La experiencia nos pone en contacto con una persona que sufre, para la cual algo no marcha, y que pide alivio, pide someter sus sufrimientos a lo que entiende es una posible curación. Esto así formulado, es un pedido que no necesariamente va a ser dirigido a un analista, pero si el destinatario de la queja es alguien que opera desde el discurso analítico surge la necesidad de definir con mayor precisión de qué se trata el pedido en cuestión.
Así, aún cuando un paciente llegue diciendo querer un análisis, no basta para proponérselo. Entre la queja que pide alivio a un analista y la entrada en análisis no hay continuidad.
Demandar alivio de lo insoportable es previo, y no asegura que el sujeto quiera renunciar a lo que allí se juega, condición que hace a una demanda de análisis. Muchas veces quien consulta solo quiere restaurar su economía de funcionamiento, que se lo ayude a volver a un estado anterior, movimiento imposible de sostener desde un psicoanálisis.
Quien llega al consultorio es, entonces, alguien que ha hecho ya al menos algunos movimientos con relación a eso que rompe el equilibrio que hasta ese momento hacía soportable su vida:
algo empezó a molestarle.
se pregunta y ensaya diferentes respuestas que van fallando.
acude a otro (amigo, clérigo, médico, eventualmente analista) del que presume va a obtener esa respuesta que busca.
algo del saber, de la ignorancia con relación a lo que le pasa, algo de la transferencia comienza a jugarse para esa persona.
Recurre entonces a alguien en busca de respuesta, y esta no va a ser la misma si se dirige a un analista o a cualquier otra instancia ¿Cuál sería básicamente la diferencia? Quien detenta el saber, quien va a trabajar.
El dirigirse a un analista va a poner en movimiento un proceso que tenderá a que el sujeto asuma la parte que le corresponde en su queja, a que se encuentre con lo que no sabe que sabe sobre lo que le pasa, sobre su síntoma.
Esto es diferente a depositar el saber de un síntoma general - síntoma que no porta sentido para el sujeto - en otro que le va a dar la respuesta a lo que le ocurre. Depósito de saber y no transferencia de saber.
¿Por qué alguien con un síntoma se dirigiría a un Ata?
Hoy existe, a diferencia de la época de Freud, transferencia con el Psicoanálisis, circula en el saber popular que los analistas nos ocupamos de “esas cosas” relacionadas con la palabra y el malestar.
El paciente consulta pues, por voluntad propia o por indicación de un tercero (pareja, amigo, médico, padres, etc.) y se inicia un proceso de las entrevistas preliminares en las que, como analistas, hemos de ubicar más allá de la queja con que se presenta, la significación, el saber que ella porta. Es el tiempo de clarificar la demanda, para nosotros y para el paciente, de escuchar el pedido e ir más allá de su literalidad dando lugar, si es posible, a la aparición del sujeto tal como lo entendemos en análisis.
Lacan nos dice que para dar inicio a un análisis es necesaria una demanda verdadera. La pregunta es ¿qué es una “demanda verdadera”?
¿Cómo pasar de ese pedido inicial a una “demanda verdadera”? Para esto es necesario que los síntomas con que se presenta el sujeto articulen un enigma, introduzcan en él una pregunta, que por más imprecisa que sea, como toda pregunta ya implica al menos un esbozo de respuesta de parte del sujeto. Va a haber que conmover el saber que el sujeto trae, con el que se presenta para que sea posible iniciar un proceso que eventualmente de lugar a un análisis.
Si este esbozo de respuesta con el que el paciente se presenta es transferida sobre el analista, se da un paso que hace del analista cualquiera, dentro del universo de los analistas, un analista para ese sujeto: lugar donde está (su)puesto el saber. El analista queda así incluido en la demanda en tanto puede encarnar para ese sujeto la respuesta a su pregunta.
El analista ha de trabajar sobre la producción de la demanda analítica; sobre la posibilidad o no de aceptar la demanda que se le dirige, evaluar si ese sujeto que sufre y le dirige su queja puede ir produciendo los movimientos que van a dar paso a la dimensión del inconsciente. Para esto ha de estar atento a la relación del sujeto con lo que enuncia, que muestra la relación del sujeto con el Otro.
Para que pedir alivio de un sufrimiento sea una demanda de análisis será necesario aún que se introduzca un enigma para el sujeto con el cual crear una demanda dirigida al saber, lo cual solo es posible por medio de la transferencia. El sujeto supuesto al saber ubicado como pivote de la transferencia va a ser lo que nos permite situar aquello que hace del síntoma una demanda verdadera, conectada al deseo y no a la curiosidad.
El trabajo sobre la demanda tenderá a que el sujeto se percate de la parte que le corresponde en las dificultades que le parecían externas, a subjetivar la queja.
La demanda inicial de análisis es demanda de significación ¿qué quiere decir esto que me pasa? Y por el hecho de demandar se plantea en el horizonte el Otro que puede satisfacer. De este lugar debe cuidarse el analista ya que intentar satisfacer la demanda, no solo es imposible sino que obtura el surgimiento del deseo.
La función del analista es poner a trabajar la demanda para dar lugar así al despliegue que hará aparecer al deseo en el hueco de los significantes. ¿Cómo? Ofertando al sujeto la escucha de la demanda, escucha de eso que en la relación entre semejantes se pierde.
En el análisis se responde a la demanda poniendo a trabajar un saber que no está ya adquirido, ni pertenece al analista sino que habrá que producir, y será el paciente el que - pacientemente- deberá hacerlo existir a partir del inconsciente y en la medida en que el analista esté en su lugar, motorizando y escuchando. Es en el despliegue de la asociación libre del paciente donde se puede traducir el pedido en demanda.
Así, la demanda de análisis es un producto de la oferta del analista, y lo importante es cómo la demanda se particulariza en un sujeto que se presenta al analista representado por su síntoma.
Para esto la demanda que llega debe ser cuestionada, diferenciando el contenido de la demanda, el enunciado, el querer tal cosa, de la posición de enunciación, dimensión inconsciente de la demanda que abre paso al hueco del deseo, dice Lacan en La Dirección de la Cura. Se debe llevar al sujeto a pasar de la queja a la demanda dirigida al analista y del síntoma al enigma. Dado que la demanda de análisis es correlativa a la elaboración del síntoma analítico, síntoma como enigma, no basta la demanda de desprenderse de un síntoma, es preciso que este aparezca al sujeto como cifrado para que la demanda se constituya como demanda analítica.
Uno de las principales funciones de las entrevistas preliminares es la reformulación de la demanda inicial, que deberá incluir un deseo de saber, y esta operación es producto de un acto analítico.
Reformulación de la demanda ¿qué significa? Que el sujeto se defina no solo en términos de sufrimiento sino también de deseo de saber, donde el analista pueda reconocer su posición subjetiva ante aquello que lo hace consultar. Cuestión nada sencilla ya que si algo tipifica al sujeto antes de un análisis es su pasión por la ignorancia. La lógica de la demanda inicial es muchas veces es la de seguir ignorando. En tanto la demanda verdadera requiere que los malestares que se confunden con la realidad cotidiana cobren forma de síntoma y tengan el estatuto de mensaje dirigido al Otro, volviéndolo apto para representar al sujeto.
La demanda de análisis se establece cuando el sujeto, ante el enigma de su síntoma, se compromete a buscarle significación, empujándolo a realizar un trabajo sobre la verdad del mismo.
En las entrevistas preliminares se pone en juego la aceptación o no de la demanda. Podría decidirse rechazar una demanda, esto requiere una gran prudencia y supone una cuestión ética. Lacan recomendaba no atender a los canallas y no retroceder ante la psicosis. Estas recomendaciones nos abren a la pregunta, que dejo planteada sobre ¿cuándo decidir rechazar una demanda? ¿Cuándo intentar el trabajo de reformularla?
Antes de un análisis lo que hay es sentido enigmático que hace signo. Hay alguien que sufre y cree que eso quiere decir algo.
El padecimiento para quien viene a consultar es signo y va a ser la oferta de escucha de parte del Analista la que va a dar lugar al despliegue del sentido. Este sentido toma materialidad, se encarna por la experiencia del análisis en goce sentido.
Para que se de la entrada en análisis se tiene que anotar para el que habla que esa palabra en particular que dice no significa nada, y eso entra por que uno le pregunta por lo que quiere decir, introduce que no comparte el código, entonces lo que se destaca o subraya se convierte para el que habla en algo que genera preguntas sobre qué quiere decir con lo que dice, sobre que él mismo no lo entiende.
El psicoanálisis es una práctica de la palabra y el Ata sostiene el cuestionamiento, la apertura, el enigma del sujeto que viene a su encuentro.
¿Por qué tanto interés en la DDA? Porque formalizar la entrada en la cura, para el psicoanálisis, implica la dirección que llevará ese tratamiento, vector que orienta ya en ese momento hacia el final.
Paradójicamente es a partir de un sufrimiento que alguien arriba a un posible encuentro con su enigma. La desestabilización del fantasma, un síntoma cuyo goce pasó a tomar otra consistencia, llevan al sujeto a buscar un Otro de quien esperar respuestas o acciones.
El Ata con su escucha, su presencia, promueve el despliegue de las asociaciones del paciente, en las que se traduce un pedido en demanda.
Contamos con un sujeto que padece. Algo empuja al sujeto a entrar en el proceso, a saber: la suposición de un sabe, aún indeterminado. El hecho de pedir ayuda, produce en el futuro analizante un enigma y con eso debemos crear una demanda dirigida al saber.
La demanda de análisis es una producción, un producto de la oferta del analista que permite particularizar la demanda para un sujeto que se presenta al analista representado por un síntoma.
Fabiana Antonelli es Psicoanalista (UBA). Se desempeñó como concurrente en el Hospital Borda y en el Hospital Alvear. Postgrado en la UBA y curso en el Hospital Alvear. Durante el 2006 participó en el dictado de un Curso de Postgrado en el Centro de Salud Mental Nº3 Ameghino y presentó a la aprobación un curso de postgrado para el año que viene. Durante los años 2000 y 2002 ejerció como docente de Practicum de la Universidad del Salvador. Desde 1994 atiende a jóvenes y adultos en mi consultorio. Desde 2000 a la fecha trabaja con problemas de procreación. Desde 1997 a 2003 co coordinó el espacio de admisión, y el departamento de Docencia e Investigación de Casa Solidaria del Pilar. Desde 2001 participa en actividades de la Escuela de Orientación Lacaniana.