CASO 1: “LA ETERNIDAD Y UN DÍA: acerca del tiempo en la psicosis”
“Gibbon quiere restarle maravilla al Infierno y escribe que los dos vulgarísimos ingredientes de fuego y de oscuridad bastan para crear una sensación de dolor, que puede ser agravada infinitamente por la idea de una perduración sin fin. (...) El atributo de eternidad es el horroroso. El de continuidad -el hecho de que la divina persecución carece de intervalos, de que en el Infierno no hay sueño- lo es más aún, pero es de imaginación imposible”. (Jorge Luis Borges, “La duración del infierno” (en “Discusión”)
La ruptura de la organización y del tiempo estuvo dada desde el comienzo. Había acordado hacerme cargo del tratamiento de Mariela y pautado una primera entrevista para dos días más tarde, sin embargo, estando aquella tarde de guardia se produjo el primer encuentro. La enfermera de Sala de Mujeres pidió que asistiera a la paciente, quien desde hacía una hora se encontraba parada frente a una puerta, abriéndola y cerrándola reiteradamente, con movimientos estereotipados del tipo del rocking. Una vez que accedió a hablar conmigo, me dijo que estaba internada por problemas psicológicos porque no dormía, que estaba ‘indescansada’ y quería irse a su cama. Aparentaba estar interceptada. La acompañé. Luego, se dirigió al espejo que había en la pared: no se reconocía, señalaba amenazante a la imagen y entre tanto, se iba poniendo cada vez más agresiva y gritaba contra el espejo y contra figuras y voces alucinadas. Finalmente fue medicada y se durmió.
Esta situación de guardia marca el antecedente de lo que fue un tratamiento que se desarrolló a lo largo de 5 meses, en la Sala de internación de mujeres del Hospital Alvear. En el momento en que es internada Mariela tiene 21 años. Hace 4 comienza a presentar alucinaciones, cuadro que se va agravando al punto en que en los últimos 2 años ya no sale de su casa, quedando al cuidado de su madre. Es traída al hospital luego de una excitación psicomotriz.
Los primeros momentos de entrevistas tendrán la modalidad de que yo pregunte cosas y la paciente se limite a responder, de modo muy escueto, y desorganizado, sin que haya nada que ella quiera decirme por su cuenta. Una cuestión que me llama la atención es que a las preguntas para que responda afirmativa o negativamente, Mariela responde con la siguiente estructura gramatical: “Sí, sí, no”.
La etapa inicial del tratamiento se caracterizará por lo que se aprecia como una descomposición del plano imaginario, con una serie de fenómenos en donde esto se evidencia: falla en la imagen corporal que aparece estallada, fenómenos de despersonalización, con partes del cuerpo que siente como ajenas, no habiendo un mantenimiento de la escena del mundo (siente que permanentemente le cambian los objetos de lugar por otros iguales, pero que no son los mismos). Esto implica que no funciona la inversión especular, la operación de identificación que constituye al yo, algo sólo posible con un sostén dado por lo simbólico. Y es por esto también que en Mariela funciona la exigencia de identidad: busca lo idéntico para organizarse, y no la semejanza, que implica el reconocimiento de las diferencias, ya que éstas la desestabilizan. Siguiendo a Erik Porge en su artículo “Endosar su cuerpo”, se podría decir que no funciona como en la neurosis, el desconocimiento por parte del yo de la no identidad de la imagen del espejo. Teniendo en cuenta esto, trataré de emplear diferentes recursos para poder seguir manteniendo las entrevistas. La veo todos los días, trato de que sea siempre en el mismo consultorio, y la invito a dibujar (toma esto, dedicándose a copiar otros dibujos), o luego a trabajar con copias de fotos (más iguales entre sí) haciendo hincapié en el plano imaginario. Esto posibilita algún vínculo, a través de mi presencia, la rutina y la repetición, estableciéndose algún ritmo, y que la paciente pueda comenzar a decir algo de lo que le pasa y organizarse un poco más. Observo que sus dibujos, a pesar de estar muy bien copiados, se salen del marco de la hoja, lo que me parece indicativo de que para ella no hay marco. No habría límite en el espacio, que de este modo sería un continuo: no habría dos espacios diferenciados. Esto también se verifica en relación al cuerpo: cuando está resfriada, siente que la gente le pone mocos por todos lados: paredes, mesa, silla. Su cuerpo no estaría delimitado, no hay adentro y afuera.
Por otra parte, algo importante para lo que seguirá es tener en cuenta que la noción de tiempo está sumamente trastocada. No hay ‘cuándo’, no puede contestar las preguntas en relación a esto. Todo lo que dice, aún cuando se refiere a lo pasado tiene carácter de actual. Vive en una actualidad sin orden temporal, sin momentos.
Todas estas cuestiones pueden apreciarse también a través del discurso de la paciente, quien irá armando paulatinamente un delirio polimorfo para relatar las vivencias alucinatorias y de persecución. Dice que la persigue toda la gente del hospital, la quieren manosear, sacarle la ropa, ‘encimarse’ con ella.
- Por momentos siente las cosas ‘encima’ (la gente se le quiere ‘encimar’), por otros ‘a distancia’.
-Cuando le pregunto por qué no se relaciona con nadie del hospital, y sólo habla con su madre, quien viene a verla todos los días, dice que el motivo es que no entiende a ‘la gente grande’. Al interrogarla por cómo hace en su casa, dice: “soy chica y soy sola en la familia”. Sola como mujer entre cuatro hermanos varones, esto estará puesto en relación con un fantasma materno de abuso o violación a una mujer.
El tiempo y el espacio: introducir un corte
En este momento, introduciré un cambio importante para lo que vendrá: comienzo a darle a Mariela un horario para las entrevistas, cosa que hasta aquí no hacía (la iba a buscar a la sala directamente).También dejaré de verla diariamente. A pesar de la utilización de otros recursos (más en el plano imaginario), evidentemente la noción de tiempo era algo para trabajar, y previamente a muchas otras cuestiones. A partir de esto, además, notaré que Mariela comienza a dirigirse a mí para contarme cosas, sin limitarse a hablar únicamente si yo le pregunto.
Convengo con la paciente un horario para que nos encontremos en el consultorio. A esa entrevista no viene, con lo cual voy a buscarla a la sala. Explica: vino hasta el consultorio “pero no llegaba el horario”, y entonces se volvió. “Tarda el horario de venir acá (al consultorio). No pasa el tiempo”, “Esperando acá no llega el horario”. En el sector de los consultorios no hay un reloj de pared, como en la sala. Con lo cual, Mariela puede ver a qué hora sale, pero no a qué hora llega al consultorio (que está a una distancia de 30 metros). El trabajo sobre esto posibilitará la percepción de un tiempo no simultáneo, no continuo, el de partida y el de llegada, algo que dará impulso también para la organización del espacio: aquí-allá, una distancia entre lugares, y un tiempo para recorrerla. El trabajo sobre otras cuestiones quedará supeditado a ésta, que ahora puedo pensar como necesariamente previa.
En otra entrevista, Mariela me pregunta qué hora es. Se la digo, y le pregunto por qué le interesa saberla. “Estaba preguntando si estaba mi mamá”. Aparecería como pregunta si el Otro está todo el tiempo. Paralelamente a esto en el espacio de entrevistas familiares se le dice a la madre que no es necesario que venga a ver a la hija todos los días como hasta ahora, sino que puede venir día por medio, sugerencia que acepta. Poco a poco la paciente se organizará para venir al consultorio en el horario acordado, no pudiendo hacerlo las veces en que se siente muy perseguida, porque la gente del hospital quiere hacerle algo.
Más adelante Mariela preguntará hasta qué hora dura la entrevista. A partir de allí acordaré con ella el horario de comienzo y de finalización de las mismas.
Además de que ya viene a contarme sus episodios alucinatorios y su delirio, éste ahora no es tan polimorfo y desorganizado. Trataré de que puedan empezar a ordenarse ciertas cuestiones: le pregunto por los horarios en que la persiguen, y los lugares donde esto ocurre. Y Mariela, efectivamente, comienza por su cuenta a diferenciar y caracterizar las persecuciones según las horas del día, o los días de la semana en que ocurren, así como los sectores donde las padece, y cuándo y dónde no. Ya no sucede ‘todo el tiempo’ ni ‘en todos lados’, pudiendo establecerse algún acotamiento, algún límite. También diferencia gente que la persigue de la que no lo hace, mientras que anteriormente todos la perseguían. Incluso durante los permisos de salida, en el trayecto de ida y vuelta a la casa siente que la persiguen para manosearla, pero se trata sólo de la gente de la Capital, los de la Provincia no. Con la introducción de cortes, el tiempo y el espacio dejarán de estar infinitizados, apareciendo una discontinuidad que aporta un límite, que acota, establece alguna diferencia, apareciendo momentos y lugares donde habría resguardo de la iniciativa del Otro.
En otra entrevista me dice que con la gente “grande” ella no se entiende, y que esa gente es la que la persigue, que ella sí podría hablar con “chicas”: me dice que esto sería hasta los 16 años. “A los 17 años algo cambió. No sé qué”. [¿Te hiciste grande a los 17?] “Sí, sí... A los 17 años no me cantaron más la canción de cumpleaños”. Aquí se podría ubicar una detención del tiempo, que está fechada: los 17 años. Es en este sentido que se vuelve fundamental reintroducir la dimensión de un tiempo. Esta detención tiene que ver con la posibilidad de su salida como mujer, con lo que sería pasar de ser chica a ser grande. En este caso, aquel momento podría pensarse desde Freud como el de introversión de la libido, y sensación de fin del mundo, a partir del que la paciente queda arrancada del campo del Otro. Y esto es lo que se habría perpetuado con la detención del tiempo, con la vivencia de una eternidad sin marcas, sin diferencias, al decir de Mariela: “no pasa el tiempo”. Entiendo que en el tratamiento, las maniobras en relación al tiempo orientaron la dirección de la cura: con la introducción de una discontinuidad, una falta, un agujero, se intentó hacer entrar esta dimensión, que el tiempo empezara a correr. Y tomándose de esto, por medio del delirio se vuelve a libidinizar el mundo, se reconstituye el campo del Otro.
Concluyendo, podría pensar este tratamiento como un pasaje, un recorrido: De la eternidad, a un día.
A partir de este caso, y antes de pasar al segundo, una referencia freudiana, en su texto “Conclusiones, ideas, problemas” (1938): El tiempo y el espacio no estarían dados a priori, como sostiene Kant, sino que derivarían de las condiciones de funcionamiento del aparato psíquico. “La espacialidad podría ser la proyección de la extensión del aparato psíquico”.
CASO 2: “INSCRIPCIONES”
Atiendo a Rosa, de 46 años, durante los 4 meses de su internación en el Hospital, donde llega luego de varios episodios en los que se realiza cortes en sus muñecas y otros en los que ingiere medicación y alcohol. Relatará que desde hace 10 años que tiene “momentos depresivos”, con varios episodios de similares características. En los primeros días de internación también se corta en varias oportunidades, cortes que van incluyéndose en el tratamiento. Su presentación es frecuentemente con desbordes de angustia, sorprendiéndome la variedad de cuestiones que Rosa atribuye como causa de éstos: Una vez será porque sus hijos no la van a visitar; otra porque se acuerda de su ex novio a quien ama realmente; otra, un recuerdo con culpa por cierto abandono respecto de sus hijos; otra, el recuerdo de una tía que murió; y más recuerdos de otras frustraciones amorosas del pasado. Lo que se mantiene imperturbable es lo actual del padecimiento, la extrema angustia sin bordes y los consecuentes impulsos a cortarse. Vuelve a sorprenderme cuando en una oportunidad me habla de su ex novio, como si nunca me hubiera hablado de él, y cuando se lo señalo no recuerda en absoluto haber hablado de él conmigo. A pesar de que su relato al respecto había sido detallado y a lo largo de varias de las entrevistas iniciales, se trata nuevamente de una primera vez para ella, es segunda solo para mí. Por otra parte, ocurre que en algunas ocasiones me cuenta que el día anterior se angustió y se cortó, pero ya no se acuerda por qué. Por esto, y por escuchar que además de llamar a esto “cortarse”, lo denomina “marcarse”, le propongo el recurso de la escritura cuando se encuentra así, para poder contármelo luego. Esto funcionará por momentos como modo de aplacar esa angustia, aunque no se sostiene largamente.
Aparecerá en su discurso, el relato de una violación sufrida a los 6 años, por parte de un hermano. La madre la vio ensangrentada, Rosa le contó lo sucedido. La respuesta de la madre: que se bañe y se acueste. “Al otro día todo era normal, como si nada. ... Mamá dice que no se acuerda.... Mis hijos se enteraron recién ahora, en una entrevista que tuvieron en la guardia. Mi hermano, el que me fabricó...me violó murió hace 10 años”...
A la entrevista siguiente viene muy angustiada, diciendo que siente mucha bronca porque sus padres no hayan hecho nada cuando la violaron. Cuenta que hace un tiempo decidió “darlos por muertos”, y esto es literal: pidió días por duelo en su trabajo, los lloró, no les habló más. “Quedaron muertos para mí durante mucho tiempo, yo misma me lo creí también”. A medida que va contando esto se angustia más, tiene uno de esos episodios que llamaré “ataques de angustia”, que se repetirán constantemente, en los que le cuesta hablar, está invadida por el llanto y los temblores en su cuerpo. Diría que en ese momento ella es un cuerpo que tiembla. En esos estados, que se repiten casi sin diferencias, reitera que se siente “cansada” y que quiere terminar con su vida. La dimensión temporal se pierde. No sirve apelar a una perspectiva en relación al tiempo, todo es actual y no hay referencias al pasado o futuro que puedan relativizar su sufrimiento percibiéndolo como momentáneo, y por ende, apaciguar la ideación suicida. A veces se calmará y dará fin a estos estados escuchando que alguien le habla y trata de tranquilizarla, más por la voz que por el contenido de lo que diga, otras veces con medicación y otras provocándose cortes, luego de los cuales se siente aliviada.
Empezarán a aparecer una serie de sueños de angustia, de los que se despierta muy mal, a veces con el impulso de cortarse, aunque sin realizarlo. Algunos elementos se repiten y voy tratando de armar alguna lógica en base a éstos: en todos aparece un niño, a veces sus propios hijos, siendo maltratados violentamente por un adulto, siempre hay sangre. Ella aparece como observadora de la escena, sin poder intervenir. Entiendo que hay un intento por inscribir algo de orden traumático, ahora a través de sus sueños, no sólo a través de marcas en el cuerpo. Mis intervenciones frente a estos sueños apuntan a ayudarla a tejer alguna trama que pueda dar significaciones a ese agujero en lo simbólico, quizás con más permanencia que esas explicaciones tan variables que ella venía intentando producir ante sus desbordes de angustia. La sensación es la de estar ante “una perturbación análoga” en algunos puntos a una neurosis traumática, que Freud conceptualiza en relación a la noción de trauma y a la compulsión a la repetición, caracterizada por el “eterno retorno de lo igual”. En un momento posterior relata un sueño que no es con angustia, apareciendo alguna posibilidad de mayor velamiento y desfiguración. De todas formas esto no persiste duraderamente, los “ataques de angustia” se repiten, y los recursos que se van armando terminan mostrándose insuficientes.
Una serie de interrogantes quedaron abiertos para mí luego del tratamiento de Rosa, quien a menos de una semana de haberse externado volvió a la internación, luego de producirse un corte en su muñeca: ¿Cómo pensar en la posibilidad de que algo se inscriba duraderamente? Se puede realizar una operación que inscriba una diferencia, que corte con el eterno retorno de lo igual, que determine que el tiempo coagulado vuelva a correr? Preguntas a sostener.
A partir de lo relatado en los dos casos: ¿Cómo se anudan las cuestiones del tiempo y la repetición? La búsqueda de identidad, de lo igual, la reproducción de lo mismo; con la posibilidad de la inscripción de una diferencia: por el lado del tiempo, de la identificación que incluye la semejanza no así la identidad, y la repetición que incluye algo distinto.
Tal vez en algunos casos claramente ubicados en el terreno de las neurosis, donde se produzcan formaciones del inconsciente, donde uno pueda escuchar a un sujeto que en lo que dice o actúa se encuentra habitando “otra escena”, podamos pensar en los efectos de una inscripción de otro orden que en Mariela y en Rosa, ya instalada, donde se verifica “la atemporalidad de los procesos inconscientes” al decir de Freud, y donde habría una repetición que en lo mismo, encuentra diferencias.
Para concluir, algunas citas:
-Rodolfo Iuorno, en conferencias sobre el autismo: ... “la inscripción de la irreversibilidad del tiempo instituye un antes y un después. Si la irreversibilidad del tiempo lo que introduce es esa pérdida relativa a que nada puede volverse a dar de la misma manera en que se dio en una oportunidad anterior, lo que entonces se introduce, es un corte con respecto a la reproducción... por la inscripción de la irreversibilidad del tiempo ya no puedo reproducir lo mismo;... hay un salto entonces entre lo original y lo otro, un salto entre lo mismo y lo otro... “si verdaderamente podemos pensar que [lo que el analista] pronuncia, actúa como decir, deberíamos encontrarnos entonces con que ya no se tratará de una reproducción, sino de una repetición que incluye lo mismo y lo otro...”. Aquí nos podremos preguntar entonces por dónde podría pasar la eficacia en la intervención de un analista, por la posibilidad de efectuar un decir que implique un acontecimiento, que marque un antes y un después.
-José Luis Berardozzi: “Se encuentra, según creo, en la relación sujeto-tiempo un operador teorizable que atraviesa el campo de la clínica en todas sus versiones. Esta afirmación, [...] encuentra sólido apoyo en las concepciones de Lacan acerca del carácter esencialmente temporal de la estructura del inconsciente y de su soporte fundamental, ley temporal, lugar temporal, de la repetición: ley constituyente del sujeto mismo”.
-Juan Dobón: Sostiene la afirmación de que “los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis se encuentran atravesados por un vector: el tiempo. Es decir que la transferencia, la repetición, la pulsión y el inconsciente, para articularse entre sí, requieren de un vector que es el efecto tiempo. El método analítico se funda en ese vector en términos de repetición y diferencia. La repetición pone a jugar la potencia instituyente del lenguaje, y en su fracaso mismo anida la diferencia. Lo que nos lleva a los umbrales de la sonoridad de la lengua”.
Estos interrogantes, finalmente, son acerca del analista, su posición, sus posibilidades y límites en la intervención. ¿Se puede inscribir algo que no lo está? ¿Se puede cambiar, orientar, la estructura en un niño?, preguntaba la Dra. Olga Barcones a quienes nos dedicamos a esa clínica. ¿La operación analítica consiste en hacer diferencia?