el que no había opción por fuera del matrimonio; condenabas a no realizar su falocentrismo, salvo excepciones, sino exclusivamente como madres. Estos eran los ofrecimientos discursivos de su tiempo.
Actualmente el lugar de las mujeres está signado por el cruce de dos discurso. Atravesado por las exigencias que cada uno de ellos impone y que se entrelazan con mandatos contradictorios que coexisten en la cotidianeidad de cada una. La familia sigue siendo un ideal de logro en la vida al que una mujer debe acceder, al igual que al éxito laboral. Pero ¿cómo...?
El evidentemente cambio en los valores sociales está en estrecha relación con el ideal de la justicia distributiva y del discurso de los derechos del hombre, resultas de la globalización que impulsa el desarrollo científico.
Las mujeres, que durante siglos se vieron limitadas al ámbito de su hogar, se hallan hoy, gracias a la apertura del mercado laboral, emancipadas, al precio de quedar ellas también alienadas a los imperativos de la producción. Han dejado el lugar de resguardo del stress laboral que ocupaba en torno al hogar, para salir a la arena laboral, con sus logros y sus costos.

Es ante este precio, que el reclamo sostenido por el movimiento de libración femenina oscila entre la exigencia de ser consideradas iguales y la justicia distributiva por un lado y la reivindicación de la particularidad, del privilegio por otro. Se pide acceder a los mismos puestos en las mismas condiciones, al mismo tiempo que días femeninos, por amamantamiento, embarazo, parto, etc. Las mujeres hoy se plantean de igual a igual con los hombres en lo laboral. Pero esto no reemplaza sus responsabilidades en torno al hogar y la familia sino que viene a sumarse a las mismas. Iguales pero distintas.
Así mismo, es también debido al aumento de la esperanza de vida que la ciencia ofrece, que hoy las mujeres se encuentran con que además de lidiar con cuando tener hijos, teniéndolo muchas veces a edades más avanzadas, debe también hacerse cargo de hijos con una adolescencia cada vez más prolongada, y padres que van atravesando las diferentes etapas de una “vejez” que la época también prolonga, pero que no siempre está dispuesta a valorar o incluir. Todo esto sin olvidar su propio éxito profesional y el mantener la maquinaria del cuerpo lo más a punto posible, haciendo uso de todo lo que el mercado ofrece para parecer siempre de “entre 20 y 30 años”.
Una vez más el tironeo. Contradicción que no es caprichosa ni azarosa sino evidencia de la dificultad del problema.

Nuevas pautas sociales abren las puertas del hogar y las mujeres salen al mundo modificándose el lugar que hasta hace poco ocupaban. Ante la salida laboral de las mujeres, su incorporación a los claustros universitarios y el apogeo de la igualdad, la limitación en torno al hogar cede su lugar a una competencia generalizada.
Hoy lo unisex tiende a dominar la escena, régimen de goce fálico ofrecido a todos por igual.
El avance de la ciencia y la tecnología permitió la separación entre el encuentro sexual y su consecuencia, la procreación, modificando las relaciones de poder entre hombres y mujeres, dándoles la posibilidad de elegir, nuevo poder que no va a ser sin consecuencias. Las coyunturas del deseo de hijo han cambiado y engendran nuevos dramas subjetivos y nuevos síntomas. Las mujeres se ven confrontadas a decidir no solo si tener un hijo o no, sino cuando y con quien. Ahora puede elegir, pero esto no indica libre albedrío, hay un precio a pagar. Se trata de una elección forzada. Esta “libertad” que abre a las posibilidades, que permite a las mujeres determinarse en función de sus deseos, pone en juego, justamente por la posibilidad de elegir, el drama de la inhibición. El hombre y el niño deseados pero aplazados forman parte de los problemas que llevan hoy a las mujeres a demandar un análisis. Se posterga la maternidad para cuando se haya terminado la carrera y/o insertado laboralmente, solución de compromiso, intento de conformar estos mandatos contrapuestos, superpuestos, contradictorios y aparentemente ineludibles y que llenan a la mujer de malestares diversos y de culpa. Pero llega el momento en que esto ya no es sostenible, y lo que se sacó por la puerta retorna por la ventana.
Nuevas elecciones, nuevos tormentos. La sola opción entre ser mujer y ser madre, toma hoy la forma de una tensión entre los éxitos profesionales y la vida afectiva, entre el trabajo y el amor. Algo se elige, y lo que queda por fuera aparece de diferentes modos en la vida cotidiana de cada mujer.

La ciencia ha cambiado la realidad de las mujeres, todo el campo de las adquisiciones fálicas está abierto, pero lejos de lo que ingenuamente se podría suponer esto no conduce necesariamente a la felicidad, no abre las puertas al paraíso. Por el contrario, se constata en la clínica como recrudece la angustia, la culpa, la inhibición (antes, casi exclusivamente masculina), el sentimiento de falta de cumplimiento, el imperativo superyoico de siempre más, etc. El malestar se constata no sólo en la clínica, en los pedidos de análisis que genera. Basta detenerse a mirar alrededor para notar lo generalizado de la divulgación que intenta calmar las consecuencias del cambio en el lugar de las mujeres. Desde un folleto de vacunatorio que les habla a las mujeres/madres/trabajadoras del tema, hasta la revista de moda, el programa de televisión o el libro bestseller donde se divulgan los 10 consejos infalibles para tener éxito en estos múltiples requerimientos. Culpa redoblada cuando nada de esto parece funcionar para una mujer.

Cuando ya casi no hay lugar al que las mujeres no tengan acceso desde lo académico y/o laboral, y con una marcada tendencia hacia la continuidad en esta línea, cuando lo tan ansiado parece logrado, los malestares lejos de desaparecer se incrementan. Algo insiste, no se calma. Algo que hace a cada mujer y que debe ser escuchado y tramitado. Algo que no es posible incluir en la ideología igualitaria de la ciencia y la tecnología, que resiste al “para todos”. De esto se ocupa el psicoanálisis. Para lo que no entra, para lo que insiste ofrece a la mujer de hoy la apertura de un espacio donde dicho malestar pueda ser alojado e interrogado, tomando en cuenta las singularidades de cada mujer en su entramado con el discurso de la época.

Cambios en la familia

La institución familiar, los semblantes y el discurso sobre el goce sexual, no son lo que eran hace algunos años. En 1959 Lacan se preguntaba si no se debería a las mujeres que el estatuto del matrimonio se mantuviera en nuestra cultura. La institución del matrimonio cedió aún más en las últimas dos o tres décadas. El estatuto de la familia viene cambiando de forma rápida y constante. La alteración del mismo, la disociación entre matrimonio, vida sexual y maternidad, si bien no generalizada aún, es claramente perceptible. Hoy tener sola un hijo, o en una pareja homosexual, o entre un hombre y una mujer homosexuales son configuraciones posibles, que se discuten en los medios de comunicación. Expresiones del discurso como “madre soltera”, antes tan injuriosa, han caído en desuso o han adquirido nuevos sentidos.
Los semblantes que ordenan las relaciones entre los sexos ya no son los mismos. Los métodos anticonceptivos están al alcance de todos, la fidelidad que hasta hace no mucho fue un valor se reduce a una exigencia subjetiva, los prostíbulos abren sus puertas y se debate en los medios de comunicación su ubicación, sus reglas, etc., las prostitutas testimonian en televisión. Las imágenes y los símbolos de la mujer han cambiado. Se ha sustituido la inocencia virginal o la mujer fatal por top models. El hombre no sale incólume de estos movimientos, el tema de la posible desaparición de su virilidad, circula desde hace ya algún tiempo.

Hasta hace no mucho cada uno tenía su perímetro, sus tareas y atributos: la mujer la casa y el hijo, el hombre el mundo y el poder. Hoy, como dice Lacan en Radiofonía y Televisión, nos mezclamos y esto produce fantasmas inéditos.

Desde el Psicoanálisis

Como psicoanalista no es nuestra función opinar sobre estas modificaciones, pero sí estar aggiornados y atentos a los efectos de las mismas.
Ante este efecto de fragmentación de los lazos sociales que conmueve la célula elemental hasta desembocar en lo que hoy se llama “familias monoparentales”, se anticipan necesariamente consecuencias, repercusiones subjetivas a largo plazo.
El cambio en el lugar de la mujer es radical y continúa en avance dejando atrás, algunos demonios para convocar otros nuevos.
Siendo este el escenario, mi opinión es que como analistas debemos sostener más que nunca el ofrecimiento de un espacio -aún más valioso y más requerido cuanto más avanza todo este proceso- donde implicar al sujeto y abrir a las buenas preguntas que pongan en juego el deseo decidido en cada mujer.
Así, cada mujer ha de trabajar para encontrar su lugar entre el mandato socio-familiar y su propio deseo como sujeto.
No hay respuestas generales a qué se debe hacer, a qué está bien o mal. Cada una debe encontrar la suya propia que ha de estar relacionada con su historia, su deseo, su posición subjetiva, sus preguntas y cuestionamientos, sus marcas. Las implicancias y peculiaridades de cada caso serán las que en definitiva darán cuenta, en su articulación con el discurso de la época, de su lugar como mujer y sólo el encontrar esta respuesta hará su vida más plena, evitando el sufrimiento de la queja inútil.


Fabiana Antonelli es Psicoanalista (UBA). Se desempeñó como concurrente en el Hospital Borda y en el Hospital Alvear. Postgrado en la UBA y curso en el Hospital Alvear. Durante el 2006 participó en el dictado de un Curso de Postgrado en el Centro de Salud Mental Nº3 Ameghino.

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