Entrevista: Psicoanálisis y el hospital

9 DE AGOSTO DE 2012 | SUS PARTICULARIDADES

Entrevista temática: La Adolescencia, hoy

La psicoanalista Gabriela Insúa, frecuente colaboradora de la Revista, habla de la demanda de los adolescentes, el rol de los padres en la adolescencia y en el análisis. “En el análisis de los adolescentes, los padres son necesarios siempre, pero sabiendo hacer con la distancia.”.

Por Lic. Carolina Duek
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-¿A quién está dirigida la frase/pedido de su libro No Patologizar la Adolescencia?

-Se puede pensar que es una frase que como bien señala la pregunta es también un pedido, fundamentalmente a los analistas, a mis propios colegas porque encuentro de manera preocupante entre los psicoanalistas mismos lecturas que hablan de acotar un goce (sin diferenciar si se trata del goce fantasmático) que suele ser justamente el goce del sujeto, aquel que lo lleva a poder realizar su “separare” del goce del Otro. Este goce subjetivo no siempre se manifiesta a través de síntomas y sí de actings o pasajes al acto que como tales se leen solo por lo que de riesgo pueden conllevar y no por lo que de producción del sujeto habita en ellos.
También a los padres, a los educadores, a los médicos, a los psiquiatras, a los adolescentes mismos. Pero creo que en verdad, es si tal cosa se pudiera, un pedido o tal vez un llamado, un grito, a una cultura y su época que desde los distintos escenarios y actores que la conforman nombra con premura y con una irresponsabilidad desconcertante, como patológicos, como diagnosticables, los modos de transcurrir adolescentes, sepultando así lo que de producción subjetiva, de texto de lo que a estos les acontece expresan.

-¿Cómo caracterizaría a la adolescencia hoy?
-En principio, ubico a la adolescencia como un tiempo de pasaje, de irrupción violenta del encuentro-desencuentro con el otro sexo, de duelo de un cuerpo de la infancia, de duelo por la imagen idealizada de sus otros parentales que, si todo va bien, dejan de ser aquellos que detentan el saber sobre la vida, los que se suponía siempre podrían dar respuesta ante las vicisitudes y dificultades existenciales y que de pronto van convirtiéndose en lo que son: padres, o sea mujeres y hombres ni más ni menos, que si sostienen su función podrán acompañar en el camino pero nunca hacer por su hijo lo que él tiene que construir, que no son dueños de la verdad y mucho menos del saber sobre el deseo propio que el adolescente está descubriendo.
Este descubrimiento de la castración parental (que ya se ha ido vislumbrando a través de los movimientos subjetivos de la infancia) no es sin una profunda angustia y sobre todo sin una honda percepción del desamparo. Desamparo porque ya no hay otro que sea garante. Desamparo ligado a la constatación que las respuestas ya no hay quién las conteste si no es otro que el sujeto.
Ahora bien, entonces, si puedo sintéticamente caracterizar así la lógica adolescente en general, en lo particular del contexto de la época, o sea ante la pregunta de la adolescencia hoy, diría que este desamparo se acrecienta y se vuelve mucho más desgarrador cuando transitamos un tiempo donde la función parental entra en profundos atolladeros, más allá de por sus propias historias, por el fogoneo de un tiempo que los aturde con mandatos de felicidad y exigencias de resultados, con ofertas de soluciones fácilmente adquiribles a través de fármacos o métodos Express. Tiempo donde si los adolescentes no cumplen con tal o cual objetivo esperable esto denota inadecuación, conducta asocial, patologías.
A su vez, parecería que estamos en una época donde asumir desde el Otro primordial su función de borde y límite necesarios para los movimientos adolescentes les resulta sumamente difícil y muchas veces tiende a aparecer ese Otro como delegando su función en terapeutas, analistas, psiquiatras o por el contrario negando cualquier manifestación que venga a mostrar un conflicto que los implique.

-¿Cuál es el lugar de los padres en la consulta por un adolescente?
-Primero, me gustaría señalar cual creo es el lugar de los padres en la adolescencia. Retomando desde lo dicho en la pregunta anterior, los padres tienen un rol esencial en la adolescencia. Sus hijos ya no son niños, tampoco adultos, y aunque necesitan el espacio y la posibilidad de realizar sus propios movimientos, su toma de decisiones, sus cavilaciones, “su no saber adonde ir” al decir de Donald Winnicott, necesitan imperiosamente que sus padres estén allí. No ahogándolos con una inquisición permanente pero tampoco soltándolos como barrilete porque parafraseando un hermosísimo tango de Eladia Blazquez, todavía “les falta piolín”.
Es notorio como los jóvenes muestran a sus padres que los necesitan, pero que los necesitan no de un modo obsceno, sino como borde, como lugar al cual volver para retomar el camino.
Es harto común que los adolescentes lleguen a consulta habiéndoles encontrado los padres una bocha de marihuana que “oh casualidad”, quedó a la vista de todos en la habitación, pero ese hallazgo que estremece y angustia profundamente a los padres, llega después de un largo tiempo donde cambios evidentes en el adolescente, eran negados por los padres porque implicaban preguntas o escenas que repetidamente negaban porque generaban conflicto.
Una mamá me dijo una vez “me niego a creer que yo con mi hija tengo que enojarme así, no puede ser que no haya disfrute en nuestra relación”.
Pedir que entre madre e hija adolescente las escenas sean de un gran disfrute es querer negar el necesario conflicto del desprendimiento. Y para negarlo, se suelen correr los padres de ese lugar incómodo pero productivo de una mirada atenta, de un “no” necesario, o también de poder decir “no sé” frente a su hijo y mostrar su propia falta, lo cual acerca mucho más a padres e hijos que cualquier negación.
Señalado este lugar parental en la adolescencia, dría que en el análisis de los adolescentes, los padres son necesarios siempre, pero sabiendo hacer con la distancia.
Es decir, tenemos entrevistas con los padres, en la medida que lo consideramos necesario, pero siempre resguardando la esencial marca transferencial, la confianza que significa para el paciente adolescente saber, que una entrevista con sus padres nunca es un encuentro para contar la intimidad de sus dichos en el análisis.
Por eso, se piensa mucho, cuándo, cómo y por qué, las entrevistas con los padres. Pero claro que la presencia parental es importante justamente por lo antes dicho del lugar de los padres en la adolescencia misma.

-¿Cuál es la particularidad de la demanda de los adolescentes?
-Justamente una de las particularidades de la demanda, es que en general no hay demanda. Por supuesto que esto en lo general, porque hay muchos jóvenes que piden ir al analista, pero es habitual que vengan porque sus padres lo deciden o ante un requerimiento de la escuela. Es un trabajo del analista, justamente en esos casos, propiciar despegar lo que los padres demandan de lo que pueda ser una demanda propia. Si eso se logra, seguramente habrá posibilidad de trabajo analítico. Si no, es a mi entender infructuoso y hasta contraproducente forzar una demanda que no hay, y entonces suele ser más apropiado no abordar al adolescente y sí trabajar con los padres para que puedan vérselas con lo que el adolescente está queriendo decir y con lo que eso les produce a ellos.
Recuerdo una jovencita que llega porque sus padres habían encontrado ciertos objetos ligados al consumo de tóxicos entre sus cosas. Los padres desesperados, ella sin ninguna pregunta y con mucho malestar por haber sido traída a consulta. Le aclaré desde la primer entrevista que si ella no quería iniciar un tratamiento no lo haríamos, que de mi parte no iba a ser algo obligado, pero le propuse algunas entrevistas, sólo algunas para que probara si algo aparecía en ella como pregunta. Luego de cuatro entrevistas donde su molestia, fastidio y su silencio frente a mis preguntas mostraba que no quería seguir, le planteo que no voy a seguir viéndola, que hablaré con sus padres para tener entrevistas con ellos. Ya a punto de despedirla, me dice: “Hay una sola cosa por la que yo seguiría viniendo, hay una sola cosa que no quiero que me pase más y que no sé porque la hago: no quiero despertarme más tirada en algún lado con un tipo y sin saber que pasó ni porque estoy ahí”. Su demanda no era dejar de consumir, su demanda era poder construir su propio límite y no perderse sin borde.
Esa era su demanda, si podemos llamarla así, ese es el lugar por donde un análisis puede comenzar con un adolescente: formular su propia pregunta más allá de la de su Otro.

-¿En qué se diferencia un análisis de un adolescente de un adulto?
-Comienzo por señalar que entiendo el análisis como un proceso de trabajo partiendo de los saberes constituidos por la alienación al Otro y yendo hacia el estar advertido de la propia verdad. El “saber hacer” con su goce del que hablaba Lacan.
Ese proceso tiene como herramienta fundamental, el escuchar a la letra, rompiendo sentidos que no son otra cosa que las escenas de dicha alienación. Desde allí, el análisis es eso para cualquier sujeto, se esté en el tiempo vital en que se esté. Pero la gran salvedad y diferencia a señalar entre el análisis del adulto y de un adolescente radica en lo dicho en las respuestas anteriores: el adolescente aún necesita de su Otro, incluso para realizar esa ruptura al saber instituido, y los necesita en lo real.
Los padres de los pacientes adultos están todos los días en las sesiones….a través de su decir. Los padres de los pacientes adolescentes están en su decir, pero también están en su vida marcándolos en lo concreto de la cotidianeidad e influyendo en la misma. Esa es una diferencia importante, que muchas veces es minimizada hablando solamente de la cuestión que los padres pagan el tratamiento.
Yo he tenido algún paciente adolescente que trabajaba y que se pagaba el tratamiento pero que sin embargo como todo adolescente las vicisitudes con sus padres estaban allí en lo concreto de su vida cotidiana, y los necesitaba allí , para poder jugar su fort-da.
Y la otra diferencia fundamental a mi entender es el abordaje. El análisis con el adolescente necesita revisitar el método y plantear un modo de encuentro discursivo entre paciente y analista casi al modo de un diálogo, aunque el analista sepa que no lo es. No es una conversación…pero lo parece. El adolescente así como necesita en lo real de sus Otros primordiales aún, también necesita la pregunta, la palabra y obviamente muchas veces el silencio de su analista. Pero necesita profundamente la palabra de ese otro allí. Y muchas veces he recibido pacientes adolescentes que decían haber abandonado análisis anteriores porque los abrumaba el silencio sostenido del analista. Suelen decir: “Preguntáme así yo puedo hablar” o “Preguntáme vos, así me resulta más fácil hablar”. De nuevo se pone en acto, en este caso en el análisis, esa necesidad que el otro esté allí con su palabra para desplegar la propia. Necesidad de tiempo de estructura, Lacan diría “…servirse del padre para prescindir de él”.
Por tanto es muy importante, que el analista que trabaje con adolescentes no se quede abrochado dogmáticamente a una técnica, sino que teniendo en claro la ética, es decir una escucha a la letra para que advenga la verdad subjetiva, pueda desprenderse de clichés, de encuadres rígidos, y animarse a una cercanía con el adolescente, a su peculiar discurso, a su inevitable y valorable locura.
Winnicott decía que para ser analista de niños nos tenía que gustar jugar, pues, para ser analistas de adolescentes también. No tenerle miedo al juego, a la risa, a la brutalidad y la ternura adolescente y tener cercano el recuerdo de nuestra adolescencia, lo que no atentará contra la abstinencia, sino por el contrario propiciará la transferencia.
Básicamente, la cuestión a transmitir cuando de clínica con adolescentes se trata no difiere del análisis en general en que se trata de escuchar desde la ética del bien decir y no caer en las trampas de una escucha moral de creernos sabedores de lo que es bueno para el otro.
Igualmente cuando un analista cae en su función por estar obstaculizado por la moral, los adolescentes que son locos y sabios no dejan su decir en ese espacio, no le conceden el honor de la transferencia.

Lic. Gabriela Insua. Psicoanalista. Supervisora y Docente del Servicio de Salud Mental área Niños y Adolescentes del Hospital Santojanni, C.A.B.A. Supervisora y Docente de la Dirección de Salud mental de la Municipalidad de Moreno. Supervisora y Docente del Centro Dos, institución de atención y docencia en psicoanálisis. Supervisora del PREVI, programa de abordaje de los efectos del abuso sexual infantil y la violencia familiar. Miembro de Centro Trama, institución de investigación de los efectos del acontecimiento traumático en la subjetividad. Autora de "No Patologizar la Adolescencia " y "Volver al Método" editados por Letra Viva. Coautora de "De un Trauma No Sexual" editado por Letra Viva. Colaboradora habitual de "Psicoanálisis y el Hospital" de Ediciones del Seminario.

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